El obradorismo es, intelectualmente hablando, un lote casi baldío. En la parte dura del terreno, lo que abunda es yerba mala y parásita, incluidos no pocos de los así llamados prianistas. Abundancia de ideologías privadas inconsistentes y retórica pública uniforme, no ciencia ni teorías de altura.
No se engañen: los “intelectuales” obradoristas no influyen el “pensamiento” presidencial de López Obrador, defienden lo que sea que haga ÉL, mientras uno que otro arroja una ocasional crítica al partido pero nunca al Líder; AMLO no enmarca –ni sistemática ni frecuentemente- sus decisiones en las ideas previas de uno o más de sus defensores ex intelectuales; éstos, si algo intentan, es acomodar sus marcos político-ideológicos al discurso y los hechos del presidente (es una de las razones por las que es falaz describirlo como chavista o comunista; algunos de sus “intelectuales” tienen o tuvieron que ver con el comunismo o el chavismo, AMLO no; los usa para que lo obedezcan y aplaudan, porque eso han aceptado, no los tiene para obedecer ideologías que son ajenas a su combinación priista).
Digo todo aquello para reiterar que Morena y López Obrador no son tan distintos como supone la fe de algunos. Supuesto de la fe o de la chamba. Morena no es el partido “puro” en el que todos son de izquierda y demócratas y nadie tiene vínculos de ninguna clase con los demás partidos. López Obrador no es el presidente infalible y heroico que está logrando una gran transformación positiva. Los “intelectuales” de AMLO son lo que los escolásticos fueron al catolicismo, pero muy ilógicos, es decir, peores…
Una de las creencias más absurdas de los creyentes de “la cuarta” es que hay una diferencia absoluta entre López Obrador y sus predecesores, y entre su gobierno y los anteriores. Así, otra creencia de la ciencia ficción pejista –una fantasía con “otros datos”, defendida como si fuera La Verdad- es que AMLO y Felipe Calderón son absolutamente diferentes. Seamos aguafiestas y vayamos a los hechos, cribados por análisis socialcientíficos, social-liberales y socialdemócratas.
Primera similitud, por tamaño y relevancia práctica: ambos, Calderón y López Obrador, son continuadores de “la guerra contra las drogas”, también conocida como “guerra contra el narco”. Ni uno ni el otro la iniciaron, existía antes de 2006 y antes de 2018, la continuaron con sus propias versiones: el primero con algo parecido al descaro, provocando una explosión de los efectos, y el segundo con bastante disimulo (¡que no se note el parecido con “Felipe”!), hasta que llegó cierto acuerdo presidencial militarista… El discurso abrazador para tapar que a un problema abrasador se aproxima seguritariamente como conservador. Otro tipo de conservador, pero conservador. Así Obrador. Lo he argumentado en Etcétera: https://etcetera-noticias.com/opinion/andres-manuel-lopez-calderon/
Y dicho sea de paso, no creo que el ex presidente no supiera nada sobre las aventuras de García Luna, como no creo que el ex jefe de gobierno de la capital no supiera nada sobre las de Bejarano.
Segunda similitud: ninguno de los dos quiere que las drogas ilegales se vuelvan legales. Ni siquiera la marihuana. Aunque el conductor Genaro Lozano sólo crea eso sobre Calderón. Ninguno propuso directa y presidencialmente la regulación pública-estatal de ninguna droga ilegal, y ninguno ha movido realmente un solo dedo, personal o político, para acabar con la tragedia del prohibicionismo que lleva a “la guerra” y de la “la guerra” que requiere Prohibición. Ninguno se atrevió a usar la legislación para desfondar al narco quitándole el negocio de la droga ilegal. Ahí está la base del problema y la base de la solución.
Por cierto, entre la tropa tuitera oficialista gusta decir que todo el que se atreva a criticar algo de López Obrador extraña a los “narcopresidentes” del pasado. Es, con toda la boba obviedad que los define, una mentira. Y una generalización a la que su carácter de total se le cae muy pronto: quienes proponemos –y desde que FCH era presidente- la legalización de drogas estamos contra el narco, ya que el narco y los narcos se deben en primera y última instancia a la ilegalidad de X drogas, por lo que todo proponente de la legalización no extraña ni puede extrañar narcopresidentes. ¿Quiénes no son legalizadores de ningún tipo? “Andrés Manuel” y “Felipe”. Entre quienes se oponen a regular y, por tanto, favorecen la continuidad de “la guerra”, hay quienes lo hacen por alguna simpatía narca y otros que lo hacen por no entender.
Tercera: tampoco quieren legalización del aborto, de ningún tipo de aborto, ni la extensión igualitaria del matrimonio entre ciudadanos ante el Estado o matrimonio civil (no religioso), que eso es lo que coloquialmente se llama “matrimonio gay”. Esta similitud contiene a la cuarta…
Cuarta: ni Calderón ni López Obrador son liberales. Tampoco son progresistas (distinto de sólo “políticamente correcto”, pero esto dejémoslo para otro texto). No se puede ser liberal tal cual si no sólo no proteges ni fomentas sino rechazas la libertad de consumir sustancias, la libertad de usar hacia su interior el propio cuerpo como uno decida –de donde no sigue que un liberal deba oponerse a un Estado que informe sobre riesgos-, la libertad sexual sin violaciones ni de cuerpos ni de derechos, y la libertad de casarse legal y secularmente con otro adulto que consienta. AMLO dice que no hay nadie más liberal que él pero no actúa liberalmente; dice que todos sus críticos somos conservadores pero algunos escribimos desde hace años con las propuestas liberales que nunca ha hecho él. Y no: el liberalismo no es un agregado de opiniones “rositas” e indiferencia u oposición a la redistribución económica. El chiste pseudoizquierdista se cuenta solo: eso lo cuenta el presidente no liberal que se autonombra liberal y cree que no hay alternativa a su austeridad neoliberal, y lo cuentan los “intelectuales” populistas o dizque socialistas que al mismo tiempo son enemigos del liberalismo y defensores sin matices del presidente obsesionado con la austeridad fuera de lugar.
