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1.- Los recordatorios del The New York Times

Como ha ocurrido a lo largo de muchos años, la prensa mexicana concede demasiada atención a los dichos de la prensa extranjera. Y quizá no sea por el respeto al profesionalismo, sino más bien pareciera una especie de rubor malinchista por las propias incapacidades para convertir coberturas periodísticas en temas de la agenda cotidiana. Y a pesar de que, con bastante frecuencia, la prensa mexicana otorga a la extranjera jerarquía para otorgarle los encabezados principales, nunca se ha dado el caso de que la prensa foránea use alguna noticia de diario mexicano ya no se diga para nota principal, sino siquiera para consolidar reportes.

La larga nota de Azam Ahmed como encabezado principal de la edición del The New York Times del 28 de diciembre de 2017 sacudió las redacciones de diarios y espacios de radio y televisión porque tocaba uno de los temas más sensibles en toda relación de la prensa con el poder: las pautas de publicidad oficial en medios como una forma de relación comercial o como un mecanismo de control de contenidos. Ahí estuvo uno de los problemas de contenido editorial de la nota del NYT: los ingresos principales de los medios de comunicación provienen del gobierno como el primer anunciante; y ello ha sido siempre así por dos carencias que tiene el medio periodístico nacional: la ausencia de empresas privadas autónomas del poder que se anuncien y la ausencia de lectores que compren medios para alentar la existencia de los medios.

Hay, entre muchas, dos historias:

1.- En 1973 el periódico Excélsior fue víctima de un boicot de publicidad de los principales empresarios encabezados por el poderoso magnate Juan Sánchez Navarro, como una forma de defenderse de las críticas de ese diario contra la empresa privada atada a los intereses del gobierno en turno. Muy al estilo de los contrasentidos a la mexicana, el gobierno de Echeverría –que aparecía como defendido del boicot empresarial– ordenó que el gobierno supliera con publicidad oficial la que los empresarios retiraban. El asunto se complicó cuando el director del medio, Julio Scherer García, ordenó aumentar el tono crítico del periódico contra el gobierno “para no dejar la impresión de que no estaban comprando”. En julio de 1976 el gobierno apoyó una rebelión interna en el diario y el director Scherer abandonó el cargo.

2.- En 1988, a pocos días del resultado electoral sorprendente que le dio al candidato oficial Carlos Salinas de Gortari apenas el 50.3% de los votos y a Cárdenas el 31%, el operador salinista Manuel Camacho me pidió ir a verlo sólo para hacerme una pregunta: ¿por qué la prensa escrita mexicana había votado por Cárdenas?; es decir, por qué los medios habían abandonado al candidato del gobierno. Mi respuesta fue rápida: porque Salinas como responsable del presupuesto público había cortado fondos publicitarios a los periódicos que se convirtieron en despidos y bajas salariales. En el gobierno de Miguel de la Madrid se había completado el itinerario comenzado con Echeverría: los medios escritos habían conquistado una autonomía relativa del presupuesto público; podría seguir habiendo publicidad oficial pero los periodistas –no los dueños– ya no dependían de ese mecanismo para escribir sus textos.

El principal mecanismo de control de los gobiernos sobre los medios es muy parecido en México al existente en los EE.UU. Ese control en México se llama “pensamiento histórico” o control ideológico, en tanto que en los EE.UU. es el pensamiento imperial que defiende, vía sus medios, el modo de vida estadunidense o el american way of life. Hasta Salinas en 1992, el Estado era el representante del mandato histórico de la Revolución Mexicana; por tanto, ese Estado tenía un escudo ideológico histórico que dominaba la reflexión crítica. Los gobiernos, por tanto, usaban a los medios escritos como –modelo Althusser– aparatos ideológicos del Estado, reproductores de la ideología oficial. Periodistas como Ahmed del NYT, debiera entenderlo porque en los EE.UU. hay un modelo similar: los medios son los guardianes del pensamiento estratégico de seguridad nacional, son los aparatos ideológicos del Estado imperial.

