https://naavagreen.com/wp-includes/fonts/depo-25-bonus-25/

https://beccopizza.com/wp-includes/depo25-bonus25/

https://samouraimma.com/

Slot Qris

Slot Bet 100

jueves 19 septiembre 2024

Priscilla y el MUBI Fest

por Germán Martínez Martínez

Sofia Coppola es la creadora de la encantadora Perdidos en Tokio (2003, Lost in Translation, título que mucho perdió al traducirse de esta manera, pues folcloriza —vuelve turístico— lo que podría referir a lo ausente en una traducción, las carencias de la comunicación). El MUBI Fest fue el uso de la Cineteca Nacional de Xoco, en la Ciudad de México, del viernes 12 al domingo 14 de julio de 2024 para la proyección en múltiples salas de parte del catálogo de tal plataforma comercial de internet. Coppola es —para los extraviados en la parafernalia— la hija del director de las películas de El padrino, actriz en ellas y otras cintas. El fuerte de la presencia de MUBI en la cinemateca no fueron sus filmes, ni algunas charlas, sino el circo que sucedió fuera de salas con columpios, fotografías para y de los asistentes, luces, alimentos de kermés y filas gigantes para obtener regalitos para publicitar la plataforma. Una de las películas exhibidas fue Priscilla (2023), el noveno largometraje de Coppola. Tanto la cinta como el uso de la Cineteca ameritan algunas líneas.

El filme —centrado en Priscilla Beaulieu— muestra la relación de pareja entre la adolescente y después mujer Beaulieu y la estrella de la música popular Elvis Presley, con su arranque durante la conscripción militar de Presley en Alemania entre 1958 y 1960; donde Beaulieu también residía por su padre militar. Cuando se conocieron, ella tenía 14, él 10 años más y era ya una estrella internacional. Es crucial en Priscilla su exploración del encuentro y convivencia con alguien famoso, la euforia y decepción de vivirlo. Así la película de Coppola surge de la cultura popular y se inscribe en ella.

La transparencia es indispensable para la democracia. El uso de un espacio público como la Cineteca por una empresa privada como MUBI debe ser claro en sus razones, su funcionamiento y sus resultados. Los burócratas de la Cineteca declaran con orgullo la asistencia anual al recinto. Aun con su éxito global de espectadores, ¿la Cineteca no alcanza a cubrir sus gastos y necesita rentar a MUBI sus instalaciones? ¿Fue un intercambio para proyectar a futuro películas generadas o manejadas por MUBI en la Cineteca? ¿O se trata de un arreglo “justificado” en la supuesta calidad de la plataforma? Los datos seguramente están disponibles y para este y otros casos deben seguir estándolo: para eso sirven los mecanismos autónomos de acceso a la información. Pero México vive un gobierno —y su continuación a partir de octubre— que reserva datos y busca que el conjunto de ellos sea manejado por el poder ejecutivo. El afán de transparencia no debería abandonarse, salvo que se reconozca que el régimen de gobierno buscado no es democrático.

MUBI Fest en la Cineteca, institución financiada con impuestos.

Entre las curiosidades psicológicas de Priscilla se cuenta el retrato de su coprotagonista —visto en su tiempo como demonio sexual tanto por sus rasgos físicos como por sus movimientos de cadera al bailar— pues es un Elvis con apego patológico a su familia y parcial contención sexual acaso por inspiración religiosa. Coppola lo muestra, al menos en una etapa, como fanático religioso. La relación entre Elvis y Priscilla termina en 1973 y uno de sus hilos es el imprudente consumo de sustancias como anfetaminas, somníferos y también LSD por recomendación de un peluquero. Si bien este tipo de rasgos y hechos tienden a degradarse a chisme, Coppola logra darle mayor interés narrativo, aunque acaso no plenamente humano, sin que esté ausente la delicadeza.

