Desde su arrogancia y su soberbia, como ha ocurrido con casi todos los presidentes desde los últimos cinco sexenios, éste creía tener controlada la sucesión con miras a un maximato; pero de pronto, todo cambió.
Y fue él mismo quien con un portazo provocó en su infinita torpeza la irrupción de un personaje que ni siquiera estaba en el radar del proceso de la oposición, el pasado lunes 13 de junio.
El exabrupto de una mañanera terminó convirtiéndose para él en una crisis que se le salió de las manos y abrió la puerta para catapultar una posibilidad que ha encendido las alarmas en el seno de Palacio Nacional.
Adicionalmente, el hecho coyuntural de que a la par organizaciones de la sociedad civil hayan logrado abrir a los partidos de oposición para darle formalidad a un método democrático e incluyente de elección que contrasta radicalmente con el dedazo que el presidente determinó para imponer a su sucesora, lo exhibe de cuerpo entero.
Pocos advertían de esta posibilidad y había incluso quienes apostaban por reorientar una estrategia desde la oposición para intentar ganar las cámaras y posiciones en lo local, dando por perdida la batalla de la presidencia en un escenario impuesto de inevitabilidad de un nuevo triunfo morenista.
El panorama hoy se ve muy distinto, el presidente no sólo perdió el control de la agenda y la narrativa, también perdió los estribos, la compostura y la seguridad para comunicar sus mensajes.
Y es que este nuevo escenario rompe de tajo con el dogmático discurso populista de victimización, de nosotros somos los pobres desvalidos y ellos son los oligarcas explotadores.
Desmantela el mito del falso demócrata y desnuda la contradicción que representa un método impuesto desde su voluntad unipersonal en el que todos fingen que pueden aspirar a algo más que lo que determina él y solamente él.
La inercia de ese punto de quiebre ya resistió el paso del tiempo y en lugar de un natural declive, se ha convertido en una bola de nieve que ha provocado, para bien, elevar el nivel de competitividad entre quienes aspiran desde la oposición.
Tanto así que al menos siete de quienes veían la oportunidad de figurar han decidido dejar de lado sus aspiraciones, no porque el método del Frente Amplio por México no funcione, como tratan de justificar, sino porque ya se dieron cuenta que no les alcanza.
Lo que es un hecho consumado, es que en el momento que menos esperaba al presidente se le fue de las manos el control de la sucesión presidencial, porque él pensaba que teniendo el control de su propio proceso ante la pasividad de la coalición opositora, podría controlarlo todo y tener un día de campo en 2024.
La realidad lo sorprendió y lo mandó a la lona con un uppercut a la barbilla cuando ya se sentía triunfador. Esta pelea no está decidida pero ahora el momento anímico y el nocaut parecen estar más cerca del lado opositor.