Regular la publicidad oficial reto Congreso 2018
GALO CAÑAS /CUARTOSCURO.COM

El problema de la nota del NYT radicó justamente en su enfoque de dominación imperial: la prensa en México no funcionaba como en los EE.UU. y por tanto estaba mal. En México, a pesar de la dependencia de recursos publicitarios del gobierno, casi todos los medios tienen espacios de ejercicio crítico contra el sistema y contra el propio gobierno. El caso de La Jornada es claro: ha recibido muchos fondos publicitarios del gobierno, pero sus caricaturistas han sido demoledores de la imagen presidencial. Muchos lectores del diario se saltan las notas elogiosas a Peña Nieto para disfrutar, con saña satisfactoria, las caricaturas. Por tanto, los fondos del gobierno no implican dominación absoluta; si acaso, su intención es sólo comprar espacios de difusión de imagen en medios críticos.

La alternancia partidista en la presidencia de la república en el 2000 no hubiera sido posible sin el papel crítico de la prensa escrita contra el sistema político priísta de 1968 al 2000, con o sin publicidad oficial. La prensa escrita logró demoler al presidencialismo como la estatua de Lenin del autoritarismo priísta y desmoronó el muro de Berlín del PRI. Este enfoque nunca apareció en el texto de Ahmed porque su interés no fue el de reportar la situación real de la prensa en México en su relación con el gobierno, sino sólo rastrear fondos públicos en cuatro medios mexicanos.

De ahí que la primera conclusión de la lectura del texto de Ahmed encuentra una incapacidad para reportear a fondo un tema y quedarse en la superficie; es decir, que Ahmed fue un mal reportero, como muchos de los que tienen el NYT y otros grandes medios estadunidenses que se quieren erigir en catedrales del periodismo mundial.

2.- Fallas de técnica periodística en reporte de Ahmed

Los defectos de la nota de Ahmed revelan las intenciones típicas de observadores extranjeros: carecen de un marco histórico y presentan un enfoque unilateral. Es decir, esos textos están redactados para la forma de operar de los dos principales destinatarios de los reportes de los grandes diarios: los hacedores de políticas exteriores y los lectores que leen el NYT con ojos de dominación imperial. Por ello es que los reportes no reflejan realidades reales, sino realidades interpretadas. Inclusive el gran esfuerzo de Alan Riding, corresponsal del The New York Times en México en los setenta, reflejó su intento de comprensión de México desde la perplejidad de la superioridad, como se nota en una relectura crítica de Vecinos Distantes. Ciertamente, no todos los corresponsales extranjeros son John Reed.

Es muy complicado para los despachos de prensa registrar datos históricos que enriquezcan la comprensión de la problemática de México. Pero cuando menos algunas pinceladas podrían ayudar a cumplir una de las grandes aportaciones de los corresponsales estadunidense en Vietnam en los sesenta y setenta: la contextualización, porque las cosas son no porque son sino porque contienen elementos que las hacen ser. La larga nota de Ahmed revela que lo medios mexicanos están comprados por la publicidad gubernamental, pero no explica cómo es que en esos mismos medios hay enormes y profundos esfuerzos de crítica anti sistémica radical; en 1994 la prensa paró en seco la línea de represión contra el EZLN en Chiapas. Y era fácil entenderlo en un enfoque comparado: la cobertura crítica sobre Vietnam de los grandes diarios fue posible aún en contra de la percepción imperial anticomunista de anunciantes y lectores del diario. Pero las nuevas generaciones de reporteros estadunidenses han olvidado sus propias experiencias.

