Presidente, no mienta. Estas son las elecciones más sucias y violentas de nuestra historia

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Pare de mentir, presidente

¿Se acuerda usted, presidente, de “cállate chachalaca”, aquella icónica expresión que lanzó en marzo de 2006 en el contexto del proceso electoral? Usted le reclamó así a Vicente Fox, entonces titular del Ejecutivo Federal, porque casi a diario criticaba sus propuestas de campaña y con ello, se estaba metiendo en la elección.

Obvio, Fox no le hizo el menor caso ni a usted, ni a los llamados a la prudencia que le hiciera el IFE. Tan no lo hizo que también dejó para la posteridad otra frase memorable: “Hay que cambiar de jinete, no de caballo”, en alusión a su deseo de continuidad del panismo en el poder.

Usted, enojado por las “indirectas” que le echaba Fox a propósito de sus planes para el país si ganaba la presidencia, tuvo a bien darle  este consejo:

“Le digo al ciudadano Presidente que cuide la institución presidencial, que no se olvide que él es el Jefe del Estado mexicano. Si él quiere hacer campaña a favor de su partido y el candidato a la presidencia de su partido, que deje el cargo de Presidente. Pero no se puede atar las dos cosas, es totalmente inmoral”.

Pero como no hubo modo de contener la locuacidad de Fox, usted incluyó en sus alegatos para impugnar el resultado de los comicios, la intervención del presidente en el proceso electoral. A la fecha sostiene que por esa razón, así como las campañas negras en su contra como la de “Un peligro para México” y otras cosas más, fue objeto de un fraude, el cual nunca pudo probar de acuerdo a lo establecido en la legislación electoral de aquel entonces.

En aquel prolongado conflicto postelectoral usted dijo en más de una ocasión: “Molesta la actitud de Vicente Fox que llega a la Presidencia gracias a los avances democráticos y cuando está en el poder se convierte en un traidor a la democracia, se gastaron en la campaña miles de millones de pesos que rebasan, con mucho, lo permitido por la ley; utilizaron las instituciones y recursos públicos para favorecer al candidato de la derecha; Vicente Fox, sin recato alguno y sin cuidar la investidura presidencial, se dedicó a atacarnos y ha terminado por ser todo un traidor a la democracia”.

Llegó la elección de 2012 y su segundo intento por alcanzar la presidencia. Esta vez, sus quejas en los días de campaña eran otras: que los medios, particularmente una televisora, se inclinaban abiertamente por el  candidato Enrique Peña Nieto y lo que es más, que buscaban “imponerlo” en la Presidencia. También le molestaba la amplia difusión de encuestas que colocaban al priista por encima de usted en preferencias.

Incrédulo e incómodo por ese aluvión de sondeos en la prensa y las redes sociales, usted dijo esto: “Si se trata de encuestas hay que verlas con cuidado, porque las encuestas no siempre reflejan la realidad, o para decirlo de otra manera: la mayoría de las encuestas en épocas electorales se hacen a modo, son parte de la propaganda, reflejan lo que el cliente quiere”.

Al igual que en 2006, de nueva cuenta acusó un fraude. Esta vez, en los alegatos de su impugnación incluyó el gasto excesivo del partido y candidato ganador, un trato inequitativo de la prensa hacia su campaña y la utilización de las encuestas con fines de propaganda.

En su tercer intento, en 2018 por fin logró lo que tanto quiso: ser el presidente de México, captando no solo el voto duro del electorado que lo había acompañado desde su primera campaña, sino el de otros sectores a los que logró convencer con su retórica de cambio y de moderación, contraria al discurso duro empleado en los procesos pasados. Hizo creer que gobernaría para todos, que no abusaría del poder, que respetaría el derecho a disentir, la libertad de de expresión y la pluralidad política. Y prometió, entre muchas cosas, que no se metería en el proceso electoral para sucederlo.

Pero mintió, presidente. Todas aquellas conductas que usted acusó en las elecciones de 2006 y 2012, usted las ha superado con creces. Pasada la elección intermedia de 2021, donde el voto de la gente le quitó un poco de poder en la composición del Congreso y le hizo perder a su partido la mitad de las alcaldías en la Ciudad de México, que usted gobernó, decidió adelantar el proceso sucesorio.