Quinta: al no ser ni liberales ni progresistas, Calderón y AMLO no pueden ser feministas. Es obvio que no lo son. Una similitud cada vez más obvia, excepto que quieras creer en cuentos fantásticos sobre tu jefe, como Irma Eréndira Sandoval y Estefanía Veloz. Indudablemente es posible ser feminista y no ser propiamente liberal pero no al revés, pues estar contra la libertad de la mujer como mujer no puede ser bueno para la libertad del individuo completo que toda mujer también es. El liberalismo verdadero no reduce a la mujer a la condición de mujer ni borra esa condición/otra identidad de la individualidad real.
Sexta similitud: los dos son conservadores. Calderón es conservador neoliberal y López Obrador priista conservador con una dimensión neoliberal. Calderón es conservador en temas políticos y sociales, neoliberal en los económicos. López Obrador es priista en lo político, conservador en lo social y en lo económico tiene algo de populismo, algo de neoliberal, un mínimo de izquierda y bastante de ignorancia pura. El priismo es un pragmatismo autoritario con toques de nacionalismo cuyos deseos de poder incluyen delirios de hegemonía merecida.
Séptima: tanto AMLO como Calderón son autoritarios. A ninguno de los dos le gusta escuchar, dar la razón a otros, corregir. No están acostumbrados a refutar, lo que supone argumentar con objetividad y sinceridad. Les gusta imponerse con el poder, por poder, para poder hacer lo que ya preferían. Ninguno es demócrata completo. Los dos son aversos a la democracia deliberativa, sea como modelo de régimen nacional, como instrumento de decisión en procesos de gobierno o como perspectiva filosófica. Ambos aceptan estratégicamente la democracia representativa, mientras uno (López Obrador) finge ser “participativo” y el otro finge ser democrático europeo por cultura.
Octava: Germán Martínez, quien no es ni liberal ni de izquierda, estuvo en el gabinete calderonista y en el obradorista. Dos presidentes, un mismo colaborador. En otro nivel, es también el caso del ultraconservador Manuel Espino.
Novena: Calderón y López Obrador, no sólo uno, los dos, pusieron en la secretaría de Seguridad federal a quien no debían poner. Creo que es peor García Luna, pero Durazo el ex secretario particular de Fox tampoco era una buena opción para la secretaría.
Décima: hubo/hay corruptos en ambos gobiernos. Corrupción durante el gobierno y colocación de corruptos en alguna posición de gobierno. Tres ejemplos de malos manejos y algún tipo de corrupción durante el obradorismo: Carlos Lomelí, Ana Gabriela Guevara, Jaime Bonilla. El caso de Bartlett tiene un tanto de especial. Su riqueza no puede ser explicada sin la corrupción, y por eso no ha sido verdaderamente explicada por parte de “don” Manuel. No hay prueba científica de que sea corrupto en el sentido de ladrón de millones públicos pero sí hay evidencia de corrupción en muchos sentidos durante sus pasos por la secretaría de Gobernación y la gubernatura de Puebla. Prueba y evidencia son cosas distintas y es importante entenderlo, pero más importante es entender que sobre Bartlett no hay ni prueba ni evidencia de que no sea corrupto y que sin corrupción no se explicaría su riqueza.
Argumentando sobre estas diez similitudes fácticas, se han demostrado tres cosas: a) que no todos los críticos de López Obrador son calderonistas, y que por lo mismo no todos vemos en “México Libre” una alternativa por la cual votar; b) que racional y empíricamente es posible criticar tanto a Calderón como a AMLO; y c) que uno y otro pueden ser criticados desde la derecha y desde la izquierda. Como es obvio, la realidad me convenció hace mucho tiempo de que el actual presidente es más criticable desde posiciones de izquierda.
Los obradoristas 100%, como ellos se autodesignan, son fanáticos. Es la descripción destilada que corresponde al absoluto con el que se identifican. No pueden ver las similitudes que hemos repasado porque no ven la realidad ni quieren verla. Creen lo que quieren ver, dan por hecho lo que quieren que no sea falso: la pureza, la perfección, la santidad, la incomparabilidad, la inconmensurabilidad, de… un político. Su (im)postura no puede sino crear una retórica como la del Concilio de París en 1210, “pululan los gusanos de la perversidad herética”. Sueñan. Sueñan religiosamente. Si la realidad es mucho más complicada de lo que cualquier mayoría cree, la realidad del obradorismo es mucho más compleja y fea de lo que su mayoría estaría dispuesta a aceptar. Eso incluye el hecho de que su líder es en mucho parecido al villano con el que alimentan su percepción: López Obrador está mucho más cerca de Felipe Calderón que del Pepe Mujica que de verdad necesitamos: https://etcetera-noticias.com/opinion/diferencias-lopez-obrador-pepe-mujica/