La lucha de periodistas mexicanos por espacios de ejercicio de la crítica ha superado las presiones gubernamentales, los compromisos de los editores y los perfiles conservadores de lectores y anunciantes. Hasta el movimiento estudiantil del 68, los espacios críticos en la prensa eran muy escasos. Inclusive, con apenas semanas de haber tomado el cargo, los editorialistas de Julio Scherer García en Excelsior eran institucionales, pro-gobierno. Por eso las manifestaciones estudiantiles sobre Paseo de la Reforma se detenían en los balcones de Excelsior y El Universal a gritar; “¡¡¡prensa vendida!!!”   Paradójicamente solo el periódico El Día, dirigido por el excomunista y entonces priísta Enrique Ramírez y Ramírez, era el único diario que se atrevió a publicar los manifiestos de protesta del movimiento.

Juan Miranda

La ruptura en Excélsior en julio de 1976 promovió la multiplicación de medios que recibían publicidad oficial pero mantenían sus espacios críticos. El punto sensible era otro: la disidencia era sistémica, institucional, crítica, pero no promotora de otro régimen. Se trataba de que el régimen de la Revolución Mexicana regresara a sus objetivos de justicia social que representaba –todavía en aquel entonces– el PRI y su sector nacionalista-revolucionario. Es decir, medios intensamente críticos no pedían cambio de régimen, ni siquiera la alternancia partidista en el poder. El Partido Comunista Mexicano, el único partido de oposición real hasta 1978, era ilegal y perseguido por la policía política del Estado. Por ello es que Proceso, Siempre, La Jornada, UnoMásUno, El Financiero, El Universal y Excélsior nunca buscaron un nuevo régimen, sino que consolidaron espacios críticos, de manera independiente al importante porcentaje de publicidad oficial en ellos y al margen de la propiedad empresarial de los medios.

El reporte de Ahmed se quedó sólo en el destino de los fondos publicitarios del gobierno, sin explicar la configuración e historia política de los medios. Pero la alternancia del 2000 no hubiera sido posible sin la crítica consistente de medios escritos, a pesar de los fondos publicitarios gubernamentales. De ahí que al reporte del NYT carezca de datos de equilibrio informativo que ha sido uno de los elementos del periodismo estadunidense moderno: probar si esos medios tienen espacios críticos o toda su información es oficial y favorable al gobierno. Es como si se dijera que el dinero de Carlos Slim que salvó al NYT de la quiebra debiera ser el único elemento analítico sobre la cobertura informativa del diario.

Y al reporte de Ahmed le faltó –entre muchas otras cosas que exige el profesionalismo del periodismo analítico real– un análisis de la parte importante que definen los espacios editoriales de los medios: el régimen de propiedad, con el dato adicional que en los noventa ese mismo régimen empresarial permitió el boom del columnismo crítico con autonomía relativa de los intereses empresariales, pero que en la alternancia y en el peñismo esos espacios críticos se redujeron sin desaparecer.

El texto de Ahmed se quedó, por tanto, en la superficie; y si bien ha derivado en muchas reacciones, en técnica periodística no cumplió su objetivo porque quedó lleno de huecos de ineficiencia, incomprensión y desequilibrio.

3.- La viga en los ojos del NYT

Los defectos de técnica periodística del texto de Ahmed provienen del desconocimiento de la historia de sus propios medios y de sus propias realidades periodísticas, propio de reporteros jóvenes que andan en busca sólo de notoriedad. En el pasado, las misiones de corresponsalías en el extranjero exigían primero un conocimiento histórico de la realidad a contar; por eso es que hoy en día los reportes en zonas de conflicto se quedan en la superficialidad. Ocurría también en el pasado. En De la prensa cuenta Tom Wicker, jefe de la oficina en Washington en los ochenta del NYT, que los corresponsales en Vietnam decían sólo lo que lo reportes del ejército invasor les entregaban; luego pusieron en duda el contenido y salieron a reportear que esos informes eran mentiras; y finalmente hubo quienes lograron entender la lógica histórica de la invasión.

