“No sabía que Max Born era tío de Olivia, la única canción que
recuerdo de ella es Physical y además se apellidaba Newton”
Pablo Boullosa
Una niña espera sentada, la canción suena “Lets get phísical, phisical, let me in your body talk” las alusiones eróticas son fuertes y la niña sentada esconde bajo su chamarra rosa de Pink Lady un brassier nuevo de varillas, es la primera vez que lo usa y quiere pararse a bailar pero los niños no se atreven a acercarse, ella es una de las más altas de la clase y la verdad parece que se equivocó de fiesta; no lo nota porque cuando se mira al espejo se imagina que es idéntica a Olivia Newton John su ídola. Su mamá la llevó a La parisina a comprar metros y metros de listón blanco para hacerse la diadema igual para la escuela, y le robó a su papá dos paliacates y tres pañuelos con los que se pone la banda en la frente, además usa calentadores que van justo encima de sus mayones negros, ese es el atuendo de fiesta y, para ella, Ernesto es su John Travolta ni le importa que traiga frenos y sea un poco más bajo que ella, practica con una manzana o durazno los besos en la boca.
Una mujer sentada escribe en una computadora mientras escucha Hoplesly Devoted To You, contiene las lágrimas como quien sorbe un popote, pero no puede y se deja llorar como quien por fin se deja venir, ensartado todas las lágrimas y las venidas desde que se puso la chamarra rosa dispuesta a ser juzgada como la niña fresa que prefería a los Bee Gees que a Yes, la chamarra de satín a la de cuero; pero claro las Sandys crecen, cambian, envejecen, y luego mueren.
Hoy como entonces me cuestiono si hago bien en escribir sobre esto en medio de un país que arde y aguantando, como las lágrimas, mil groserías que me inspira este gobierno, pero como alcohólico jurado cierro la tapa del vicio de escribir de política porque me enferma y me da cruda.
De pronto estoy de nuevo en la combi que nos llevaba a casa discutiendo con Julián que me gritaba fresita y buscaba desesperadamente hacerme notar que Pink Floyd era infinitamente mejor que Air Supply, comienzo a creerle porque me va gustando, pero el look de Olivia me seduce más que el de Blondy. Llego a casa y sobre la cama bailo Magic hasta que me llaman a comer.
Ser mujer se retrataba fácil, aunque nunca lo fue, pero entonces la palabra feminicidio no existía, aunque el crimen sea antiguo como la humanidad. Entonces los tiempos no eran mejores ni peores, sólo más simples, la heroína (sinónimo de la sustancia que protagoniza las series y ficciones de la crisis por su consumo) era una chica común enamorada que crecía, pasaba de linda a sexy; hoy las heroínas tienen superpoderes o escapan de tragedias, no pueden ser simplemente Sandy. Tampoco Olivia fue una cantante dulce y glamorosa fue budista, defensora de animales, luchó por diez años contra el cáncer, se convirtió en defensora de la investigación de esta enfermedad; un marido se le escapó a México y nunca volvió.
Regreso a la de hoy, cuarenta idos años después y no quiero ser presa de la nostalgia, pero en tiempos de Sandra Dee ser rebelde era enfundarse unas licras y enchinarse el pelo, hoy ser rebelde no es posible, se es activista pero no rebelde porque el disidente no tiene clubes ni atuendos, ni es patrocinado por una marca. Me voy a conectar, nos vemos al rato.
Retomo la escritura de Sandy como pretexto para hablar del temor a la nostalgia. La había dejado bailando en la pantalla mientras me conectaba a un diplomado que tomo de Educación imaginativa, en ella el científico Gerardo Corral que nos habla de física cuántica y el escritor Pablo Boullosa, la aluden. No creo en presagios, pero me robo la frase de Boullosa para usarla de epígrafe y dejar a Sandy descansar en paz.
Lo que siempre vuelve son las modas y el estilo de Sandy se usó en el episodio de Black Mirror (“Caída en Picada”) para mostrar la chica de al lado actualizada, Lacie Pound, reina de las redes sociales que nos muestra que la inocencia es sólo la fachada de una foto en tonos pastel colgada en instagram. En la época de los “inofensivos like” nada es tan simple ya, no quiero que la nostalgia me lleve por el camino de ponderar mi música y satanizar la contemporánea, o a encender alarmas distópicas, porque creo que la forma honorable de abandonar la escena generacional es el estoico reconocimiento del fade out para servir de útil acompañante de los nuevos ocupantes de la escena. Sin embargo, no dejo de percibir que a medida que avanzamos los juegos se complican, Sandy ya no esconde unos pantalones de licra ajustados sino todo un plan mediático para ser la próxima influencer.
Prometeo o Fausto
Paula Sibilia es de mi edad, me gustan sus libros y me nutren sus ideas, hace tiempo aprendí con ella sobre el Selfie y hoy de posthumanismo. Mientras los Bee Ges me siguen recordando a Olivia en una lista infinita de éxitos de mi época en Spotify, Sibilia me regala un párrafo que me ayuda a dudar:
Nos dirigimos, velozmente, desde la tranquilizadora edad del hardware hacia la desconcertante y espectral edad del software, en la que el mundo está cada vez más controlado por circuitos demasiado pequeños para ser vistos y códigos demasiado complejos para ser completamente entendidos.
Y dos mitos que me ayudan a comprender, la autora especula que hemos pasado de una época prometeica donde el hombre como el rebelde dios encadenado desafiaba los límites de su naturaleza, pero custodiaba el bien común, confiaba en el progreso y en la ciencia, el futuro era una comarca lejana y la muerte un estado sagrado. Todas esas coordenadas nos mantienen girando a Sandy (Olivia) y la fan que escribe. Pero como nos dice Paula Sibila, tal vez hemos llegado a los tiempos fáusticos, en una búsqueda ferviente por superar la condición humana, donde el futuro está al doblar la esquina y se accede por la vía virtual, ahí donde no se muere y la ética es tan sólo una variante de ajuste. “El viejo Prometeo abandona el escenario y cede su lugar al ambicioso Fausto”.
Upgrade
Tal vez nos vayamos ajustando como la vieja Sandy que recibió su upgrade en Black Mirror. A Olivia la alcanzó la muerte, seguramente a mí también. Mientras la muerte va recibiendo sus upgrades me pregunto y acompaño, intento despejar nostalgias, las trueco por el asombro de estar en esta transición y aunque me da mucha pereza leer En busca del tiempo perdido, tampoco leeré una versión fáustica que se anuncia bajo el título La fábrica del tiempo y Cómo domar tus pantallas.
Referencias:
Síbílía, Paula. El hombre postorgánico: Cuerpo, subjetividad y tecnologias digitales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.
Autor
Maestra en Letras Modernas por la Universidad Iberoamericana y profesora del ITESM, campus Toluca
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