Si un tema nos debe quedar claro en la actual coyuntura, es la necesidad que desde la propia sociedad mexicana se incentive, apoye y defienda al periodismo independiente, no sólo para garantizar que la información no sea parte de una estrategia de propaganda gubernamental, sino para contar también con un verdadero contrapeso para el poder político.
Lo que ha sucedido en lo que va del sexenio con los medios de comunicación nacionales –sometidos en su mayoría al gobernante en turno debido a su dependencia económica de la publicidad oficial—, así como el surgimiento de periódicos, canales de YouTube y portales de Internet que sólo buscan defender la posición oficial del gobierno –incluso buscando con esto alguna candidatura en el partido oficial, como es el caso de cierta youtuber de Jalisco—, nos da una idea de lo importante que es que existan medios que al no depender del gobierno, sea para recibir dinero o favores políticos, puedan dedicarse a informarnos de los temas importantes para nuestra sociedad.
El trabajo de Carlos Loret de Mola –independientemente de que estemos o no de acuerdo con su trayectoria y estilo de informar—, es una muestra de cómo se puede ejercer el periodismo en tiempos como los que vivimos, es decir, con el renacimiento bajo otras siglas de un partido oficial que se puede convertir en el hegemónico en el sistema político, algo que las generaciones más jóvenes no vivieron por nacer luego de la alternancia en el año 2000, pero que ahora podrán experimentar al igual que los mexicanos que vivieron bajo la sombra del PRI en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Es impensable que un diario como La Jornada, que recibe publicidad oficial en la misma cuantía que las televisoras, o portales como Sin Línea (editorial propia) den a conocer las irregularidades que presuntamente constituyen actos de corrupción, como las denunciadas en su carta de renuncia al INDEP de Jaime Cárdenas Gracia o lo que ha surgido a raíz del escándalo por el estilo de vida del hijo mayor del presidente.
Con la reducción de la publicidad oficial en el actual sexenio y la política de adjudicaciones directas que se ha implementado, es clara la intención de apoyar y premiar a los medios afines y ahogar hasta matar a los que tengan una postura crítica.
El número de medios que ha desaparecido en el actual sexenio, con los consiguientes despidos, es una muestra del impacto que este tipo de decisiones ha tenido. Tan sólo como muestra, el padrón de medios impresos de la Secretaría de Gobernación, que tenía el registro de poco más de mil 600 periódicos y revistas al iniciar la presente administración, depuró el listado para quedar con 724 según informó su director, Carlos Avilés. Dicho registro es requisito para tener acceso a la publicidad oficial.
Por esto, es necesario que sea la propia sociedad la que financie al periodismo independiente que tanta falta nos hace, considerando que la publicidad oficial es un arma de propaganda más que de información y la publicidad del sector privado ha mostrado una disminución tanto en el país como en el mundo.
Hasta el momento, hay pocos esfuerzos en este sentido aparte de los realizados con campañas para obtener financiamiento de sus lectores de medios como Etcétera, Animal Político, o la política de no depender de publicidad oficial del periódico Reforma.
Latinus, en este sentido, es un caso singular porque se ha permitido apostar por un periodismo de investigación, en tanto que otros medios luchan por su sobrevivencia.
Así, en la actual coyuntura, incluido el tema de los asesinatos de periodistas, los ciudadanos que han mostrado preocupación y solidaridad con los comunicadores agredidos desde Palacio Nacional, harían bien en dar el siguiente paso y apoyar a los medios que, dada la oposición partidista que tenemos, representan el único dique de contención de una clase política que busca quedarse con todo el poder para ser los nuevos privilegiados.