El asunto se complicó en las guerras estadunidenses en el medio oriente en los noventa cuando los corresponsales llegaron junto con los invasores estadunidenses –ejército de ocupación– y salían a misiones dentro de vehículos militares estadunidenses; una de las oficinas del NYT en Afganistán permitía armas en su equipo. El modelo fue llamado embedded que se traducía como “empotrados” dentro de vehículos militares estadunidenses, pero que en traducción libre podría ser también como “encamados”. Por eso los reportes de los corresponsales de guerra fueron siempre los del ejército invasor, como podría ser simbólicamente hablando, trabajos como el de Ahmed: una información desde el punto de vista de la lógica estadunidense, reforzada porque los árabes musulmanes radicales representaban los valores contrarios al pensamiento imperial estadunidense.

Los casos extremos de las notas sobre Vietnam y el caso Watergate tampoco fueron antisistema ni antirrrégimen. Sobre la guerra en el sudeste asiático había más bien una oposición a la violencia de guerra, motivado, también lo cuenta Wicker, por las cartas de padres de soldados jóvenes a las redacciones de los diarios para decirles que las notas de sus enviados especiales no estaban contando la verdad. Y en el caso Watergate fue más bien un asunto de pugna en la élite del FBI –como lo revelan las confesiones antes de morir de Mark Felt, el famoso “garganta profunda” que dio dirección política a las notas de Bob Woodward y Carl Bernstein, del The Washington Post–: un enojo porque no lo hicieron director de la Oficina.

REUTERS/Carlo Allegri/File Photo GLOBAL BUSINESS WEEK AHEAD SEARCH GLOBAL BUSINESS 30 OCT FOR ALL IMAGES

La larga lista de errores de los medios escritos estadunidenses muestra deficiencias ocultadas. De las muchas rescato pocas:

–Cuando Louise Bryant, la esposa del periodista John Reed, legendario por hacer las crónicas de la revolución rusa de Lenin, se puso en huelga de hambre en 1918, un editorial del NYT dijo que las autoridades mejor hubieran permitido que llegara hasta el final: su muerte, para terminar con una protesta “roja” o comunista.

–En 1961 el periodista del NYT Tad Szulc descubrió el plan de la CIA para patrocinar una invasión a Cuba, pero la nota no fue publicada porque el presidente Kennedy llamó por teléfono al dueño del diario Orvil Eugene Dryfoos para pedirle, en nombre de la seguridad nacional, que esa nota no se difundiera; fracasada la invasión en Bahía de Cochinos, Kennedy le dijo al dueño del periódico que mejor hubiera publicado la nota para evitar la derrota. Esta historia la cuenta con detalles Gay Talese en El reino y el poder, una historia narrada del NYT. Eso sí, el diario permitió una entrevista en la sierra con Fidel Castro pagada de falsedades para mostrar que el líder guerrillero estaba vivo.

–Hay datos de que el NYT fue antisemita en plena segunda guerra mundial, favoreciendo a Hitler.

–El caso máximo de descuido de sus reporteros fue el de Jayson Blair en el 2003, que fue descubierto que decenas de sus textos eran plagiados, sin que la estructura interna del diario, dominada por la soberbia, se hubieran percatado. La reacción no fue sólo el despido de Blair sino la caída del director Howell Raines.

–El reportero Mikel Finkel fue descubierto falsificando notas y fotos de la esclavitud en Africa y tuvo que irse.

–La ganadora del Pulitzer Judith Miller participó en la fabricación de evidencias que tomó el presiente George W. Bush sobre compra de uranio enriquecido para invadir Irak. El caso la llevo a la cárcel cuando se negó a revelar su fuente de información, la cual había sido el asesor de seguridad nacional del vicepresidente Cheney.

–El NYT publicó por primera vez los papeles del Pentágono sobre Vietnam y se quedó pasmado con la orden de suspensión judicial, en tanto que el The Washington Post consiguió una copia, también fue condenado a suspender la publicación, pero la dueña del diario acudió a la Corte Suprema y ganó la libertad de publicar.

