En su magistral libro Why Orwell Matters, Christopher Hitchens menciona el efecto que Animal Farm tuvo en refugiados de la dictadura estalinista, y hace referencia a la correspondencia de Orwell con un ucraniano, en la que éste le menciona la explotación que hacía el nacionalismo ruso de su pueblo. A propósito de las salvedades de algunos intelectuales como T.S. Eliot, Hitchens añade: “… los sobrevivientes de la hambruna ucraniana, y de las purgas, y de la invasión nazi y la guerra, y de la subsiguiente extensión del estalinismo en Europa oriental, fueron capaces de descifrar el significado de los puercos (y del nombre Napoleón) sin ninguna dificultad…” Hitchens también apunta que la única introducción que escribió Orwell para su libro fue para la edición ucraniana, y que la mayoría de los libros fueron incautados por los estadounidenses en Alemania y entregados a los soviéticos para que éstos los quemaran, en una suerte de ofrenda a Stalin. Esa obsecuencia no se repetiría ahora que el imperialismo ruso sigue dando zarpazos porque esta vez Rusia, en lugar de derrotar nazis, los inventa, y porque ya nadie le debe nada.
Mientras la guerra revuelve al mundo, el gobierno mexicano juega a las matatenas y, en complemento a leyes expropiatorias, mentadas a la España democrática, y cancelación de esquemas de cooperación con el país en el que millones de mexicanos se ganan la vida, se les ocurre presentar, vía su partido, un comité de la amistad con Rusia. Ideología pura, lo que significa pura estupidez. En verdad se requiere un esfuerzo adicional para procesar semejante estulticia, ni siquiera revestida de algún interés egoísta y concreto. Es simplemente llevarle la contra a la coalición más amplia que ha tejido Occidente desde la segunda guerra mundial en defensa de una nación avasallada, a cambio de nada. Aunque pensándolo bien sí hay algo, una hermandad, la de los antidemócratas, desde los autoritarios hasta los dictadores. En el caso ruso, tomó los más de 20 años de Putin en el poder y el cuento de los nazis en Ucrania, para mostrar sin maquillajes su carácter fascista. En el caso de López Obrador, hace algunos años se aventó la enésima promesa tonta, a costa precisamente de la famosa granja, cuya fábula no leyó o no entendió, lo mismo da: “Muy pronto habrá una rebelión en la granja y se acabará con la corrupción y la violencia”, sentenció la farsa de la parodia. Lo que vendría fue otra cosa, una cruza siniestra entre la regencia de los cerdos y 1984, con su “ministerio de la verdad” (aquí en formato de matiné), con sus “minutos de odio” (aquí con carteles para el linchamiento), y sin ningún margen lingüístico, adoptando tal cual el eslógan de Oceanía, la etce que tantos añoran tanto: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”.
Tres o cuatro años son muchos para seguir calificando a MORENA como un movimiento político autoritario, y peor, compararlo con el PRI, sistema, que no partido, programado para construir instituciones. Lo que hoy se intenta es otra cosa, un régimen de nuevos tótems, principalmente desinstitucionalización, la preeminencia de un discurso de exclusiones severas, y el trasvase de la militarización como sumatoria, al militarismo como ideología. Y cuanto mayor el declive, más nítida la esencia. Una personalidad dictatorial puede no leer y no tener sentido del ridículo, y desde luego no requiere a Orwell para proceder de acuerdo a su naturaleza. Y en esas estamos.