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viernes 08 noviembre 2024

Turquía, los BRICS y la Unión Europea

por María Cristina Rosas

La vida da muchas vueltas. Hasta no hace mucho se pensaba que los BRICS -esa agrupación producto, inicialmente, de una idea de Goldman Sachs y Jim O’Neill en 2001 que ubicó a Brasil, Rusia, India y la República Popular China (RP China) como opciones de inversión no tradicionales, quienes en 2011 se sumó Sudáfrica- y, a partir del 1 de enero del presente año, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, e Irán- era un simple acrónimo sin mayor trascendencia en la geopolítica global. Argentina, originalmente formaría parte del grupo en esta última ampliación. Sin embargo, el cambio de gobierno en el austral país y el arribo de Javier Milei a la presidencia, lo impidió.

Hoy, la guerra comercial de Estados Unidos contra la RP China más las sanciones amplias contra Rusia ante la invasión de Ucrania, han contribuido a que se reduzca la interacción del dólar y las monedas occidentales con esos países. Aunado a ello, Rusia ha logrado transformar su comercio exterior de manera que lo redujo sustancialmente con Occidente, en especial, con Europa, en tanto lo incrementó dramáticamente con dos de los BRICS, la RP China e India. Asimismo, los BRICS + -es decir, los originales más los ampliados- coadyuvan a consolidar la ambiciosa iniciativa de l franja y la ruta cuyo motor es Beijing. Ello no debería obviar el hecho de que Estados Unidos ha perdido márgenes de maniobra en el mundo y de que al declinar como poder global hace factible que la oferta de la RP China para comerciar e invertir con las diversas naciones del planeta resulte atractiva. Sin ir más lejos, en el caso de América Latina, la RP China es el mayor prestamista y/o tenedor de deuda de Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina y Bolivia, países que poseen una atractiva base de recursos naturales, economías importantes -por su tamaño y necesidades- y, en el caso de Ecuador, una ubicación geográfica privilegiada.

En este contexto Turquía, quien ha tocado a las puertas de la Europa comunitaria por décadas sin lograr la adhesión a la hoy Unión Europea, parece que ha terminado por desilusionarse. En descargo de Turquía hay que señalar que la eurozona vive su propia debacle, primero con motivo de la crisis de 2008-2009 de los bonos basura que puso en jaque a varios miembros de esa iniciativa, la salida del Reino Unido de la institución (BREXIT), la pandemia del SARS-CoV2 y ahora, la guerra de Rusia contra Ucrania. Todos estos eventos han impactado en los márgenes de maniobra de Bruselas, que hoy se ve lejos de aquel perfil que hasta no hace mucho proyectaba la Unión Europea como uno de los centros de poder mundial. Claro, no es que Turquía renuncie a la idea de formar parte de la Europa comunitaria. Pero mientras espera formada en la fila -dado que parece que Ucrania tiene más prioridad en el camino de la membresía que Ankara- puede tocar otras puertas.

Ucrania y la Unión Europea: una relación tortuosa

No es sencillo resumir en unas cuantas líneas la historia de las relaciones entre Turquía y la hoy Unión Europea, las cuales han mostrado un movimiento pendular: por momentos, ambos actores han estado muy cerca, y por momentos, como ocurre en la actualidad, se alejan.

Así, a grandes rasgos se podría hablar de cuatro momentos en los vínculos entre ambos actores:

  • El primer período, comprendido entre 1959 y 1970;
  • El segundo período, comprendido entre 1970 y 1999;
  • El tercer período, comprendido entre 1999 y 2004; y
  • El cuarto período, comprendido de 2004 a la fecha.

El período de 1959 a 1970

A manera de preámbulo hay que decir que, tras la firma del Tratado de Londres, el Consejo de Europa admitió a Turquía como miembro pleno en 1949. En 1951, Ankara se incorporaba a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y también se adhirió a la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE) que más tarde se convertiría en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Era evidente entonces, que, en el marco de la guerra fría, Turquía cerraba filas con Occidente contra la URSS, y que formaba parte de las instituciones regionales líderes en aspectos de seguridad, democracia y derechos humanos, por lo que parecía un paso natural su incorporación a las Comunidades Europeas.

