lunes 01 julio 2024

Raíz y nacimiento de la República Federal Mexicana

Cuarta parte

por Manuel Cifuentes Vargas

IV. La primera Constitución Política de México.

Al igual que el Proyecto de Acta Constitutiva, también en la misma fecha se presentó al pleno del Congreso, en la sesión del día 20 de noviembre de 1823, el Proyecto de Constitución de la República Mexicana, a través de Miguel Ramos Arizpe. Así lo registra el Diario de Debates de esa fecha. Esta Ley Máxima de 1824, fue la primera Constitución del México independiente. Tres años después de haberse logrado la cristalización de la Independencia nacional. 

Toda vez que en el punto relativo al Acta Constitutiva ya dimos unas pinceladas de las principales instituciones que se crearon con la invención de la República Federal, así como de los estados y de los territorios, a fin de no ser repetitivo, solo diré que, como era de esperarse, éstas quedaron confirmadas con la entrada en vigor de esta Constitución fechada el 4 de octubre de 1824. En apretado resumen, así fue como cobró vida la División de Poderes compuesto en Legislativo, Ejecutivo y Judicial; el primero sustentado en un sistema bicameral y, por ende, colegiado, integrado con una Cámara de Diputados y otra de Senadores. El segundo, con un esquema unipersonal descansando en un presidente, pero acompañado de un vicepresidente, además de toda una estructura administrativa. Y el tercero, colegiado también, depositado en una Suprema Corte de Justicia. 

Asimismo, contempló la instauración de un régimen electoral, que permitió realizar el primer proceso electivo para presidente de la República, el cual tomó posesión el 10 de octubre de 1824.  De igual forma, plasmó un cuerpo de garantías individuales. Todo esto en la esfera federal, y por lo que hace al círculo estatal, dió el punto de arranque para el establecimiento de los Congresos Constituyentes de cada uno de los estados recién formados, con el fin de que se abocaran a instituir su propia Constitución que les diera vida normativa interna propia, así como la previsión de la implantación de su respectiva División de Poderes similar al de la Federal, dando pauta a la instauración de su propio sistema de gobierno local. 

Estas instituciones constitucionales fueron las vértebras que compusieron la espina dorsal de la República Federal fundada en 1824. Fueron las instituciones político-fundamentales del nuevo país o, lo que es igual, las columnas que sostuvieron al país en sus orígenes republicanos.

Ahora bien, por lo que hace específicamente al federalismo mexicano, se han construido varias corrientes de pensamiento sobre su contextura y propósitos. Cabe apuntar, que estas teorías, a su vez, tienen varios enfoques desde los que se le ve, de las que adelante se presenta un retrato. 

1. orígenes del federalismo mexicano.

Adelantamos que doctrinalmente se han tejido básicamente estas tres tesis  acerca de su origen, pues mientras unos lo ven abiertamente como una calca o por lo menos parecido al de los Estados Unidos; otros argumentan que tiene sus raíces primigenias en nuestro propio territorio prehispánico o, en su caso, en el régimen político-jurídico que se instauró durante el virreinato; más aún, con la expedición de la Constitución de Cádiz vigente en el periodo de transición hacia la consumación de la Independencia del país. Pero también hay quienes asumen una posición mixta, señalando que fue una suma de las reminiscencias de nuestro pasado histórico, temprano y tardío, y del ambiente y contexto del momento que se vivía en ese tiempo.

A. Semejanza con el de la Constitución de los Estado Unidos de América. 

Histórica y todavía en la actualidad, en la investigación político-jurídica y en la narrativa política, hay quienes sostienen que nuestro federalismo fue una reproducción extraña a nuestro entorno político-jurídico, que se implantó en tierra nacional, toda vez que se tuvo como fuente primaria a la Constitución de los Estados Unidos de América. Hay quienes no solo comparan instituciones, sino incluso hasta la similitud entre algunos artículos de las leyes máximas de ambos países. Sobre esta imitación extra lógica, hay muchos autores que escriben sobre el particular, que sería prolijo citarlos en este reducido espacio, por lo que solo dejamos sembrada la idea de esta postura. 

Este semblante no encaja en el discurso político, que por lo general siempre va cargado de fuerte, elevado y acendrado nacionalismo épico. En el imaginario político, esta postura comúnmente no se acepta, pues en el político este punto de vista choca y no va acorde ni abona a sus correspondientes posicionamientos públicos. 