Al escribir sobre MUBI en la Cineteca —y sobre una película proyectada durante el MUBI Fest— en forma alguna insinúo mal manejo económico, pues, como anoté, eso es escrutable. En cambio, cuestiono de manera plena que la institución Cineteca se convierta en sitio para promover suscripciones a una plataforma privada. Es contradictorio que desde el izquierdismo —al que se adscribe el actual gobierno mexicano y múltiples miembros de la comunidad cultural— se hable a la ligera de “privatización” cuando no existe y, en cambio, se haga caso omiso cuando esta sucede efectivamente: que el MUBI Fest haya tomado las instalaciones de la Cineteca Nacional fue la privatización de un espacio público por tres días (la supuesta “gratuidad” del ingreso no cambia lo fundamental de la acción). ¿A cuántas propuestas de festivales se les niega el uso de la Cineteca? ¿Cuántas películas mexicanas y extranjeras no han encontrado oportunidad de proyección en la Cineteca? Esto es significativo porque, si bien la mayoría de lo postulado es inviable y de baja calidad —aunque más de una propuesta funcionaría adecuadamente— los encargados de la Cineteca tienen ante todo responsabilidad como funcionarios. A pesar de que el perfil de algunos pocos sea de cierto compromiso con el cine, su deber primordial es como burócratas que deben rendir cuentas. La dedicación plena al cine como arte está en otra parte, en otras personas.

La tematización actual, acaso oportunista, podría haber sido abordar la historia de Priscilla y Elvis como la denuncia de un abuso —que pudo existir— tanto por la diferencia de edades como por la posición de él como personaje público. Según la versión de Coppola puede haber habido algo perverso, quizá sobre todo en términos de poder: él hasta habría escogido la ropa y tinte de pelo de ella, además de que Priscilla por imitación habría terminado consumiendo drogas cotidianamente. Sin embargo, al mismo tiempo, se muestra que Elvis habría esperado para tener relaciones sexuales y que habría tomado precauciones para convencer —acaso hasta legalmente— a los padres de Priscilla con la promesa de que su hija sería protegida, estaría en un ambiente familiar y concluiría sus estudios en un colegio católico. El personaje Priscilla, a pesar del deslumbramiento, experimenta confusión y frustración, como ocurriría con cualquier otro hombre.

La película de Sofia Coppola alrededor de Priscilla y Elvis Presley.

Estoy a favor del financiamiento privado de las artes y de que existan empresas como MUBI. Esto implica que un negocio como MUBI sea funcional sin depender de la infraestructura de la Cineteca para multiplicar su visibilidad (o del también público Centro de Cultura Digital en 2023). La retórica de colaboración entre gobierno e iniciativa privada en las artes —que quiere presentarse como novedosa y conciliadora— no resuelve estos dilemas. En lo sustancial la capacidad de definición de contenidos reside en el poder burocrático y los privados se convierten en contratistas de servicios artísticos lo que acrecienta y disfraza la lógica de la cultura oficial. Los privados pueden sentirse parcialmente satisfechos en lo económico, pero no harán la aportación cultural que podrían. MUBI es desde su inicio una empresa con intención de ganancias. No es una gesta artística que desarrolló una forma de obtener ingresos para el bien de sus creadores o de los artistas. Esto no es un problema: mientras más negocios haya mejor oferta cinematográfica podría estar disponible, siempre y cuando no tengan la aplastante competencia desleal de los cines subsidiados en que se están convirtiendo las cinematecas de México. El discurso de colaboración entre gobierno y entidades privadas en cultura es estrategia ante recortes presupuestales, mera consecuencia de la austeridad calificada propagandísticamente como “republicana”.

Rodar Priscilla quizá fue la manera que Coppola encontró de abordar el crecer a la sombra de personajes como su padre y sus cercanos. Desde algo tan simple como no poder estudiar entre el ruido de la fiesta perpetua de Elvis hasta la proposición matrimonial que no fue solicitud sino afirmación de hechos por venir, hay anomalías respecto a lo que enfrenta el común de las personas. En un contexto en que las admiradoras lo merodean, el Elvis de Coppola sin duda manipula a Priscilla y sus circunstancias: osa justificarse en ser estrella, exige que ella sea cuanto él necesita. Esto incluye tanto nimiedades como no poder tomar un pequeño trabajo, así como plegarse a que él impusiera que ella siguiera sus intereses y su “filosofía”, pues de lo contario había multitud de mujeres que compartirían eso con él. Es el chantaje al que recurre cualquier pelafustán, como quizá Elvis nunca dejó de ser. Este puente puede también estirarse para expresar que los dilemas alrededor de la Cineteca no son entre ser espacio inmaculado para las artes y cerrar las puertas a defectuosas culturas populares. La Cineteca Nacional no es un templo del arte cinemático.