–En 1985 dos enviados especiales del NYT llegaron a México a denunciar que los servicios mexicanos de espionaje, la Dirección Federal de Seguridad que había sido fundada por la CIA, se habían pasado al lado soviético; por esa denuncia fue arrestado José Antonio Zorrilla Pérez, director de la DFS, aunque acusado del asesinato del columnista Manuel Buendía. Sin embargo, su cese fue por el reportaje del NYT impulsado y documentado por la CIA.

–En 1997 el corresponsal del NYT en México acusó al gobernador sonorense Manlio Fabio Beltrones de tener ligas con el narco, pero el aludido probó que el reportaje era una mentira, obligó al periódico a publicar su carta de protesta y demostró que el periodista había inventado versiones: en la entrega de información al comité Pulitzer, sin embargo, Dillon escondió su columna con datos falsos.

–En una reciente columna en Politico, el especialista en medios Jack Schafer se burló de la forma en que los directivos del NYT habían obligado a los periodistas, columnistas y corresponsales del diario a promover la venta de suscripciones del diario; fueron actitudes vergonzosas de los periodistas rebajarse a promotores de ventas en lugar de dedicarse a investigar.

–Está también el hecho de que el NYT, junto con el Post y la CNN, entre muchos otros, han sido exhibidos por el presidente Trump como fábricas de notas falsas o tendenciosas; y, por si fuera poco, el NYT publicó en la última campaña presidencial un editorial del diario apoyando la candidatura presidencial de Hillary Clinton, a pesar de sus yerros en la política exterior imperial del presidente Obama.

–En el 2003 el periodista James Risen, uno de los mejor informados en temas de seguridad nacional, reveló los mecanismos de espionaje a ciudadanos ordenados por el presidente George W. Bush violando derechos individuales, pero fue procesado por no revelar su fuente de información. Los textos de Risen fueron publicados en el libro State of war; durante su juicio Risen no contó con el apoyo jurídico del NYT. Y en ese mismo 2003, Risen había conseguido datos sobre otro operativo de espionaje de la National Security Agency, pero el NYT se abstuvo de publicarla luego de una llamada telefónica de la consejera de seguridad nacional, Condoleezza Rice al director ejecutivo del diario, Howell Raines, el mismo del caso Blair.

–En una reciente columna en Politico, el especialista en medios Jack Schafer se burló de la forma en que los directivos del NYT habían obligado a los periodistas, columnistas y corresponsales del diario a promover la venta de suscripciones del diario; fueron actitudes vergonzosas de los periodistas rebajarse a promotores de ventas en lugar de dedicarse a investigar.

–Y como para cerrar un registro incompleto queda la entrevista exclusiva que logró Mike Schmidt el enviado del NYT a Mar-a-Lago, la Casa Blanca del trópico, con el presidente Trump apenas el pasado 28 de diciembre, el mismo día en que circulaba la edición del diario con la nota sobre México: nada menos que media hora para él solo, sin que hubiera ningún otro periodista ni ningún funcionario de prensa. El saldo fue mediocre: al día siguiente el The Washington Post encontró nada menos que veinticuatro falsedades o dudas en las declaraciones presidenciales, sin que el entrevistador osara interrumpirlo para señalar esas inconsistencias. La justificación del reportero, escritas como notas abiertas a los lectores en el propio NYT, estableció el criterio de que buscaba la fluidez de las respuestas presidenciales. Al final, la entrevista del NYT quedo para los anales de una… anti-entrevista o lo que no se debe hacer al entrevistar a un presidente, aunque quedó también el sospechosismo de algún arreglo secreto entre el periodista y el amigo de Trump que promovió el encuentro casual-nada casual entre el presidente y el periodista,

Así que el The New York Times podría seguir criticando a los demás, pero sin que hasta la fecha haya habido un verdadero acto de reconocimiento de yerros propios que le quitan, cuando menos, ese aire de superioridad del periodismo del primer mundo. Es fácil en el periodismo encontrar la paja en el ojo ajeno, sin sentir la viga en el propio. Los medios mexicanos y muchos de sus columnistas, articulistas y reporteros son los primeros en reconocer que el periodismo mexicano dista mucho de ser lo que debe ser en una democracia, pero con las certezas de que la transición de México de la dictadura blanda priísta a la democracia electoral no hubiera sido posible sin el papel activo en la crítica de los medios de comunicación en su crítica al autoritarismo presidencial y al agobio dominante del PRI.

