Supongo que el siglo XXI será llamado el siglo de los populismos. Ya no veré esto, pero desde finales del siglo XX hasta estos locos años 20 del XXI lo que hemos presenciado en diversas partes del mundo, es la consolidación de los regímenes encabezados por líderes carismáticos que proponen soluciones muy fáciles y mentirosas a problemas muy complejos y muy difíciles de resolver. Ahí comenzamos y aquí seguimos.
Los partidos tradicionales o hegemónicos van desdibujándose y nuevas fuerzas con un espantoso olor a polarización y tiranía van apoderándose a través de procesos democráticos de muchas naciones del planeta. Está sucediendo lo impensable y ahí están los partidos de ultraderecha ocupando posiciones cada vez más importantes. VOX en España ya forma parte del gobierno de Castilla León y Marine LePen, aunque no triunfó, avanza con su proyecto islamofóbico en Francia al desplazar a la derecha e izquierda tradicionales de esta nación.
En México estamos viviendo un proceso parecido desde 2018, los partidos políticos se ganaron a pulso ser despreciados y un movimiento discriminatorio, antisistema y autoritario se erige como la posibilidad más fuerte en los procesos electorales. Una parte significativa de la ciudadanía observamos con preocupación, pero casi en estado catatónico el desmantelamiento de la democracia. Aquí, cerca de nosotros, nos estamos poco a poco acostumbrando a vivir en un país militarizado en el que no se respeta la ley, se criminaliza a la disidencia y se señala con dedo flamígero a los que pensamos distinto al presidente y a todos ellos, los que gobiernan.
En estas ultimas semanas hemos llegado a situaciones que ponen los pelos de punta. Abiertamente y sin pudor alguno, el presidente y sus colaboradores violan la ley y tildan (con nombre y apellido) de traidores a la patria a los que se atreven a contradecir al autócrata e invitan a sus seguidores fanatizados al linchamiento de los opositores. Estas actitudes, digámoslo claro, son reaccionarias ya que quieren volver a lo que con tanto esfuerzo dejamos atrás.
Y ahí están estos, los verdaderos conservadores, que rechazan la globalización, las energías limpias, las instituciones, los contrapesos y apelan a un nacionalismo ominoso para hacerse del poder y el control. No son buenos augurios para nuestra democracia.
De economía… mejor no hablamos. Una inflación tan alta como hace 21 años, que afecta directamente el bolsillo de todos los mexicanos, con precios altos en alimentos básicos, un subsidio a las gasolinas que, dicho por el SAT, es de 400 mil millones al año, un crecimiento del PIB que si acaso llegará al 2% si nos va bien. Las tasas de interés cada vez más altas, pagaremos cada vez más por intereses en nuestras tarjetas de crédito, en nuestras hipotecas, también los que se atrevieron a tener un crédito automotriz, etc.
La guerra contra Ucrania, emprendida por uno de los populistas por antonomasia, Vladimir Putin, agrava aún más la peligrosidad de este momento. Los trastornos económicos derivados de este conflicto seguirán afectando al mundo a mediano y largo plazo.
El panorama que vemos hoy nos desalienta, honestamente no sé de qué debemos asirnos para seguir adelante, pero, aunque no sepamos bien a bien cómo, tenemos que hacerlo. A tientas, pero debemos de encontrar la salida.