“Se les dijo”, igual que sus derivaciones: “Eso querían, eso tienen” o “Disfruten lo votado”, es una de esas frases que mejor reflejan la falta de comprensión del cambio de régimen mexicano.
Dejemos de lado el desplante presuntuoso -y algo ridículo, la verdad- de ese tipo de proclamas con las que el emisor intenta adornarse de una pátina de intelectual de la que en realidad carece, aunque en el juego de las apariencias le ayude a estar o sentirse vigente. Es decir, con ese tipo de muletilla mira por debajo del hombro a los demás porque él o ella sí entienden la realidad mientras que ellos o ellas no saben por qué son ovejas, estúpidos o corruptos. También tiremos a la basura la falta de eficacia de esas frasecillas que llevan empleándose más de cinco años y medio sin tener ningún efecto (si acaso el único beneficio sea el de una suerte de catarsis minúscula entre el emisor vanidoso y su público que también se tapa la nariz frente a quienes, a pesar de sus inmaculadas advertencias, nada más no cambian de parecer).
Siempre será mejor analizar que descalificar. Pero los portavoces de aquellos desplantes, entre quienes se encuentran analistas, periodistas, políticos e intelectuales, descalifican sin comprender. Y lo que hay que comprender es por qué pese a sus regaños, la mayoría de los ciudadanos no más no entiende. Hay distintas variables sobre las que vale la pena reflexionar.
1. Dentro de la oposición no hay alternativas convincentes, propuestas estructuradas y trayectorias con respaldo ético, moral y político para disputar el poder con posibilidades de éxito. Obtuvo 15 millones de votos en el pasado proceso electoral y eso no es poca cosa, más aún, por ello tiene una importancia decisiva el tema de la sobrerrepresentación en el Congreso. Pero esas adhesiones exhiben un deterioro paulatino de los partidos. Y el tema es clave: la democracia mexicana se construyó pensando en partidos fuertes, por lo que ahora, su extrema debilidad, pone en riesgo esa democracia.
2. “Se les dijo”, leo la frase otra vez frente a un acto de transgresión ética y legal de los hijos del presidente, porque estos se han aprovechado de sus influencias para desviar en su favor recursos del erario. Sí, ese es un acto de corrupción, pero la pregunta es inevitable: ¿entonces la alternativa es votar por el PRI cuyo presidente buscar perpetuarse hasta 2032 o por la actual nomenclatura del PAN que pacta notarías? ¿La idea es que cada quien tenga a sus mafiosos y, entonces, hay que dirimir qué mafioso es más bueno que otro? ¿Qué tal si algún defensor del gobierno federal lanza la misma proclama, “Se les dijo”, frente a la casota de 300 millones de pesos de Alejandro Moreno?
3. Pero pongámonos intelectuales, en serio. Sigamos a Fernando Savater en su prólogo a “Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, con el que Maurice Joly denunció a Napoleón III. ¿”Y si el instrumental político de la democracia es tan apto como cualquier otro para vehicular el despotismo y mejor que todos los otros para legitimarlo”? O sea, ¿y si estamos asistiendo a la renuncia del pueblo a la libertad en aras del bien despótico? Cuidado. Podríamos estar presenciando cambios de tal calado “en los que hasta el significado de la rebelión se ha pervertido, pues las clases inferiores no ansían hacerse con el poder por amor a la libertad en sí misma, sino para arrebatar sus riquezas a los poderosos y proporcionarse los placeres que envidian”.
El Montesquieu de Joly acepta cómo puede morir la democracia: “en política todo está permitido siempre y cuando se halaguen los prejuicios públicos” y usarlos como revestimiento para imponer la tiranía con la aclamación del pueblo. Mientras, el Maquiavelo del mismo autor registra el hecho: las sociedades buscan más la sobrevivencia que la libertad y los derechos humanos. El país está en esa tensión y vale la pena reflexionar al respecto, no sea que un día los portavoces del “Se les dijo” tengan que tragarse sus propias palabras.