Junto con el tremendo lastre que les representa la brutal corrupción de algunos de los peores gobiernos en la historia, en especial el que encabezó Javier Duarte de Ochoa, a los candidatos del PRI a los diferentes cargos de elección popular que están en competencia les juega en contra la traición, abierta o velada, de varios de sus “compañeros” de partido.
En Veracruz hay casos más que claros de que son los propios priistas los que se juegan las contras entre ellos mismos, ya sea por rencores personales reprimidos, por intereses de grupo, o simplemente por deslealtad e, irónicamente, una corrupción que les llevó a dejarse cooptar por sus adversarios, que ahora son sus “amigos”. Mientras les sean útiles, por supuesto.
El caso más evidente es el del duartista Vicente Benítez González, quien llegó al Congreso del Estado gracias a una negociación entre aquel régimen con el siempre “flexible” Partido Nueva Alianza, del cual se convirtió en dirigente de facto desde la campaña de 2016 al volverse su principal “patrocinador” en el estado.
Hace más o menos un año, Benítez González “transó” con el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, y a cambio de no ser procesado por el régimen que prometió meter a la cárcel a todos los duartistas corruptos –entre los que el ex tesorero estatal ocupa un lugar de “honor”-, se apartó de la oposición a la actual administración estatal y apoyó sus iniciativas en la LXIV Legislatura local.
Pero con lo que en realidad Vicente Benítez se ganó su impunidad fue con la negativa de Nueva Alianza a coaligarse por la gubernatura con el abanderado PRI, José Francisco Yunes Zorrilla, postulando en cambio como candidata “propia” a una gris diputada local, Miriam Judith González Sheridan, que poco antes de eso renunció a su militancia en Morena luego de un “paseo por las nubes” en una aeronave oficial junto con el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares.
Benítez no es el único que le ha dado la espalda al partido que le permitió hacer fortuna en Veracruz. Otro que de manera no tan abierta juega en contra del candidato del PRI es el ex dirigente estatal de ese partido, Amadeo Flores Espinosa.
Mientras por un lado la asociación política propiedad del ex procurador duartista, Vía Veracruzana, “apoya” discursivamente al tricolor, por otro sus personeros atacan a su candidato a la gubernatura en los medios de comunicación. Y para que no quedase duda de sus nuevas lealtades, su hijo, el magistrado Amadeo Flores Villalba –que ocupa ese cargo gracias a que lo propuso Javier Duarte-, publicó en sus redes sociales apenas el pasado 28 de febrero una fotografía con el candidato del PAN-PRD-MC a la gubernatura, Miguel Ángel Yunes Márquez, con el encabezado “amistad que con los años perdura!!!” (sic).
Otro que se mueve en la misma tónica es el delegado de la Secretaría de Gobernación en Veracruz, Alejandro Montano Guzmán. Desde que asumió el cargo hace pocas semanas, el también ex secretario de Seguridad Pública estatal del sexenio de Miguel Alemán Velasco se dedicó a contradecir el discurso proselitista del aspirante priista a la gubernatura, al tiempo que evita por todos los medios confrontarse o siquiera entrar en una mínima polémica con el gobierno de Yunes Linares.
Incluso, sobre el mismo coordinador de la bancada del PRI en el Congreso del Estado y recién ratificado candidato de ese partido al Senado de la República, Juan Nicolás Callejas Roldán, existen señalamientos en el sentido de que habría cambiado de “bando” para poner al magisterio afiliado a la sección 32 del SNTE a disposición de la causa panista, razón por la cual despidió a su personal en la LXIV Legislatura que se mantuvo leal al priismo.
Con tales jugarretas no es de extrañar que en varios sectores políticos se dé por buena la versión de un supuesto “pacto” para entregar Veracruz al yunismo panista, a cambio de que éste apoye al candidato presidencial del PRI en Veracruz.
Parecieran no recordar que las traiciones, en política, generalmente tienen un efecto bumerang, que tarde que temprano, regresa. Y les da en la cara.