Características socio-económicas de Turquía

Fuente: The World Bank Group (2011), World Development Indicators 2011, Washington D. C., The World Bank y United Nations Development Program (2010), Human Development Report 2010. The Real Wealth of Nations: Pathways to Human Development, New York, UNDP.

De hecho, el período comprendido de 1959 a 1970 puede considerarse como una especie de “luna de miel” en las relaciones entre Ankara y Bruselas. Turquía hizo la solicitud para convertirse en miembro asociado en 1959. Sin embargo, en 1960 se produjo un golpe de estado en el país, lo que postergó la firma del llamado Acuerdo de Ankara hasta 1963. Dicho acuerdo era muy similar al signado por Grecia y Bruselas. Dentro de Turquía, además, había un consenso bipartisano, tanto de los republicanos como de los demócratas en torno a la adhesión al proceso europeo de integración.

El artículo 28 del Acuerdo de Ankara contiene una mención en torno a la futura membresía plena, que hacía referencia a que cuando el citado acuerdo lograra avances sustantivos al punto de justificar la aceptación, de parte de Turquía, de las condiciones para convertirse en socio de las Comunidades Europeas, ambas partes examinarían la adhesión definitiva del país euroasiático.

En esta primera etapa de las negociaciones, Turquía tuvo un mejor desempeño que Grecia, cumpliendo con la mayor parte de los requisitos planteados por Bruselas, que, a su vez, prestaba una gran atención a los aspectos económicos y políticos de Ankara, más que a los religiosos. De hecho, el Acuerdo de Ankara ponía énfasis en el establecimiento gradual de una unión aduanera entre las partes, la cual debería construirse en el transcurso de los siguientes 22 años.

Chipre, una isla dividida

 

El período de 1970 a 1999

El segundo período presenció el fin de la “luna de miel” entre Turquía y las Comunidades Europeas y estuvo plagado de fricciones. El contexto internacional era igualmente convulso, y se produjeron numerosos desencuentros entre Turquía y Europa Occidental.

Las relaciones con Grecia empeoraron y el conflicto de Chipre deterioró considerablemente los vínculos de Turquía con los socios comunitarios, máxime cuando en 1981 Atenas se incorporó como miembro pleno a la Europa comunitaria. De hecho, cuando Grecia se convirtió en un país democrático, Bruselas consideró que si se iba a debatir la membresía griega, también debía proceder la membresía turca. Con todo, la crisis económica internacional de los años 70 produjo severos problemas en la balanza de pagos turca, y el país buscó créditos de los organismos financieros internacionales.

Internamente, se rompió el consenso político en torno a la pertinencia de acercarse a las Comunidades Europeas porque algunas fuerzas políticas denunciaban que el mercado turco era explotado por los intereses transnacionales. Inclusive un partido político denominado Partido de la Salvación Nacional (MSP o Millî Selâmet Partisi) postulaba que la Europa comunitaria formaba parte de una “conspiración cristiana” contra Turquía. De hecho, mientras que la membresía griega parecía prosperar rápidamente, el entonces primer ministro turco, Bülent Ecevit, en ese tiempo nacionalista de izquierda, asumía la pertenencia en la Europa comunitaria como un proyecto del imperialismo capitalista, por lo que respondió a Bruselas que no estaba interesado en seguir adelante con las negociaciones. Esta postura fue apoyada por la élite empresarial turca, la que temía las reglas de competencia y otros lineamientos que establecería la Europa comunitaria sobre la economía turca. Para poner las cosas más tensas, en 1980 se produjo otro golpe de estado en Turquía.

