Hoy no tenemos duda que progreso tecnológico y las telecomunicaciones están imbuidos en la operación y progreso económicos y sociales. Los cambios tecnológicos son continuos, cotidianos y de impacto generalizado en todo el mundo. De ahí que han generado la expectativa de que el pleno acceso digital es la vía para alcanzar una sociedad conectada, informada y, con todo, cohesionada en todos los sentidos.
La brecha digital y de acceso a información que se registra actualmente es una representación de nuestra brecha de desarrollo económico. No podemos aspirar a cerrar nuestras inequidades en general si no eliminamos aquellas diferencias en conectividad y acceso a la información.
Pero un insumo fundamental es la información primaria, cuantitativa y cualitativa, de nuestra propia adopción social de estas capacidades.
Un país en proceso de desarrollo integral se caracteriza por la limitada e incluso insuficiente dotación de fuentes de información. Definitivamente, para poder alcanzar los objetivos de crecimiento y desarrollo en México necesitamos contar con una sociedad informada, con acceso libre a la información, y, aunque suene obvio, conviene destacar que cuente con información suficiente, oportuna y confiable. Esto último, especialmente sobre el sector de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC), que es parte integral de la sociedad de la información.
Métricas de diagnóstico y diseño eficiente de política pública
Necesitamos poder medir nuestra sociedad de la información y conocer el nivel de brecha digital.
En México, se han llevado a cabo esfuerzos cuantitativos desde la esfera pública, pero también desde aquella privada, para contar con un diagnóstico de acceso, hábitos de uso y aplicación de las TIC entre la población.
Desde el ámbito público, la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), elaborada por el Inegi, constituía (sí, en tiempo pasado, porque ya no se elaborará por el recorte presupuestal que enfrentará la entidad este año) una brújula anual de los avances alcanzados en esta materia, así como proveía un mapa de ruta para la definición de estrategias de política pública de democratización de la conectividad.
Al ser descontinuada en su edición para este año, ya no serán identificables, a ciencia cierta, cuáles son las zonas y comunidades en las que predomina una escasa disponibilidad y despliegue de infraestructura que impide el acceso y aprovechamiento de la conectividad. Consecuentemente, se dificultará el enfoque y se reducirán los niveles de eficacia de las políticas públicas para hacer frente a esta insuficiencia de cobertura de servicios.
En términos económicos, es posible afirmar e incluso medir que con esta nueva restricción informativa estamos generando asimetrías de la información que son nocivas para la operación económica, consecuentemente para el desarrollo del sector y finalmente, de nuestro país.
Información para la sociedad de la información
Si bien, el mexicano de los últimos años se ha vuelto intensivo en el uso de la conectividad, seguimos en niveles significativamente bajos en comparación con otros países. Para poder hacer estas aseveraciones requerimos de métricas informativas, mismas que ya no serán liberadas de manera oficial.
La toma de decisiones de órganos del Estado sobre política pública de conectividad para el desarrollo sectorial de largo plazo evidencia la necesidad de contar con información y análisis sobre la dimensión de acceso a conectividad y, así, a recursos informativos. Aquí, el punto es dimensionar el acceso a la conectividad con métricas metodológicamente robustas, replicables en el tiempo y comparables con indicadores semejantes, como aquellas construidas por el Inegi en la ENDUTIH. Ello porque el aparato sectorial de gobierno trabaja día a día sobre estas bases y al menos este año, no podrá contar con este insumo básico de información.
Paradójicamente, sin caer en un juego de palabras, sin información, no podemos llegar a tener, efectivamente, una plena inclusión digital y una verdadera sociedad de la información.
Este artículo fue publicado en El Economista el 14 de febrero de 2019, agradecemos a Ernesto Piedras su autorización para publicarlo en nuestra página.