Si entendemos bien el mensaje de los tres panistas que debatieron con Carlos Loret, la conclusión es lapidaria: que renuncie Ricardo Anaya a la dirigencia del PAN.
¿Y por qué la contundencia del intercambio de opiniones entre tres de los más influyentes panistas?
Elemental, porque, según lo que dijeron Margarita Zavala, Gustavo Madero y Rafael Moreno Valle, el joven Ricardo Anaya “juega el juego” de la sucesión presidencial —dentro del PAN— con cartas marcadas. Es decir, haciendo trampa.
¿Y por qué hace trampa Anaya?
La respuesta está a la vista de todos. Porque el aún presidente del partido azul no solo construye su candidatura presidencial desde el asalto a la dirigencia del PAN —igual que lo hizo Roberto Madrazo en 2006—, sino que el queretano literalmente se robó todos los spots del partido, no para posicionar al partido azul, sino para hacer crecer su figura.
En pocas palabras, que el joven Anaya hace todo aquello que el PAN criticó del PRI —como convertir al partido en instrumento al servicio de y para un solo hombre—, además de que sigue los pasos del mayor de los peligros para la democracia en México: el señor López Obrador.
Dicho de otro modo, que por increíble que parezca y por contrario a los principios del PAN que resulte, Ricardo Anaya ha recurrido al tramposo expediente del lopezobradorismo. ¿Y eso qué significa?
Poca cosa, que igual que el sátrapa de Obrador, el señor Ricardo Anaya ha convertido al PAN en una institución de su propiedad, al servicio exclusivo de sus intereses personalísimos y cuyos recursos económicos —traducidos en millones de spots— sirven para aplaudir la imagen de Anaya, no la del PAN, no las de sus gobiernos, no la de sus principios y su doctrina.
Por eso —y frente a la conversión del PAN en una mala copia de la Morena de AMLO—, no pocos militantes azules preguntan por la doctrina democrática de Acción Nacional, por la mística del partido, por la historia y el origen de los azules.
¿Dónde están los principios que dieron vida al PAN como emblema de la democracia en México?
Pero el debate entre la señora Zavala y los señores Madero y Moreno Valle también mostró la feria de traiciones de que es capaz la política mexicana y, en especial, el nuevo PAN, el de Ricardo Anaya.
¿Y cuáles son esas traiciones?
1. Vale recordar que el señor Ricardo Anaya llegó a la dirigencia del PAN gracias al apoyo, primero, de Gustavo Madero y, luego, de Rafael Moreno Valle.
2. En un primer momento, cuando Madero debió dejar la presidencia del PAN, intentó convertir a Anaya en su instrumento para controlar el partido desde afuera. Está claro que el señor Madero poco o nada entiende de política y menos de condición humana. Por eso Ricardo Anaya cultivó la soberbia de Madero y —una vez que se apoderó de la dirigencia del PAN— operó la traición a Maderomediante uno de los típicos parricidios de la política mexicana. El hijo mató al padre político.
3. A su vez, Rafael Moreno Valle también empujó a Ricardo Anaya a la presidencia del PAN, bajo la premisa de que sería “su hombre” en la dirigencia azul. Sin embargo, Moreno Valle cometió el mismo pecado deMadero. ¿Y cuál fue ese pecado?
Creer en la palabra de Ricardo Anaya, quien al minuto siguiente de apoderarse de la presidencia del PAN “rompió lanzas” con Moreno Valle. Y es que Anaya no es un político de grupos o de equipos. No, el único equipo y el único grupo de Anaya se llama Ricardo Anaya.
4. Al final —y gracias a una grosera feria de traiciones—, Anaya es un influyente precandidato presidencial del PAN. El problema es que una de sus mayores virtudes —la de unificar al PAN— es su peor enemigo.
¿Por qué?
Porque unificó a todos, pero en su contra. Por eso cobra fuerza la especie de que Anaya debe renunciar a la dirigencia del PAN si quiere ser candidato. Y debe renunciar a la candidatura presidencial si quiere seguir al frente del PAN.
Y es que hoy el escenario en el PAN es “todos contra” Ricardo Anaya
Al tiempo.
Este artículo fue publicado en Milenio el 23 de septiembre de 2016, agradecemos a Ricardo Alemán su autorización para publicarlo en nuestra página.