El presidente López Obrador ha dicho muchas veces que quiere construir un sistema de salud como el danés. Pero no sólo no lo está construyendo sino que no es creíble que lo quiera. Ni siquiera es creíble que entienda cómo funciona ese sistema. O, en otras palabras, no ha cumplido su “promesa” porque –además de que tomaría un buen tiempo cumplirla- ni entiende ni quiere lo danés, porque a nuestro presidente no le importa más que hacer clientes, proteger el poder obradorista y fabricar la fama de indiscutible héroe nacional. La promesa de AMLO no es una promesa, es otra mentira, manipulando la buena imagen de Dinamarca –y manipulando la ignorancia desde la ignorancia; no por nada la obradorista Dana Corres se atrevió a decir que la regenta Sheinbaum dando despensas en la pandemia era “como en Suecia”…
Si López Obrador supiera cómo funciona el sistema danés, ¿lo rechazaría de hecho? Sí. Pero, antes de decir por qué, describamos brevemente a la famosa Dinamarca. Se trata de una monarquía parlamentaria, lo que significa que formalmente es un reino (y uno muy popular) pero también realmente una democracia. Aunque soy republicano, sin ninguna molestia digo que casos como el de Dinamarca, o Suecia y Noruega, son una lección para moderar el republicanismo; no para abandonarlo sino moderarlo: matizar los juicios empíricos contemporáneos sobre las repúblicas y las monarquías; después de todo, países como Dinamarca son las democracias de alta calidad y los verdaderos Estados de Bienestar que muchas repúblicas no son y están muy lejos de poder ser. Asimismo, el Estado de Bienestar danés no puede entenderse sin la izquierda; por ejemplo, de 1945 a 1981 –ininterrumpida pero democráticamente- gobernaron los socialdemócratas. Dinamarca es uno de los países menos corruptos del mundo, uno de los más libres y al mismo tiempo uno de los menos desiguales socioeconómicamente.
El sistema de salud danés del que superficialmente tanto se habla es el sistema público-estatal, de carácter universal, esto es, para todos los ciudadanos y todos los demás residentes legales, poco centralizado, con participación municipal, financiado en más del 80% con impuestos, incluyendo una forma de ISR local. No es absolutamente gratuito, algunas (no muchas) cosas las pagan directamente las personas-usuarios. Todo lo demás ya lo pagaron con sus impuestos. Impuestos diferentes a los que hay en México: el aludido impuesto municipal sobre ingreso de 25% en promedio, un impuesto central sobre ingreso de hasta 15%, unos impuestos sobre ingresos por capital y ganancias por acciones de hasta 42%, un impuesto de “mercado laboral” de 8% para todos, entre otros. Hay impuestos altos, salarios altos, redistribución alta, calidad de vida alta, calidad democrática alta, libertad alta.
En Dinamarca, sólo en años recientes, se ha gastado alrededor de 10% del PIB en salud –en México nunca más de 3%- y la expectativa de vida general es de casi 82 años. Hay 4 doctores y 10 enfermeras por cada 1,000 habitantes. Incluso así se reporta alguna escasez localizada y para el 2023 se busca aumentar en 8% las plazas médicas. Más del 90% de las camas son públicas, no se encuentran en hospitales privados. Sí hay medicina privada y se puede contratar seguro privado pero por la cobertura y calidad del sistema público sólo 2.5% de lo que gastan los daneses en salud lo gastan en el ámbito no estatal. El 97.5% del gasto “nacional” respectivo es lo que la gente llega a gastar directamente dentro de la atención pública y sobre todo lo que se gasta a través de impuestos: lo que pagan de impuestos los ciudadanos y lo que el Estado distribuye al sistema desde el presupuesto. (Todos los datos sobre salud los obtuve de los perfiles de la OCDE sobre sus miembros).