La frase clave parece ser “buen cine”, que forma parte del lema publicitario de MUBI. La atracción que logra la mercadotecnia de MUBI —a la que sus ejecutivos quizá han dedicado más atención que a la eficacia de su reproductor que por años fue muy fallido— es notoria: hubo muchedumbres que enfrentaron la lluvia y otros problemas para asistir. La infraestructura de la Cineteca estuvo rebasada: a momentos los baños eran insuficientes, los boletos para cualquier función estaban agotados, el estacionamiento repleto llevó a filas fuera del recinto, así como provocó algún caos vial frente al complejo y, probablemente, en cada sección de la Cineteca había más gente de la que una evaluación de protección civil recomendaría. ¿Qué guiaba a tanta gente? Como ocurre en la comunidad cultural en general, alrededor de esta empresa se abusa de la palabra “curaduría” para crear una ilusión. En la práctica más habitual, curaduría no es una palabra mágica que signifique, ni mucho menos aporte, algo más que selección, ni resulta el ejercicio de un criterio del que se carece; sin embustes de por medio se parece más a que un ciego pretenda guiar a otro ciego. MUBI no es, en forma alguna, sinónimo de “buen cine” sino una plataforma heterogénea en que hay materiales valiosos y en que no escasean películas fallidas que se promueven como de calidad estética o social absoluta. Esto lleva a otro asunto que motivó actividad en redes sociales durante y después del MUBI Fest: creer que ser usuario de MUBI o peor, que convertirse en anuncio ambulante de la empresa con su bolsa azul al hombro sería credencial de cinefilia indica una confusión gregaria bastante banal, no amor al cine. Hay que ver MUBI y mucho más.

La presencia de MUBI generó memes y. comentario en redes sociales.

Aunque sea con recursos audiovisuales tan planos, tan convencionales, tan para un público cualquiera —como la ridícula representación de efectos del LSD— la forma de abordar la sexualidad de Elvis es un acierto. Sugerir, fuera de infidelidades y promiscuidad, que su sexualidad tenía una dimensión problemática se aleja del lugar común de la potencia sin límites. Es particularmente pertinente porque este tipo de delirio y fantochería es hoy tanto masculino como femenino. En cambio, Coppola dio a su público un Elvis que, entre otros desplantes y sin asomo de sadismo, hace esperar a su esposa “un poco” antes de copular de nuevo, ya tiempo después del parto de su hija. Más ampliamente Priscilla examina, obviamente, las dificultades de una mujer, de la pareja en que participa y de su separación. Como en otras películas, Sofia Coppola plantea conflictos sin mostrarlos ni mucho menos verbalizarlos, es el camino del cine, aunque ella no llegue a transitarlo a cabalidad.

No hay atajos posibles hacia el amor. La inmersión en el cine y las demás artes requiere trabajo inabreviable. Listas y consejos —aun los más doctos— son apenas referencias entre multitud de caminos. Hay que andar la vía interminable para acercarse al disfrute pleno del cine, sólo para encontrar que la ruta —afortunadamente— continúa, pues la creación artística no cesa. Ni una empresa, ni una institución pública pueden hacer el esfuerzo por uno; al contrario, ambas por su naturaleza tienden a ser obstáculos. El trabajo es redituable: descubre que la cuestión no es subjetiva —en el sentido de arbitraria— ni mucho menos relativa: existen obras que son el cumplimiento de las potencialidades del cine como arte, aunque sean pocas. Alrededor hay creaciones deficientes y legiones de errores de apreciación, tanto inconscientes e ignorantes como malintencionados. Siempre digo: hace falta ver 100 películas para encontrar una. No es exageración, ni pesimismo: el buen cine es identificable, pero no hay atajos para hallarlo, sino dedicación de vida, como en cualquier arte. Es tarea perpetua que ha de confrontarse con visiones alternativas, pero no disparatadas. El discernimiento es posible en la conversación infinita, esa es la gracia.

También te puede interesar

betvisa

jeetbuzz

jeetbuzz

jeetbuzz

winbuzz

winbuzz

daman game