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La normalidad político electoral en que veníamos viviendo y a la que ya nos habíamos acostumbrado, aunque siempre mejorable, hoy se ha visto alterada y violentada. Y esta mala conducta, al final del dìa, ha sido de todos: del gobierno, de los partidos y de los actores políticos aspirantes, en este caso, a uno de los cargos de elección popular; esto es, a la ansiada y siempre ambicionada Presidencia de la República. 

Ninguno se ha quedado atrás, y en este sentido, valga destacar esta verdad de perogrullo, pues queda más que demostrado que es normal, genuino y valido el aspiracionismo; en este caso el político, tengan o no los aspirantes la preparación, cualidades y méritos que se requieren para ocupar el anhelado cargo al que pretenden. Pero esto último ya es otra cosa, que los ciudadanos votantes, informados y razonadamente, debe evaluar, para con verdadera consciencia y sentido patrio, piensen y valoren al momento de sufragar. 

No obstante, hay que acentuar que esta desobediencia a la normativa la propició e inicio el gobierno, interpretando a su manera la norma, torciéndola y aparentando su cumplimiento, así como a los resolutivos normativos de los órganos electorales. 

Sin embargo, hay que señalar que esta experiencia que estamos teniendo, no obedecen a una autentica realidad político social de buena y saludable vivencia democrática, sino a una caprichosa realidad fabricada, que ha traído rasgos negativos para la correcta convivencia político electoral. 

Como resultado de lo anterior, las instituciones responsables y encargadas de velar por la observancia de la normativa electoral, en estos últimos tiempos han sido rebasadas por esta práctica política impuesta, dada la irrupción desatada de algunos actores políticos y por todos los que se quedaron en el camino y los que ahora suspiran por la Presidencia de la República.  

Podríamos apuntar que el órgano electoral ha estado tratando de tapar hoyos apenas con muchos apuros, procurando adecuar y acomodar la norma, aunque a veces forzadamente, a los hechos proselitistas con fines electorales para darles validez. Algunos de éstos incluso ya consumados o, en el mejor de los casos, en plena ejecución, que son claramente actos anticipados de precampaña y hasta de campaña, de parte de los actores políticos. Pero estos intentos de querer cuadrar dichas actividades a la norma, no siempre convencen, motivo por el que, más bien, se han visto débiles y hasta mal y cuestionables sus resolutivos, por la claridad de las infracciones, así como por la falta de firmeza en sus decisiones para obligar a hacer cumplir rigurosamente la ley. Pero la verdad, en puridad legal, es una doblez, pues se ha hecho encajar, “a la de a fuerzas”, esos hechos a la norma, para hacer creer que se cumple con la normativa electoral. 

Es por eso que, en cuanto al Estado de Derecho Electoral, en su brazo de precampañas político electorales, podemos decir que hoy vivimos en el desorden, y hasta en la anarquía normativa. Todo se ha desbordado y todo se ha descompuesto. Las instituciones electorales, en esta su nueva etapa, han sido vulneradas. La fiebre electoral en el ramo de precampañas, “se las comió”, y ha habido un desaseo en diversas aristas del Estado de Derecho. Nadie respeta nada y “se han ido por la libre”. Todos hacen lo que quieren, y la verdad, es que, en este renglón, se empezó desde el gobierno. 

Se rompieron los tiempos electorales por parte del gobierno. Y para evitar que la autoridad electoral les encontrara cuadratura normativa anormal a las irregularidades que se cometieron, se empleó un lenguaje amorfo, pero con un mensaje subliminal al ciudadano de total y clara promoción política electoral. A su vez el órgano electoral ha sacado lineamientos tardíos para tratar de medio enderezar lo que en la práctica ya se hace, con el fin de, como refiere el dicho, jurídicamente “taparle o medio taparle el ojo al macho” y, de esta manera, hacer creer que se está dentro de la legalidad. Lo que se ha hecho, en realidad, es una simulación normativa para, de hecho, llevar a cabo ejercicios de precampañas. 

El árbitro ya no es arbitro en estricto sentido. Lo tentaron y lo pusieron a prueba para ver si resistía la presión y embestida, y si corregía enérgica y tajantemente a tiempo, pero “mordió el anzuelo”, perdió el rumbo en algunos momentos importantes, y perdió autoridad. Hoy es un árbitro titubeante y, a veces, hasta da la impresión que medroso, por lo que, por momentos, hasta pareciera que ya no sabe qué hacer al respecto. “Se lo comieron” los actores políticos. Y esto pone en entredicho la normalidad en el desarrollo político electoral, y en incertidumbre la misma conclusión y resultado final del proceso electoral formal.  

