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jueves 07 noviembre 2024

Relación riesgosamente rota

por Javier Solórzano

Sobre el Gobierno recae la gestión, administración y dirección, pero no es el único que participa en el desarrollo del Estado; las cosas no empiezan ni terminan en la Presidencia.

Es singular la evolución que ha tenido López Obrador con la gobernabilidad del país. Militando en la oposición o como candidato, manifestó simpatía y apoyó a organizaciones independientes de la llamada sociedad civil, las ONG, lo que incluía a los medios de comunicación, que manifestaban su crítica al Gobierno o hacían señalamientos derivados de un trabajo fundamentado.

López Obrador intercambió opiniones con estas organizaciones y tomó sus argumentos e investigaciones como parte de su crítica y análisis de lo que estaba pasando en el país.

Presumíamos que existía una empatía, al tiempo que identidad ante la imperiosa necesidad de que los gobiernos fueran transparentes y rindieran cuentas; denunciaron la corrupción y, sobre todo, ofrecieron alternativas a la gobernabilidad.

Presumíamos también que el hoy Presidente sabía de la importancia y peso que iban teniendo estas organizaciones. Su existencia se insertaba y se inserta en una dinámica mundial; las ONG han adquirido enorme relevancia, porque se han convertido en espacios que de manera constructiva son referentes de los gobiernos, lo que se busca es una mejor gobernabilidad.

En su calidad de opositor o candidato, esta estrategia le permitía a López Obrador hacer alianzas y particularmente evidenciar a los gobernantes junto con sus estrategias y sus políticas.

Parecía que lo que venía a futuro era una convergencia de intereses que uniría a la Presidencia y a muchas organizaciones dedicadas al análisis y la investigación. No sólo era lo que en otro tiempo era una coyuntura, sino que ahora habría mejores condiciones para establecer desde el Gobierno una dinámica que permitiera con convicción desarrollar una relación óptima para la gobernabilidad.

La fórmula parecía idónea, por un lado estaba un Gobierno legítimamente constituido y, por el otro, representantes de organizaciones sociales dedicadas a labores de investigación, difusión de información y la crítica fundamentada bajo un ejercicio dialéctico.

Se preveían alianzas que tenían una lógica en función de pensamientos e ideas que se consideraban que tendrían conexiones en muchos sentidos.

Se recordará que en el camino diversas ONG optaron por aliarse con López Obrador bajo estas premisas, porque suponían que el triunfo del tabasqueño establecería nuevos mecanismos para la gobernabilidad, imaginando que podrían ser un soporte y un referente de crítica; algunas de ellas, incluso, lo acompañaron en su campaña.

Todo indica que esa cercanía estaba basada más en conveniencias particulares y la coyuntura que en convicciones. Extrañamente, López Obrador fue tomando distancia a los pocos días que fue declarado Presidente electo. Hizo una serie de críticas a las ONG, lo que incluye a los organismos autónomos, que definieron una lógica de pensamiento distinta.

Muchas reticencias del Presidente tienen su razón de ser. No todas las ONG son iguales, algunas actúan de grosera manera, pero queda muy claro a cuales se les puede aplicar aquello de “los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán”.

Sin embargo, para el Presidente todas son iguales. Les aplica el mismo rasero, el cual es poco reflexivo y en muchos casos está basado en información imprecisa.

Bajo la situación en la que estamos, y en función de lo que viene, queda claro que para salir necesitamos todos de todos, el Gobierno no va a poder solo.

Quizá nunca hubo convicción detrás de esta relación riesgosamente rota.

RESQUICIOS

El avezado titular de Hacienda ya nos dijo que se acabaron los “guardaditos” y si la austeridad había sido brutal lo que viene va a estar peor aún. Estamos entre la necesaria austeridad y la obsesión por la austeridad.


Este artículo fue publicado en  La Razón  el 31 de agosto de 2020, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.

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