4.- El proconsulado del NYT en México

Los corresponsales del NYT en México han sido, en la realidad, un factor de poder que representan la perspectiva de los enfoques de seguridad nacional del imperio sobre su vecino del sur. El que hizo los mejores esfuerzos para entender a México fue Alan Riding, quizá por su origen brasileño-inglés. No sólo trató de entender a México desde la perspectiva de la información, sino que se dedicó a estudiar su cultura en El Colegio de México. Su libro Vecinos distantes fue parte de ese esfuerzo de entendimiento.

Antes de Riding, el corresponsal del NYT tomó la plaza con complacencia, se pasaba los días jugando en el Casino de la Selva de Cuernavaca y sus relaciones cómodas con el poder lo tenían bajo control de los gobiernos priístas, según cuenta Talese en El reino y el poder. A Riding, además, le tocó lidiar con los ochenta con el embajador John Gavin, un prepotente actor de origen mexicano que había filmado películas en Hollywood con el presidente Reagan. Por eso sus primeras acciones fueron para negar cualquier gota de sangre mexicana y se comportó como un procónsul imperial. Inclusive, sus relaciones con el NYT fueron ríspidas: en una ocasión durante el conflicto México-EE.UU. por el asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar, Gavin dio una conferencia de prensa en la embajada y ante la pregunta de Riding, suficientemente conocido, Gavin le preguntó: ¿de qué medio viene usted? Y Riding, con una sonrisa, le dijo: del New York Times.

Los corresponsales del NYT en México posteriores a Riding se encontraron ya con un país en cambio; había más prensa crítica, más partidos, más dinamismo político. Sólo destacó Sam Dillon por su nota en primera plana del diario en 1997 acusando a Beltrones de ser parte del narco, pero el político mexicano probó que la referencia del corresponsal, sin ninguna prueba, era falsa, y así lo tuvo que reconocer la dirección del periódico. Sin embargo, como siempre ocurre, Dillon fue protegido por uno de los directores de opinión del periódico, retirado por la puerta de atrás de la corresponsalía y nunca fue reprendido ni castigado por haber embarcado al periódico con una nota falsa. Pero se trató, el de Dillon, de uno de los muchos casos del diario y las notas falsas.

El caso de Dillon-NYT-Beltrones se convirtió en un asunto de ética periodística en escuelas de periodismo de los EE.UU. porque el profesor Keith Rossenblum publicó el libro No hay acusador ni delito, pero eres culpable, un análisis párrafo por párrafo del reportaje de Dillon en el NYT del 23 de septiembre de 1997 en el que acusó a Beltrones. Y línea por línea Rossenblum demostró las fallas no sólo de técnica periodística sino de ética informativa de Dillon. El asunto se complicó por datos que llevaron a probar complicidad de Dillon con el banquero Roberto Hernández cuando el corresponsal amenazó a un periodista que indagaba nexos de Hernández con el narco.

Port cierto, Beltrones presentó una demanda en la PGR mexicana sobre el reportaje de Dillon en el NYT y el resultado final señaló que la nota del corresponsal presentaba “la existencia de difamaciones y calumnias”. En Nueva York Dillon fue protegido por su periódico, le permitieron presentar una lista incompleta de trabajos y resistieron hasta el final la presentación de una corrección y una disculpa a Beltrones, a pesar de que la embajada estadunidense en México y el consulado en Sonora había declarado oficialmente que Beltrones había sido una pieza clave en la lucha contra el narco en México.