Una vez que usted dio la orden de arranque, su “movimiento” simuló un proceso interno, muy costoso para los contribuyentes, para elegir a su aspirante presidencial, cuando usted ya había resuelto quien sería.

Esos medios tradicionales a los que en el pasado acusó de inequidad, fueron en su mayoría cómplices del derroche de recursos públicos, testigos complacientes de giras, colocación de espectaculares y pintas de bardas por todo el país, en una campaña anticipada a todas luces fuera de la ley.

Usted, ha sido desde entonces no solo el gran elector de los candidatos de su partido a la presidencia y las gubernaturas, sino el jefe de campaña de todos y cada uno de ellos. Su pretexto de su “libertad de expresión” y “derechos de réplica”, ha hecho de sus mañaneras la defensoría de los aspirantes de Morena.

No les dio la autonomía para defenderse solos de las confrontaciones que implica una contienda electoral, en la que inevitablemente hay acusaciones, fundadas o no. Usted se dejó llevar una y otra vez por sus impulsos, para dar la cara por ellos y asegurar que se trata de personas íntegras y honestas, que son objeto de ataques de “los conservadores”.

Qué lejos quedó aquel consejo a Vicente Fox de cuidar la investidura presidencial y que renunciara la presidencia si es que quería ser jefe de campaña. Resulta una burla a la luz de su activismo en el proceso electoral en marcha, en el que además de promover a los aspirantes de su partido, se dedicó a atacar a la candidata presidencial de la oposición y las organizaciones civiles que decidieron respaldarla.

La frase de Fox sobre el cambio de jinete y no de caballo y las advertencias de Calderón y Peña Nieto sobre los riesgos de un gobierno populista, palidecen en verdad ante el cúmulo de expresiones que usted lanza a diario desde su púlpito de Palacio Nacional: “El país quedará en buenas manos”, “Entregaré la banda a alguien que piensa como yo”; “Siempre que hay una transformación son tiempos de definiciones y ahora estamos viviendo un proceso de transformación, y no hay para dónde hacerse”, “¿Queremos una oligarquía con fachada de democracia o queremos una democracia auténtica en donde sea el pueblo el que decida? Es más que una elección lo del domingo, es un referéndum, es un plebiscito, es una consulta. No es nada más elegir a las autoridades, elegir al partido, no, es elegir el proyecto de Nación”, está última de apenas hace un par de días.

También quedaron sepultadas sus quejas pasadas sobre el uso propagandístico de las encuestas: hoy guarda silencio cómplice e incluso hasta contribuyó a su difusión. Como también lo guardó sobre el derroche de recursos de sus llamadas “corcholatas”.

Miente usted cuando asegura que estas serán las elecciones más limpias y libres de la historia. No pueden serlo cuando han sido asesinados al menos 34 aspirantes a distintos cargos de elección en varios estados. No puede ser libre el voto del ciudadano que acude a las urnas, si se lo permiten, movido por el miedo que le imponen los grupos delincuenciales, aunque usted diga que son hechos aislados y la violencia es “fresa”. Tampoco es libre el voto de quien es chantajeado con perder los apoyos sociales que hoy recibe, si no vota a favor del gobierno que se los dio.

No puede ser limpia la elección donde el presidente de la república fue el principal promotor y defensor de los candidatos de su partido, además de descalificador de los aspirantes opositores y de personajes públicos que los acompañan, en todo su derecho de hacerlo.

Un presidente que violó la ley hasta el último instante, no sólo promoviendo a su partido político sino presumiendo sus “logros”, en pleno proceso electoral, no sin advertir al “pueblo” de los riesgos que entrañaría si se elige una opción distinta a la que representa.

No será limpia una elección marcada por la inequidad en las condiciones de competencia, donde usted puso a disposición de su movimiento los recursos del Estado y donde fue cómplice ante una cobertura informativa desigual y un uso abusivo y propagandístico de las encuestas.

Así que pare de mentir, presidente. Sea cual sea el resultado de la elección presidencial del próximo domingo 2 de junio, en la que los ciudadanos haremos la parte que nos corresponde, ya no serán libres ni limpias. Usted contribuyó a mancharlas.

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