Cabe destacar que, en esta fase, además de Grecia, otros dos países mediterráneos, Portugal y España, accedieron como miembros comunitarios en 1986. Todo parecería indicar que ese habría sido el mejor momento para que Turquía hiciera lo propio, pero, evidentemente, perdió la oportunidad de cerrar tratos con la Europa comunitaria cuando ésta claramente tenía los ojos puestos en otra parte del Mediterráneo. Cierto es que Turquía no hizo su tarea y, por lo mismo, cuando en 1987 presentó formalmente su solicitud de membresía, la Comisión Europea tardó 20 años y medio en contestarle. La respuesta inicial de parte de Bruselas fue en términos de que Turquía era elegible pero que no estaba lista. Por esas fechas, Marruecos hizo también una solicitud de membresía, y la Comisión de Bruselas le contestó que no era elegible –por no ser un país europeo.

El período de 1999 a 2004

Esta tercera etapa se caracterizó por el acercamiento, nuevamente, entre los turcos y la Unión Europea. Dos sucesos fueron muy importantes en este período. El primero fue el cambio de gobierno en Alemania, que, con la llegada de los socialdemócratas y los verdes en coalición, modificó la actitud germana hacia Turquía, trasladando la relación de un enfoque religioso y cultural a una de tipo económico y político. El otro hecho relevante es que Grecia comprendió que para solucionar los desencuentros que tiene con Turquía, debía hacerlo en el marco que a ambos les provee la Unión Europea, por lo que Atenas comenzó a apoyar la candidatura turca. En la Cumbre de Helsinki de 1999, Turquía finalmente accedió a los mecanismos formales para gestionar su ingreso y empezó a crear un plan de convergencia y armonización para cumplir con todas las exigencias de Bruselas. Turquía ahora sí, empezó a hacer su tarea, aunque, con algunos problemas.

En 1999, el fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, quien entre 1984 y 1999 encabezó un movimiento guerrillero contra el Estado turco, fue arrestado en Kenia y remitido a una prisión ubicada en la isla de Ímrale en el Mar de Mármara. Öcalan fue condenado a la pena de muerte. Sin embargo, debido a las gestiones de Turquía para ingresar a la Unión Europea, la pena de muerte fue abolida en el país euroasiático -si bien desde 1984 la práctica había caída en desuso. La ley 4771 del 9 de agosto de 2002 puso fin a la pena de muerte para delitos efectuados en tiempos de paz, y la ley 5275 del 14 de julio de 2004 abolió la pena de muerte de manera definitiva en tiempos de paz y guerra. Estas medidas formaron parte de uno de los paquetes de las políticas de armonización desarrolladas por Turquía para poder negociar su ingreso a la Europa comunitaria. La pena de muerte fue conmutada por lo que se denomina, en la legislación turca, “prisión de por vida agravada” que básicamente significa que el prisionero es encerrado de manera individual en cárceles de alta seguridad y que solo se le permite hacer ejercicio una hora al día en un espacio ubicado a una distancia no mayor a una yarda de su residencia.

Los esfuerzos de Turquía rindieron frutos. En la Declaración de Copenhague de 2002, el Consejo de la Unión Europea señaló que la Europa comunitaria abriría negociaciones de inmediato y “sin retraso” con Turquía si el citado Consejo encontraba, hacia diciembre de 2004, tras un informe y recomendación de la Comisión de Bruselas, que los turcos cumplían con los criterios políticos de Copenhague. Dichos criterios comprenden tres grandes directrices, a saber:

  • A nivel político, que Turquía debe crear instituciones estables que garanticen la democracia, el imperio de la ley, el respeto de los derechos humanos y de las minorías.
  • A nivel económico, que Turquía cuente con una economía de mercado funcional.
  • A nivel jurídico, que Turquía adopte la totalidad de las normas comunitarias, que es lo que se conoce como acquis communautaire, que buscaría que los turcos se sumen a los compromisos económicos, políticos y monetarios de la Europa comunitaria, para lo cual debería realizar drásticas reformas en aras de cumplir con las expectativas de Bruselas.