Con el fin de justificar la falta de firmeza en algunos casos, a veces se argumenta que el órgano electoral no tiene dientes para sancionar; sin embargo, se considera que sí los hay para actuar con más energía. Lo que pasa, es que no los quiere usar del todo para obligar a hacer cumplir la ley, quizá por temor y, en el mejor de los casos, quizá por precaución o por prudencia intimidada, utilizándolos de forma blanda y moderada, doblándose y cediendo de esta manera ante la fuerza del poder. Pero eso sí, muchas veces se va contra los partidos políticos. ¿Y qué culpa tienen estos institutos de actos anticipados de precampañas y/o de campañas, o de irregularidades que cometen algunos actores políticos, aunque tengan identidad y afiliación partidista? A ellos son a los que se debería sancionar. Y, sin embargo, a estas organizaciones son a las que se les hace aparecer como las culpables y malas, castigándolas y sancionándolas injustamente. 

Que esa dentadura del órgano electoral se puede mejorar, sí; si en lugar de tratar de disminuirlo, hubiera voluntad legislativa para dotarlo de una mejor dentadura para la aplicación de sanciones, porque muchas de las violaciones normativas pudieran incluso tipificarse como delitos electorales.  

Si bien es cierto que en cuanto a su permanencia al INE no se le tocó con la pretendidas reforma constitucional y legal, por la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en su papel y carácter de Tribunal Constitucional, finalmente sí se le tocó, y pudiera darse en otras aristas más, en una de sus líneas vitales, por la debilidad normativa que tiene, en la forma de la designación de los integrantes de su Consejo General, la cual se hace fuertemente manifiesta cuando no hay ni se hace valer una verdadera independencia de los poderes públicos.

El gobierno y algunos de sus miembros con su anticipada actuación de abierta y sin pudor promoción electoral, hay que decirlo con todas sus letras, empujaron a los partidos y actores políticos de la oposición, a tomar la misma actitud de fingimiento normativo, para no verse apabullada en esta dinámica político electoral en la que estaban perdiendo valioso tiempo y terreno político que, de no haberlo hecho, después difícilmente lo hubiera podido recuperar, con el inminente riesgo de perder la carrera electoral. 

En este sentido, la obligaron también a buscarle los recovecos a la norma, para no dejar ver su desatención a la misma. No obstante, el costo ante la percepción ciudadana, es de igual condena para los dos bloques, aunque por verse forzados los partidos que forman la oposición a tener que “salir al ruedo”, la opinión pública a sido más generosa y condescendiente con ésta, pues la gente sabe bien que la oposición se vió orillada a hacerlo, por el impulso de quien está y de quienes estuvieron en el gobierno. 

Realmente es un sofisma legal de algunas figuras gubernamentales, de los bloques partidistas, de los aspirantes  y de la autoridad electoral, porque saben de antemano que faltando a la norma, antes de las precampañas legales, de hecho habrá precandidatos y/o precandidatas, pero con otro nombre provisionalmente inventado; así como también saben que de hecho, aunque igualmente simulada, ya habrá candidato y/o candidata oficial de cada uno de los bloques partidistas antes de la campaña legal, aunque con otra denominación “sacada de la manga”. ¿O quién, después de este proceso anticipado, les va a disputar la precandidatura y la posterior candidatura? Nadie, porque ya todo estará “cocinado”, y de hecho ya todos están alineados, desde ahora, en torno de las personas que lo serán. 

Lo demás será solo un puro formalismo legal para las precampañas y campañas formalmente electorales. Esa es la realidad política inventada que se vive hoy. Lo otro será solo la forma legal que en su momento cubrirá y arropará con su manto formal a los ungidos reales. Esto es, como antes, serán los nuevos “tapados políticos” pero sin mascara, porque ya está más que visto quienes serán los precandidatos y candidatos. Por eso decimos que esta nueva realidad impuesta va más allá de lo legal; esto es, de todas las formas jurídicas, ya que no hubo voluntad política para respetar los tiempos legales establecidos. Les ganaron sus ansias políticas y, sin freno, se encarrilaron de lleno, dejándose llevar por sus ardores político electorales.  

Pero a pesar de todo esto, hay que seguir insistiendo que el Estado de Derecho Electoral debe seguir viviendo y prevaleciendo. La libertad es el derecho congénito más grandioso del ser humano, y en ella el Estado de Derecho se crea y recrea. Sí, en esa excelsa libertad político social que solo se da en democracia. Por lo tanto, el Estado de Derecho Electoral no puede morir. Hay que estarles recalcando a los actores políticos que no maten al Estado de Derecho Electoral, pues va en contra de la civilización democrática. En la presencia, voz, energía y entereza de los ciudadanos, está firmemente basada y asegurada su permanencia. 

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