Hoy, el presidente mencionó a Albert Camus y Jorge Luis Borges, lo hizo por apenas por la epidermis del pensamiento de ambos, claro, porque el político tabasqueño es un hombre esencialmente ignorante igual que sus seguidores. Imagínense ustedes: Ricardo Sevilla festeja que su líder hablara de literatura al mencionar a ambos escritores. No, el presidente no hablo de literatura, los mencionó como parte de su propaganda cotidiana, que es distinto.
Apenas el 16 de junio, el político tabasqueño confundió el nombre del autor del Aleph y le llamó “José Luis”, exhibiendo la misma ignorancia que el presidente Fox cuando, en octubre de 2001, le llamó “José Luis Borgues”. Pero sobre todo, AMLO no habló de literatura, sólo se refirió por encima a ambos escritores, como hacen los farsantes para engañar al público (Stalin acostumbraba a hacer lo mismo). Pero ya que lo hizo por afanes de propaganda, AMLO ni siquiera tiene presente el hecho de que Borges fuera un antipopulista y un crítico de las tiranías. Tanto, que alguna vez dijo que “hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón”. En esas andadas, por cierto, Borges señaló que “las tiranías fomentan la estupidez” y tiene razón sin duda, más aún cuando vemos a feligreses aplaudir supuestas virtudes que sus líderes no tienen, como sucede con Sevilla y decenas de personas que abandonaron la duda como el estadio permanente del razonamiento activo. No por nada Borges acuñó: “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”.
Por otro lado, AMLO habló de “El hombre rebelde”, escrito por Albert Camus. No supo de lo que habló. Sólo dijo, como diría un hombre ignorante, que qué bueno que haya hombres rebeldes. “El hombre rebelde” es un ensayo que cuestiona duramente a la izquierda estalinista, es decir, el aliento del pensamiento único, la persecución de la disidencia y su estigmatización y el culto a la personalidad. Eso hizo enojar mucho a Jean Paul Sartre, por cierto, y rompió con el argelino quien, hasta entonces, era su amigo. Sartre sí fue un defensor de la obra estalinista en la URSS. En América Latina, por cierto, ese debate se trasladó a lo que estaba sucediendo en Cuba. Aquí, Enrique Krauze rechazó la persecución de Fidel Castro contra escritores y Mario Vargas Llosa incluso firmó un desplegado contra esas actitudes autoritarias.
En fin, “El Hombre rebelde” denuncia cualquier régimen totalitario, vale decir, los sistemas políticos ordenados por la voluntad de un solo hombre y soportados por una nomenclatura militar y pequeñas piezas difusoras de su pensamiento disfrazadas de intelectuales.
A propósito, Albert Camus subrayó una y otra vez la estupidez humana que permite el totalitarismo aunque, dijo, “No conozco nada más idiota que un accidente de auto”. Al día siguiente, el 4 de enero de 1960, el escritor moría en un accidente de auto.