Sin embargo, cabe advertir que ya desde el propio Constituyente, durante la confección del Acta Constitutiva y de la Constitución de 1824, existió el debate de si se estaba haciendo o no un remedo de la de los Estados Unidos de América. Ciertamente no fue literal y exacta en todo su cuerpo normativo; esto es, una calca, pero si el prototipo a seguir. Hay claras evidencias documentales de que fue tomada como modelo. Además, era la novedad. No debe darnos pena admitirlo. ¿Por qué?, si además de ser lo novedoso, era lo que teníamos más próximo en el tiempo y en el espacio. Lo más cerca, fresco y bien visto y, por lo tanto, por obvias razones, la influencia era mayor y atractiva.  

Incluso, hay que decirlo, algunos de los constituyentes lo aceptaron, como Lorenzo Zavala que expresaba que “los diputados de los nuevos Estados vinieron llenos de entusiasmo por el sistema federal y su manual era la constitución de los Estados Unidos del Norte, de la que corría una mala traducción impresa en Puebla de los Angeles, que servía de texto y de modelo a los nuevos legisladores.”

También Servando Teresa de Mier lo dijo en su discurso en defensa de la implantación, en una primera etapa, de un federalismo moderado, en tanto superábamos nuestra infancia política, hasta llegar a “… la perfección social, que tanto nos ha arrebatado la atención en los Estados Unidos.

“La prosperidad de esta República vecina ha sido, y está siendo el disparador de nuestra América porque no se ha ponderado bastante la inmensa distancia que media entre ellos y nosotros.”

No cabe duda de que esa Constitución fue una guía de inspiración, pues recordemos que Esteban Austin, meses antes de que fuera constituyente Miguel Ramos Arizpe, le trabajó un proyecto en 1823. Por cierto, quien está considerado como el padre del federalismo mexicano por sus aportaciones en el Constituyente de 1824. De este documento, al que Austin le llamó Plan de Gobierno Federal y sin dejar de confesar que para la exposición de las ideas principales se inspiró en el sistema de gobierno estadounidense, seguramente Ramos Arizpe se llevó varias de estas imágenes que lo apoyaron en el papel que desempeñó en el Constituyente al forjarse el Acta Constitutiva y la Constitución. 

B. De orígenes propios. 

Quienes se ubican en esta posición, han surgido tres visiones:

a). Aunque a mi parecer no muy socorrida, hay algunos que lucubrar, con tal de darle genuinidad local a nuestro federalismo, también a mi parecer con un sentimiento épico más que realista, que la idea ancestral de éste en nuestro territorio, arranca del estatus que mantenían aquellos pueblos precolombinos que habitaron estas tierras. Se expone que la idea federal nos es propia y, por lo tanto, autentica; es decir, de raíces autóctonas, queriendo ver su antecedencia en la libertad, independencia y autonomía basada en su propia identidad que los unificaba al interior, pero, a su vez, que los distinguía del resto de los otros pueblos, además de que contaban con su propia área geográfica y gobierno, al margen de que algunos rendían cierto vasallaje a otros. En otras palabras, que eran y se proyectaban como gobiernos regionales autónomos.  

Bueno, pues sí lo eran, pero no era un todo unificado como ente político, ni existía un gobierno general, como tampoco contaba con un respaldo jurídico global que lo avalara como forma de gobierno. Eran una especie de ciudades estado, que ni siquiera, ante la amenaza del invasor, se unificaron en defensa propia, como sí sucedió en otros tiempos y latitudes. 

b). Otros consideran que se engendró durante el virreinato con la erección de las provincias; división territorial que quedó confirmada en el nuevo sistema de gobierno que se instauró con la Constitución de Cádiz de 1812. Quienes sostienen este pensamiento, arguyen que, a partir de este hecho, se dio un giro importante a la institución de las provincias al reconocerles autonomía, concediendo a sus órganos representativos, que lo eran las “diputaciones provinciales”, facultades para gobernarlas internamente. Esta autonomía provincial, entrañó la génesis del federalismo, el cual se hizo patente y exigible después de la caída del Imperio de Iturbide, hasta que finalmente se concretó, primero en el Acta Constitutiva de la Federación y después en la Constitución, las dos fechadas en 1824.  

c). Y hay quienes, sin mayores rodeos ni lucubraciones, ubican su primicia con la puesta en vigencia de los dos documentos constitucionales de 1824 citados en el inciso anterior, al margen de si fue genuino o no; esto es, como luego se dice en el rancho, “haiga sido como haiga sido”, el “chiste” es que en ese momento nació el federalismo mexicano. 