La nota de Ahmed sobre la prensa mexicana y la política publicitaria del gobierno no fue la primera con errores de técnica periodística y de desequilibrios informativos. En mayo del 2016 Ahmed publicó una nota muy parcial para denunciar la letalidad de las fuerzas armadas en la lucha contra el crimen organizado, sin aportar elementos que señalaban que los militares habían repelido ataques ni cruzar la información con una mayor letalidad de las fuerzas policiacas en los EE.UU. que habían provocado motines de afroamericanos afectados, al grado de que las protestas de jugadores de futbol americano al hincarse durante el himno nacional en protesta contra abusos de fuerza de policías contra afroamericanos que había llevado al presidente Trump a exigir el despido de los jugadores rebeldes. En un año fueron asesinados mil 100 ciudadanos en los EE.UU. por policías.

La nota de Ahmed sobre la letalidad de las fuerzas armadas mexicanas se publicó en el contexto de las presiones del gobierno de Obama para desplazar a los militares mexicanos de la lucha contra el crimen organizado y facilitar la llegada de militares estadunidenses, un hecho que significaría la verdadera colombianización del narco. En el contexto de las presiones de seguridad nacional de la Casa Banca el NYT formó parte de la estrategia de seguridad nacional de Washington de ablandamiento de México vía reportajes periodísticos.

El NYT suele apuntalar su prestigio con las decenas de premios Pulitzer que ha recibido. Pero en el 2000 la revista Brill´s Content reveló favoritismo en la asignación de esas preseas: el administrador del Pulitzer es el periodista Seymour Topping, quien ha laborado durante treinta y cinco años en diferentes posiciones del NYT. Y esos premios han opacado denuncias formales presentadas por abogados contra los abusos en las acusaciones del NYT, como el libro Journalistic Fraud, del abogado Bob Kohn, en el que analizaba minuciosamente y desde el punto de vista jurídico la forma en que el NYT violaba los códigos de veracidad con acusaciones sin fundamento en muchas de sus notas.

FOTO: DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM

5.- El NYT y el petate del muerto

En este contexto sólo queda decir que a veces los mexicanos nos comportamos como sociedad del tercer mundo y nos asustamos cuando poderosos medios como el NYT desenvainan la espada justiciera. Pero a veces le damos más importancia al diario neoyorkino que la que tiene en función de sus pasivos éticos periodísticos. Hay veces que da en el blanco, pero las más yerra sin rubor. Por eso no hay que tomar muy en serio la nota de Ahmed, toda vez que su nota muy larga carece de marco periodístico, marco histórico y sólo es un reclamo de un diario que se erige como la autoridad moral sin tener los merecimientos por historias propias.

La crisis del periodismo mexicano existe, es muy profunda y debe ser debatida. Y un marco político es su papel en la transición mexicana a la democracia electoral. Asimismo, debe analizar lo que ocurre con la prensa mexicana vía el régimen de propiedad, los espacios a la crítica, la inexistencia de lectores ávidos de información y la ausencia de empresarios que con sus anuncios contribuyan a la pluralidad informativa, por cierto los mismos problemas por los que atraviesa la gran prensa estadunidense y que ella misma se ha negado a debatir consigo misma. Los corresponsales como Dillon y Ahmed sólo agitan las aguas en busca de reconocimientos que nada tienen que ver con el periodismo analítico y que solo revelan enfoques de superioridad que no revelan los problemas del periodismo mexicano.

Como corolario sólo hay que precisar que el NYT no es la catedral del periodismo que tanto pregonan sus seguidores, sino que, como todo periodismo que tiene yerros y certezas, es sólo una capilla de condado en una sociedad, por cierto, con la presencia de miles de religiones practicantes.

Autor

  • Carlos Ramírez

    Periodista y escritor. Aautor desde 1990 de la columna “Indicador Político” de El Financiero, sus últimos libros: Obama, El regreso del PRI (y de Carlos Salinas de Gortari) y La comuna de Oaxaca.

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