P R E S E N T E
Escribo la presente con motivo de los cinco años que están por cumplirse desde que usted asumió como presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México, el 16 de noviembre de 2019. En ese lapso, pocas personas como usted mostraron lealtad y persistencia para apuntalar el proyecto de destrucción de las leyes y las instituciones encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Desde que asumió el cargo, el presidente sabía que uno de sus principales diques de contención eran las organizaciones de la sociedad civil promotoras de los derechos humanos y la CNDH. Desde que inició su gestión, fustigó a las primeras mientras encargaba en usted la docilidad de una Comisión que debería estar al servicio de la autoproclamada Cuarta Transformación. Usted obedeció al pie de la letra todo lo que el presidente le indicaba, aunque ello significara que usted no tuviera madre. Me refiero a que usted olvidó la tradición de lucha de Rosario Ibarra de Piedra, pionera de los derechos humanos de nuestro país, quien, en el Comité Eureka, emprendió una labor incansable frente a la persecución ilegal y la desaparición de militantes opositores al viejo régimen. Doña Rosario encabezó e hizo suya la angustia de decenas de madres afligidas por la desaparición de sus hijos mientras usted, al frente de la CNDH, le dio la espalda a las madres de las docenas de desaparecidos que ocurrieron durante el sexenio pasado y, con ello, contribuyó al intento oficial de invisibilizar esa exigencia social que, en los últimos meses, se transformó en una exigencia nacional.
En varias ocasiones, López Obrador dijo socarronamente que, durante su gobierno, fueron respetados los derechos humanos. Su ominoso silencio, licenciada Rosario Piedra, convalidó durante casi cinco años esa mentira. Lo hizo también con los feminicidios. Ocurrieron 11 en promedio por día. No existe un comunicado contundente que documentara aquel drama. Solo han sido los familiares de las mujeres ultrajadas, quienes expresaron su indignación y la exigencia contra la impunidad. Pero su labor al frente de la Comisión no solo se significó por esa falta de empatía, también guardó silencio frente a las agresiones del mismo presidente en contra de las mujeres que exigieron un alto a la violencia. ¿Usted cree que su madre hubiera aceptado eso? Estoy seguro de que no.
¿Qué dijo la CNDH de la falta de medicamentos en el sector público? ¿De los padres de los niños con cáncer que tampoco tuvieron acceso a medicinas? ¿Y de la acusación que desde un medio público les hicieron Rafael Barajas, José Hernández y Hugo López-Gatell al llamarlos golpistas? ¿Cómo alzó la voz la Comisión frente al éxodo de pobladores de Chiapas mientras el gobierno de México le exige al gobierno Español que se disculpe por la Conquista? Su trabajo ha sido mantenerse callada. Como si no se violaran los derechos humanos al libre tránsito y a la seguridad en Sinaloa, Tamaulipas, Zacatecas, como si no se transgredieran los derechos a la libertad de expresión con los asesinatos de periodistas que, en este sexenio, alcanzaron el pico más alto en nuestra historia reciente.
¿Cuál fue la postura de la CNDH respecto a la inconmensurable cantidad de ataques contra medios de comunicación y periodistas que revelaron la ineficacia criminal del gobierno? ¿Qué dijo usted, Rosario Ibarra, sobre las agresiones del presidente contra periodistas mujeres? ¿Contra los demás profesionales de la comunicación a quienes puso en el cadalso público, difamándolos y exhibiendo sus datos personales? En los años 70 su madre, Rosario Ibarra de Piedra, luchó contra la persecución política. Su hija, en cambio, la convalidó.
Usted puede decirle a López Obrador que su plan destructor avanzó con su complicidad.