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Andrés Manuel López Obrador volvió a emular a su maestro Luis Echeverría: a partir de ahora, la política exterior se maneja desde Palacio Nacional. El lamentable comunicado del gobierno federal, que da respuesta a la resolución del Parlamento Europeo sobre la situación de los periodistas y defensores de los derechos humanos en México, pone al canciller Marcelo Ebrard en una de las posiciones más humillantes padecidas por un secretario mexicano del ramo, desde la estupidez echeverrista de atacar al sionismo y cuyas consecuencias tuvo que soportar Óscar Rabasa, por la autoritaria y cenutria doctrina política del fusible.

El realismo político en este país se traduce en el adagio “comer caca, no hacer gestos… y pedir más”, pero esa coprofagia siempre es interesada: el comensal de la boñiga paladea ese platillo porque espera una recompensa en consecuencia. En los niveles más bajos es la paga quincenal, en la alta política es un cargo de mayor envergadura, pero, ¿qué le puede ofrecer López Obrador a Ebrard, si no lo consideró merecedor del cargo de pascualito, sino que ya ungió como su delfina a Claudia Sheinbaum? En el buffet solo hay puestos de menor peso que el que ahora tiene y Marcelo ya fue jefe de gobierno de la capital del país. Una senaduría u otra gubernatura queda por debajo de su ocupación actual… y Andrés carece de la influencia para posicionarlo en un cargo internacional especializado (como Derechos Humanos de Naciones Unidas, ACNUR, la OMC, la OEA o algo similar). Como el enamorado desairado por Sor Juana, Marcelo espera pasar al estatus de peoresnada, en caso de que su rival de cariños caiga en desgracia. Su esperanza es ingenua, para decirlo suavemente.

Ebrard debería renunciar, en público y frente al presidente, como sugerí en un hilo de Twitter. Sería la única forma de que recuperara su dignidad, luego de las cabriolas socialistas que ha tenido que dar con el objetivo de conseguir los favores del Presidente Sol, quien lo trata con la mismas faltas de respeto que le propinaba a Arturo Herrera: lo contradice y ningunea. ¿Por qué continúa? ¿Acaso tiene miedo? ¿A qué?

En suma, Marcelo está haciendo el ridículo, en espera inútil de una candidatura presidencial que no llegará. López lo ha puesto en situaciones verdaderamente inaceptables, como este comunicado hecho a sus espaldas, con la mano de Jesús Ramírez y otros incapaces, la designación de Salmerón y Jesusa Rodríguez como candidatos a embajadores de Bolivia, sus ataques a España o a Estados Unidos. El premio de presidencia a las misiones especiales de Ebrard, como contratar pipas o conseguir vacunas, es escupirle en la cara. Ya hace falta que el canciller muestre dignidad y dé un paso a un costado, de lo contrario, su aspiración a la presidencia de México quedará más sepultada que el México danés que su jefe prometió a sus electores. Planteado de una manera más puntual, en el lenguaje que le gusta a López: nada se gana trabajando para un prepotente malagradecido.

Autor

  • Óscar Constantino Gutierrez

    Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y catedrático universitario. Consultor en políticas públicas, contratos, Derecho Constitucional, Derecho de la Información y Derecho Administrativo.

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