La desordenada discusión pública mexicana está poniendo en peligro uno de los poquísimos avances que ha admitido la política económica real, a saber: el aumento sustantivo del salario mínimo.
Por no detenerse a reflexionar, por no averiguar porqué las cosas llegaron a ser lo que son y por ese prejuicio según el cual “todo lo anterior estaba mal”, ahora es el propio Presidente de la República quien, redondo, cae en la trampa y desde el lunes mandó evaluar la vuelta a la “indexación” del salario mínimo (véase https://tinyurl.com/yxq863ph). Sin saberlo el Presidente está proponiendo volver al esquema que empobreció a los trabajadores mexicanos durante treinta y cinco años. Veamos.
- En los años ochenta la economía mexicana padeció una explosión inflacionaria que obligó a echar mano de todo lo que fuera posible para detener el alza incontrolada de los precios. Entre esas medidas estuvo la dramática contención salarial, es decir, mientras que el resto de precios subían o se alteraban, los salarios lo hacían a mucho menor ritmo con lo que se deprimió la demanda. Al cabo de varios años los precios pudieron quedarse relativamente quietos, pero el costo fue el rezago de las percepciones de los trabajadores, una depreciación general de los salarios, empezando por los mínimos.
- Pero una diabólica estrategia llevó las cosas más allá: para que los salarios se quedasen en niveles rematadamente bajos se les ató a fórmulas que determinaron a su vez otras tarifas, cuotas, pensiones, multas y miles de otros precios más. Subes el salario… subes un montón de precios, automáticamente. Esto no fue casual: el modelo neoliberal, efectivamente, necesitaba salarios bajos para contener la inflación y para atraer inversiones. Y así se cumplía su propia profecía: no pueden aumentarse los salarios mínimos porque si lo haces aumentas generas inflación.
- La cosa fue tan abusiva que durante tres décadas este fue el primer pretexto para mantener estancados los salarios: no se pueden subir los salarios mínimos porque generas inflación, porque subes por default un montón de precios.
- No fue sino hasta 2014 gracias a la gran convocatoria del Gobierno de la Ciudad de México para discutir seriamente qué pasaba con los salarios mínimos, que los mexicanos caímos en cuenta del desastre laboral que esa fórmula había provocado. México tiene todavía el salario mínimo más bajo de América, el más bajo de la OCDE, más bajos que China, más bajos que Vietnam, y probablemente el más bajo del mundo. La conclusión de ese debate fue obvia: si queríamos salir de esa desolación, el primer paso debía ser desindexar, o sea, que el salario mínimo se determinase por sus propios méritos obedeciendo a las consideraciones constitucionales y procurando el bienestar de los trabajadores que lo ganan. Ya no fijándote en las multas de tránsito, las cuotas del INFONAVIT, las becas del CONACYT o las pensiones futuras. El salario mínimo es un precio de garantía para el mercado laboral presente.
- Luego de una basta discusión democrática, el Congreso de la Unión, por consenso, produjo una reforma constitucional que obligó a separar el salario mínimo de cualquier otra tarifa, cuota, multa, pensión, etcétera. El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y el CIDE realizaron un estudio exhaustivo y propusieron precisas redacciones para que el salario mínimo, por fin volviera a cobrar autonomía y dignidad.
- Precisamente porque se había desindexado, en diciembre de 2018 el Presidente López Obrador pudo decretar un aumento del salario mínimo histórico para clocarlo a 102.7 pesos (un ascenso de 14.32 pesos, el equivalente al 16 por ciento). Es en efecto la mejor medida de política económica en lo que va de su sexenio y representa un momento de cambio y de contraste frente al modelo económico precedente (basado en la represión salarial). Pero insistamos: si ese aumento pudo darse fue porque el salario mínimo ya no tocaba ni afectaba a ningún otro precio, fue porque ya estaba desindexado.
Es preciso recordar esta sencilla historia porque regresar a la indexación del salario mínimo, equivale simple y llanamente, a volverlo a cargar de pesos y cargas que lo mantuvieron en el sótano mundial durante toda una generación. De eso estamos hablando.