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viernes 13 diciembre 2024

Todas las familias son naturales

por Carlos Arturo Baños

Acabamos de vivir un intenso fin de semana. Una versión renovada de la vieja pugna entre conservadores y liberales.


Los primeros, se manifestaron el sábado 10 a favor de la familia nuclear de carácter judeocristiano: mamá, papá e hijos. Obvio, esto implica su oposición, reprobación o minusvaloración de los arreglos familiares distintos. Los segundos, en cambio, salieron a las calles el domingo 11 a expresar su ímpetu inclusivo: todo cabe en el jarrito, mientras se sustente en la libertad y en la buena convivencia en el hogar.


Sí, quedó demostrada, sin duda alguna, la superioridad civilizatoria de la filosofía liberal, porque para los liberales la familia nuclear es una forma más de entre muchas otras reales y posibles.


La familia nuclear resulta igualmente aceptable y respetable, al lado de la madre y del padre solteros, de los abuelos que educan a los nietos, de la tía que se hace cargo de su sobrino, de la pareja heterosexual sin hijos (y muchos gatos o perros), de la pareja homosexual sin hijos, de la pareja homosexual con hijos (procreados con ayuda de otros o adoptados), de la pareja integrada por mujer y hombre que tuvieron vida de pareja anterior e hijos previos, y de un largo etcétera.


Para los conservadores, la familia importa básicamente por su forma, aunque en su interior llegue a padecerse la infamia de la violencia y de la doble moral (caso Marcial Maciel). Y, para los liberales, la familia importa por su fondo, ya que no importa quiénes estén en ella o quiénes la integren: importa más la calidad de la convivencia cotidiana entre sus miembros.


Los liberales saben, perfectamente, que la esencia de la familia está en la buena convivencia y en los fines compartidos: apoyo colectivo, reparto de las obligaciones, ambiente cooperativo, acompañamiento emocional, crecimiento personal compartido y lazos de confianza. Y saben que estos objetivos se pueden conseguir a través de distintos arreglos familiares, no sólo a través de uno.


A los conservadores les obsesiona el asunto de la reproducción: claro, es cierto, sólo puede haber reproducción mediante la fusión de gametos femeninos y gametos masculinos (curiosamente eso de la “virgen embarazada sin intervención de varón” no les escandaliza). Sólo que olvidan que las familias no se reducen a la reproducción, ya que hay familias sin hijos, hay familias que tienen hijos a través de la adopción y hay familias que educan a los hijos de otros sin necesidad de adoptarlos.


Los conservadores tienen una mentalidad reduccionista, mientras que los liberales son muy amplios de miras, porque saben que la esencia de las familias debe ser la sana y satisfactoria vida en común. Para los liberales, pues,TODAS LAS FAMILIAS SON NATURALES, porque todas ellas tienen su fundamento en nuestro instinto gregario. Somos seres sociales por naturaleza. La vida es muy difícil y compleja como para enfrentarla en soledad, en aislamiento. Y nada más natural que asociarnos con otros para acometer con regular éxito las cargas, los retos y los pesares de la vida.


Para los liberales, otras son las preocupaciones centrales en relación con las familias, como son: vivir sin violencia, cooperar en las labores del hogar, tener hijos con mucha responsabilidad, poder conseguir los recursos económicos necesarios para la cotidiana subsistencia, establecer lazos estables de ayuda mutua, proveer seguridad física y emocional para cada uno de sus miembros, cuidar con especial atención a los más vulnerables, entre otras más.


En México, nos la pasamos fregando con discursitos que ensalzan a las familias como las “unidades básicas de nuestra sociedad”, como las “células elementales del tejido social”, pero poca atención le ponemos a lo que esencialmente debe ser y hacer una familia.


El actual debate en torno al tema de la familia puede ser, ni duda cabe, una gran oportunidad para redefinir nuestro marco legal y nuestras políticas públicas en la materia.


Resulta muy importante no quedarnos anclados en el asunto del matrimonio igualitario. Muy importante es éste, obvio. Pero hay que aprovechar el impulso para avanzar en materia de Derecho Familiar y de instituciones y programas públicos para las familias.

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