Por cierto, contra la pandemia, en Dinamarca hubo 5% más de gasto público en salud, mientras AMLO presume desquiciadamente que Blackrock lo elogia por haber sido austero en el área, y epidemiológicamente se hizo exactamente lo contrario a lo que hizo Gatell, con acento temprano en el testeo y el rastreo de contactos para aislamiento. El desempeño danés fue mejor que el promedio de la Unión Europea, con 3.5 veces menos muertos que tal promedio.
Entonces, si lo entendiera, ¿por qué rechazaría AMLO el modelo danés? Porque ese sistema requiere lo que López Obrador lleva más de 4 años rechazando: una gran cantidad de dinero fiscal para salud y otra estructura fiscal. Como sabemos todos, AMLO rechaza subir o establecer nuevos impuestos, y como sabemos algunos, no gasta más (ni mejor) en salud y no ha hecho ni hará ninguna reforma fiscal progresiva. Sin esta reforma no podría haber salud a la danesa. No hay Dinamarca sin impuestos –sin otros y más impuestos.
Del caso danés respecto al presente mexicano extraigo tres conclusiones:
Primera. Mientras gobierne López Obrador o un imitador(a) no tendremos un sistema de salud que corresponda a un Estado de Bienestar. El modelo danés, en particular, o el escandinavo, en general, no debe ser simplemente imitado –ni es posible la simple copia- pero sería bueno intentar un sistema parecido, cercano, con ese norte. El obradorismo real es demostradamente ajeno a la fiscalidad progresiva, por lo que con ellos y ellas no es ni será posible ese intento. La fiscalidad progresiva no es suficiente para lograr dicho sistema pero es necesario, absolutamente necesario, indispensable.
Segunda. Son evidentemente falsas unas generalizaciones totales que también aquí se venden y compran como verdades universales y absolutas: “los Estados (todos) son opresores”, “los impuestos (todos) son un robo”, “la izquierda (toda) sólo produce males”, “la izquierda (toda) es siempre comunista”. Los escandinavos están entre los casos de la más alta calidad de vida en la historia internacional, un Desarrollo producido principalmente por un tipo de izquierda no comunista a través de un tipo de Estado y un tipo de impuestos. Son casos en los que se mezcla socialismo, capitalismo, liberalismo y democracia, combinación que no pueden entender los Rius de una economía de derecha como Luis Pazos junior y senior.
Tercera. Los antiobradoristas conservadores –o los conservadores que no sean obradoristas- se contradicen. Hasta donde veo, nadie ha salido a decir “lo de Dinamarca es malo”, “no busquemos eso”; así que todos, obradoristas y antiobradoristas de todos tipos, aceptan que el danés es un modelo superior y sería bueno que existiera algo similar en México. Lo aceptarían incluso quienes tienen las pésimas ideas criticadas en la segunda conclusión. Es eso y se contradicen o, como López Obrador, en realidad no quieren un sistema a la danesa pero no se atreven a decirlo. En ese caso hay que hacer preguntas: ¿por qué no lo quieren? Y como no podrían negar que Dinamarca es próspera, libre e igualitaria, ¿de dónde creen que surgió el éxito danés y escandinavo? ¿De la naturaleza, de la Iglesia, de un filántropo, del mercado mágico? Hay que repetirlo con dedicatoria: ese éxito se debe a ideas y políticas contrarias a las suyas, de un tipo de izquierda, un tipo de Estado y un tipo de impuestos. No por nada la mayoría de los conservadores daneses lo son también en otro sentido: aceptan conservar el Estado de Bienestar, aunque pueden intentar algún cambio en los detalles. Son conservadores diferentes a los mexicanos, ahora incluido AMLO, conservadores con los que nunca mejora notablemente la economía de la mayoría –mientras unos se llenan la boca con la palabra libertad, el otro con la palabra pueblo y ambas partes se concentran en presumir la estabilidad macroeconómica.
Quien de veras quiera un sistema de salud como el de Dinamarca tiene que estar a favor de una gran reforma fiscal, dejando de lado creencias ridículas que terminan yendo contra la clase media, y en consecuencia moverse hacia la izquierda, cuando menos sobre temas de salud.