Cuando el elocuente Aldai Stevenson competía para presidente contra Dwight Eisenhower, una mujer le manifestó al candidato demócrata después de un mitin: “Toda persona pensante votará por usted”. Supuestamente Stevenson respondió: “Madam, eso no es suficiente. Necesito una mayoría”.
G.E. Marcus
Un elemento clave para que un régimen se consolide es la capacidad que tenga para implantar una narrativa sobre quiénes somos, qué nos une y hacia dónde vamos. Si consideramos que el gobierno vende la polarización bajo un discurso no muy distinto al nacionalismo revolucionario de los años 70, está triunfando. Tan es así que hasta quienes se quieren hacer llamar como sus opositores están jugando ese mismo juego.
Por todas partes vemos a activistas, políticos, usuarios de redes sociales y multitudes en Whatsapp divulgando memes, información falsa, insultos a los gobernantes y descalificaciones diversas al gobierno y sus simpatizantes. El resultado es obvio: lejos de hacer que la gente dude del gobierno y sus intenciones, terminan reforzando a los leales, haciendo que ganen adeptos y afianzando la polarización. Así como vamos, Morena gobernará por varios sexenios, con o sin la reelección de López Obrador.
Como si no hubiera pasado gran cosa, muchos analistas apuestan a que el modelo de comunicación política del gobierno se agotará pronto. Sin embargo, las conferencias mañaneras son un gran éxito para el público al que se dirige: no sólo López Obrador tiene 1.3 millones de suscriptores en YouTube, sino que en un solo día la transmisión de cada conferencia rebasa el cuarto de millón de visitantes.
¿Cuál es el error en la postura de los opositores? Apostar que millones de votantes “entren en razón”, creyendo que algún día apreciarán sus sesudas ideas, en lugar de hablarles en términos que entienda y les emocionen. ¿Son tontos los leales al gobierno? No: están tan convencidos de una postura que han perdido su capacidad para asimilar información que les contradiga. Dirigirse a ellos con términos como “chairos” o “nacos” sólo los refuerza y justifica.
Tampoco hay mucha visión sobre los mensajes a posicionar y cómo transmitirlos. Tomemos un elemento como la elección de un hashtag en redes sociales, el cual se esperaría fuese simple, directo y mueva a la acción. Si eso se entiende, es posible colocarlo en las tendencias e incluso algunos han dado varias vueltas al mundo. ¿Táctica de activismo de sillón? Sí, pero también es relevante para tejer una narrativa.
Por ejemplo, uno de los hashtag más exitosos en los últimos años fue #YaMeCansé, acuñado después de que el entonces procurador Jesús Murillo Karam cerrara abruptamente una conferencia de prensa en noviembre de 2014, mientras trataba de explicar la tragedia de Ayotzinapa. Bastó esa frase indolente para destrozar la narrativa del gobierno y la oposición tuviera una frase en torno a la cual articularse.
Hubo una oportunidad de oro para hacer algo similar el pasado lunes 12. En su conferencia mañanera, López Obrador expresó que ya le aburría contestar ataques de sus opositores, como presuntamente era la cancelación del apoyo para la Olimpiada de Matemáticas. En lugar de un hashtag que diga #YaMeAburre, el cual podría haber dado pie a una larga conversación sobre los excesos discursivos del gobierno y su improvisación, las redes sociales hablaron sobre la condecoración al ejecutivo por el medallero en los Juegos Panamericanos.
¿Qué hacer? Como todo individualista, no les recomendaría seguir a alguien para hacer algo. Piensen por sí mismos. Discriminen la información que reciben y si les comparte información falsa alguien de su confianza, díganlo. Si se les ocurre algo inteligente, divúlguenlo. Si saben algo sobre un tema que está en la discusión pública, compártanlo en términos comprensibles. De lo contrario, colaboran en la construcción de un nuevo régimen hegemónico. Todos somos responsables.
Este artículo fue publicado en Indicador Político el 15 de Agosto de 2019, agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.