C. Ecléctico. 

Quienes se colocan en esta posición, consienten que el federalismo fue una institución importada, pero que no había de otra, por la situación política difícil que vivía el país en esos momentos, pues de no haberlo adoptado se hubiera provocado un cisma y disgregación territorial. En estricto sentido, no se inventó en ninguna de las etapas históricas anteriores de nuestro país; pero la proximidad, en el tiempo y en el espacio, invitaron a la emulación del estadunidense. Se argumenta que no fue una calca de los patrones que le sirvieron de modelo, sino más bien, que se trabajó para acomodar diversas instituciones a nuestra realidad política. 

Hay quedan estas corrientes para la meditación serena y madura, pero sin apasionamientos heroicos, de si fue copia o no del de Estados Unidos de América, o si se tomaron experiencias de varios entornos político-constitucionales, prevalecientes en el tiempo y en el espacio.

2. Forma en que se gestó el federalismo.

Concatenado con el anterior punto, y toda vez que existen algunos supuestos acerca de la manera como se han formado los federalismos, también se pregunta si el nuestro fue un federalismo que corrió de afuera hacia el centro o del centro hacia la periferia. Veamos en que consiste uno y otro, para procurar ubicar al nuestro. 

A. Centrípeto. 

En esta hipótesis, los estudiosos señalan que el proceso de formación del federalismo va de afuera hacia a un centro rector, con el objeto de formar un Estado federal. Las entidades se unen a ese centro director perdiendo parte de su independencia y acotando su soberanía, con el fin de formar el Estado federal. Algunos le llaman autonomía a este estatus en que quedan los estados federados.

Emilio O. Rabasa dice que nuestro federalismo fue un acto de la voluntad general. Si en efecto esta fue la que se expresó, no obstante que fue obligada, como fue la voluntad de todos, entonces nuestro federalismo nació con la marca centrípeta, porque esta manifestación vino de la periferia hacia adentro para formar un solo ente estatal con el sello federal.

B. Centrifugo.    

En este escenario, el centro es el que les da vida a los estados. La formación de la federación va del centro hacia afuera. El ente estatal se descentraliza política, administrativa y jurídicamente, dotándoles de autonomía a los estados para su gobierno interior e independencia política entre ellos mismos, sin dejar de estar unidos y girando alrededor del epicentro político del Estado federal. 

Fínale.

Mi opinión va en el sentido de que, dado que en esos revueltos tiempos políticos que desoladoramente se veían como de vida o muerte prematura del país, por la beligerancia política de las provincias, la generación del nuestro no fue un federalismo reposado, sino forzado, por lo que políticamente no se gestó en el centro, sino que viajó de afuera hacia el centro. No obstante, si lo vemos desde un ángulo puramente formal, la normativa constitucional nos dice que fue a la inversa; que nació en el centro y se recorrió hacia afuera del núcleo político que era la Ciudad de México; pero la realidad nos muestra que fue al revés. 

Tratándose del estadounidense, fue un modelo centrípeto, manufacturando primero la confederación de estados y después la federación. Esto significa que caminó de afuera hacia adentro, cediendo los estados su soberanía para constituir al Estado Federal. 

Lo que sí es cierto, es que en nuestro caso desde los inicios de la república se instituyó el federalismo, mientras que los Estados Unidos de América lo concibieron en dos pasos, pues empezó con la figura de la confederación de estados, juntándose éstos para formar el Estado confederado, y después, en una segunda etapa, se transformó en un Estado Federal. Y sucedió de esta manera, porque las colonias norteamericanas eran independientes entre sí, por lo que se independizaron primero y luego se confederaron, y después se federaron. Por lo tanto, a fuerza de querer encontrar alguna diferencia entre ambos federalismos, se puede observar que mientras el estadounidense lo hizo en dos tiempos; nosotros lo realizamos solo en uno. Lo hicimos de un tirón; directamente de un todo unitario como lo fue el primer Imperio Mexicano a la República Federal.

Otra diferencia lo puede ser, que en Norteamérica las colonias se fueron independizando en distintos momentos formando primero la confederación y después la federación. Aquí se independizó todo el virreinato en un solo acto y se formó un Imperio con sus provincias al mismo tiempo, transformándose después en estados con la República Federal. 

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