Descalificar a los críticos es una de las actividades principales y favoritas de López Obrador. Atacarlos mediáticamente e intentar desprestigiarlos a todos, en paquete. Algunos de sus ayudantes en esa tarea son “académicos” que buscaron las credenciales formales y convencionales dentro de la academia de ciencias sociales, como fuente de legitimidad y vía de acceso político, pero que en realidad ya no tienen que ver con la práctica de dichas ciencias; dos ejemplos de los más “comprometidos”, temerarios y agresivos son John Ackerman y Gibrán Ramírez. No hay que olvidar que ésa es parte de su función actual, no buscar la verdad, construir conocimiento ni criticar al poder.
Uno de los adjetivos descalificativos que prefieren, tanto el presidente como sus lanceros, es el de “conservador”, bajo cualquiera de sus presentaciones. El “conservador” como súmmum de derechista, reaccionario, antiprogresista, “privilegiado”, elitista, “prianista”, vendido y lo que se acumule. Y antiobradorista, claro. Como si antiobradorista fuera necesariamente lo mismo que conservador, y al revés. El supuesto que completa esa moneda corriente es que AMLO es liberal, en sus propios y particulares términos –y, por ende, no conservador.
¿Es el presidente López Obrador un liberal? ¿Son sus críticos todos conservadores? No y no. Ni todos sus críticos somos conservadores (muchos lo son, obviamente) ni nuestro presidente es un liberal. No lo es por varias razones, entre ellas que no defiende tres propuestas sin las que hoy es imposible estar plenamente en el liberalismo: la legalización del “matrimonio gay”, la legalización del aborto y la legalización de drogas.
Y no sólo nunca ha propuesto ni defendido tales regulaciones de equilibrio demoliberal entre individuo y Estado, se ha burlado de ellas al minimizarlas, despreciarlas y ningunearlas, como consta en su gobierno capitalino. Las ve, como varias veces ha señalado Jorge Javier Romero, como ideas “rositas”. Si bien no lo dice así, “rosita” sería lo que no es redistribución material de algún poder o distribución de poderes hacia y entre la gente/ciudadanía. Las tres legalizaciones mencionadas no sólo están directa y fuertemente relacionadas con lo liberal y lo progresista sino que no son“rositas”. El presidente las deja de lado porque no las entiende a cabalidad. Porque:
1. El “matrimonio gay” es matrimonio civil. Repito: civil. E igualitario. No religioso. Una expansión tan justificable como justificada del matrimonio frente al Estado y los derechos relativos. También una medida contra el poder de las iglesias en la sociedad y la política, a favor del Estado mismo. Lo que no significa prohibir la religión católica, ni ninguna otra, ni prohibir los matrimonios religiosos. Si AMLO fuera un experto (y) liberal sobre nuestro siglo XIX, entendería todo lo que estoy diciendo. Veamos cómo López Obrador contradice al liberalismo, en general, y al liberalismo mexicano, en particular, mostrando lo que cualquier experto sabe: el periódico conservador El Omnibus criticaba “las doce libertades” enarboladas por el periódico liberal El Siglo XIX; ¿cuáles eran? La libertad de pensamiento, la libertad de conciencia, la libertad de palabra o expresión, la libertad de imprenta, la libertad de correo, la libertad de reunión y asociación, la libertad de cultos, la libertad de industria, la libertad de contratos, la libertad de defenderse; he dejado para el final dos, cuya relación vital muchos olvidan hoy: la libertad de testar y la libertad de casarse. Libertad de casarse o no. Los adultos que quieran casarse por alguna religión, que puedan hacerlo, que una ley no se los prohíba; que los adultos que quieran casarse “por lo civil”, que puedan hacerlo, que no se los prohíba ni una ley discriminatoria ni la influencia política de religión alguna.
2. El abortar o no en la legalidad puede ser literalmente un asunto de vidas o muertes de mujeres, el poder o no poder abortar con legalidad puede significar la libertad o la pérdida de la libertad individual por prisión. No entenderlo es –por separado o todo junto- machismo, vocación monstruosa de ignorancia o antiliberalismo. Aunque el feminismo no necesariamente es liberal, el liberalismo históricamente actualizado es necesariamente feminista, en algún modo y grado. Es penoso que algunas feministas no critiquen al presidente dizque progresista por su silencio contrario al aborto; se han enfermado con esa idea necia y suicida de los “compañeros de viaje”. Yo no me callo a favor de su legalización; para conocer mi argumento lógico sobre el aborto, lea esto.
3. La legalización de drogas es una reforma realmente radical. No es sólo legalizar la marihuana, lo que tampoco ha hecho la coalición obradorista y todo indica que el presidente nunca ha querido hacer. Como Felipe Calderón. Es una Reforma a favor del individuo, sus derechos y su libertad, y a favor de la sociedad contra la violencia que crea violencia que crea violencia…; también a favor del Estado quitándole presiones y fuentes de corrupción y abriéndole puertas fiscales localizadas. Moverse a la regulación público-legal de las drogas ilegalizadas tiene mucho que ver con distribuciones y redistribuciones democráticas y materiales. Nada de esto han entendido ni el presidente ni su pomponero Ackerman. En el caso del presidente, lo siguen confirmando declaraciones como estas. En el de Ackerman, su ignorancia no progresista quedó exhibida en el episodio de “John y Sabina” con Olga Sánchez como invitada. Estas equivocadas posiciones obradoristas no cambian sustantivamente con la propuesta de Ley de Amnistía, a la que en principio no me opongo. La postura pseudoliberal de AMLO sobre el problema público de las drogas sólo cambiará cuando use su mayoría congresional para legalizar cuando menos la marihuana.
En la cabeza mal amueblada de los fanáticos obradoristas, cualquier crítica a su dios es conservadurismo, felipismo o, en las palabras brutas de Gibrán Ramírez, ser “becario de Claudio”. Pero muchos que criticamos a López Obrador también criticamos a los ex presidentes Calderón y Peña, al PRI, a la ultraderecha y a varios empresarios (en el colmo de la confusión y la manipulación, “Gibrán” pide que no se critique a Bartlett por ser rico…). Está publicado, aunque los fanáticos no lo vean o no quieran verlo. ¿Pero qué se puede esperar de ellos? Son fanáticos. En fin, sería indicador de su muerte cerebral decir que quienes defienden este trío de legalizaciones –matrimonio civil igualitario, aborto, drogas- son conservadores. Lógicamente, no se puede criticar así al presidente y al conservadurismo y ser conservador. En cambio, sí se puede criticar a “los conservadores” y ser conservador o coincidir en mucho con ellos. ¿Cómo ser liberal y oponerse al ejercicio y desarrollo de la libertad? Tal es el caso del presidente López Obrador. El de la realidad, no el de los fanáticos y su imaginación.