marzo 10, 2025

Compartir

Es casi seguro que el próximo jueves 10 tengamos un reporte de la pobreza y de la pobreza laboral con buenas noticias pues todos los datos y los análisis correspondientes a la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares de 2022 (ENIGH), apuntan claramente a la mejora del asunto clave: los ingresos, especialmente los ingresos por trabajo de las personas más pobres.

La semana pasada intentamos aquí, explicar la economía de un hogar mexicano promedio -situado en la mediana de la población- y lo que se deduce de ello es que la política de ascenso de los salarios mínimos explica la parte más gruesa de aquellas buenas noticias. Veamos.

El 90 por ciento de los hogares ha visto crecer sus percepciones monetarias durante el periodo que va de 2018 a 2022, no obstante, estos incrementos fueron más importantes en los estratos más bajos de la escala social. Si nos fijamos en el comportamiento que tuvo la parte más pobre de nuestro país (el llamado decil uno) constatamos que vio crecer sus ingresos en 20 por ciento; el segundo grupo más pobre en 13.5 por ciento y el tercero, en 11.1 por ciento. 

Se trata de aproximadamente 11.2 millones de hogares que -casi todos- viven de su trabajo y que se desempeñan en actividades (formales o informales) en las que normalmente perciben salarios mínimos o cerca de los mínimos, por eso el incremento del 81 por ciento real del salario mínimo de estos años es el componente que puede explicar la mayor parte de las buenas noticias que nos ha traído la ENIGH.

Ahora bien, si nos fijamos en las mejoras regionales, aparece un hecho que refuerza esta idea, y es que los estados con una gran presencia de maquiladoras (que suelen pagar uno o dos salarios mínimos) son también los que ven aumentar con mayor intensidad sus ingresos por hogar y por persona: Chihuahua, Baja California y Tamaulipas. Recuérdese que en los municipios fronterizos se duplicó el salario mínimo en 2019 y ha seguido aumentando, hasta ahora.

Afirmábamos también, la semana pasada que sin embargo, si abrimos el foco hasta 2016, la mejora es prácticamente inexistente (0.2 por ciento), es decir tardamos seis años ¡para volver al mismo punto! pero ojo, no fueron años cualquiera, sino casi tres de pandemia y cinco de austeridad compulsiva, sin la institución salario mínimo puesta a trabajar como ahora, no creo que pudiéramos haber ni siquiera retornado al 2016, lo que para mí, vuelve a afirmar la radical importancia, la centralidad absoluta que tienen los salarios mínimos en un país como México.

De modo que, lo que estamos viendo es una domesticación del mercado (en este caso el laboral) que actuó como un gran colchón social en años económica y sanitariamente fatales y dramáticos. 

Piensen ustedes en lo que puede hacer una correcta política de salarios mínimos en un contexto de crecimiento, inversión productiva y normalidad sanitaria. Ante nuestros ojos tenemos ya las evidencias palmarias de que el ascenso del salario mínimo es buena política social, pero sobre todo, buena política económica: ni ha generado inflación, ni ha generado desempleo y muy probablemente tampoco informalidad, lo que ha ocurrido no es una creación ni una destrucción de valor, lo que ha ocurrido, señoras y señores, es redistribución.

Autor

  • Ricardo Becerra Laguna

    Economista. Fue subsecretario de Desarrollo Económico de la Ciudad de México. Comisionado para la Reconstrucción de la Ciudad luego de los sismos de 2017. Presidente del Instituto para la Transición Democrática.

    View all posts