Para las negociaciones con Turquía, el acquis communautaire consta de 35 capítulos, referidos a todas las áreas en las que deben converger las normas turcas con las comunitarias. Dichos capítulos son los siguientes:

  • libre movimiento de bienes,
  • libre movimiento de trabajadores,
  • derecho de establecimiento y libertad para proveer servicios,
  • libre movimiento de capitales,
  • compras del sector público,
  • derecho empresarial,
  • derechos de propiedad intelectual,
  • políticas de competencia,
  • servicios financieros,
  • sociedad de la información y medios de comunicación,
  • agricultura y desarrollo rural,
  • seguridad alimentaria, veterinaria y política fitosanitaria,
  • pesca,
  • política de transporte,
  • energía,
  • tributación,
  • política económica y monetaria,
  • estadísticas,
  • política social y empleo,
  • empresa y política industrial,
  • redes transeuropeas,
  • política regional y coordinación de instrumentos estructurales,
  • derechos fundamentales y jurídicos,
  • justicia, libertad y seguridad,
  • ciencia e investigación,
  • educación y cultura,
  • medio ambiente,
  • protección del consumo y la salud,
  • unión aduanera,
  • relaciones externas,
  • políticas exterior, de seguridad y defensa,
  • control financiero,
  • disposiciones financieras y presupuestales,
  • instituciones, y
  • otros aspectos.

Ciertamente este enorme capitulado le plantea a Turquía el problema de incursionar en el ámbito legislativo y normativo comunitario, el cual se integra por un estimado de unas 100 mil páginas de leyes, lo cual también supone que las autoridades turcas se están enfrentando a exigencias, de parte de Bruselas, nunca antes demandadas a ningún país que, al menos hasta ahora, forme parte de la Unión Europea.

El período de 2004 a la fecha

Hacia 2004, sin embargo, justo cuando se hizo el lanzamiento de las negociaciones formales entre Ankara y Bruselas –que comenzarían en 2005- sobrevino un nuevo alejamiento entre ambos. Para explicar esta situación, vale la pena recordar que la Unión Europea se había desgastado en términos institucionales con el debate constitucional y otros acuerdos adicionales. A la fatiga institucional habría que sumar la fatiga de la ampliación a nuevos miembros, toda vez que las adhesiones de 2004 2007 y 2013, implicaron el ingreso, en masa, de 12 nuevos Estados, algunos de ellos, como Bulgaria, que poseen un nivel de ingreso 40 por ciento inferior a la media imperante en la Europa comunitaria. Si bien las negociaciones en forma para la membresía turca iniciaron el 3 de octubre de 2005, numerosos sucesos las empantanaron. La fatiga institucional provocó que Turquía se convirtiera en el chivo expiatorio para distraer la atención de las sociedades euro-comunitarias en torno a los problemas imperantes. Asimismo, hay que destacar que el proceso de incorporación de Turquía a la Unión Europea se encuentra fuertemente politizado y si a ello se suma que Chipre es socio pleno justo a partir del 1º de mayo de 2004, hay nuevos escollos en el camino para las aspiraciones de Ankara. Por si fuera poco, internamente hay diferencias de opinión entre los partidos políticos turcos, de manera que hay un consenso interno sumamente precario en la materia.

The Prime Minister, Shri Narendra Modi with the President of the Republic of Turkey, Mr. Recep Tayyip Erdogan, at Hyderabad House, in New Delhi on May 01, 2017.

Irónicamente, el rechazo a la membresía turca ha estado, por otra parte, asociado a su conversión en tercer país seguro a la luz de la crisis migratoria de 2015 cuando un estimado de 1. 3 millones de personas procedentes de Siria, Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán, Eritrea y los Balcanes arribaron a los países de la Europa comunitaria los que endurecieron sus políticas de refugio y asilo. Dado que la inmensa mayoría de los refugiados cruzaban -y lo siguen haciendo- por Turquía, la Europa comunitaria entendió que ese país era clave para atender la crisis. El líder turco Recep Tayyip Erdogan durante las negociaciones con Bruselas amenazó con dejar pasar cientos de miles de refugiados desde su país hacia Europa si no se llegaba a un acuerdo conveniente para Ankara. Al final, Turquía accedió a incrementar su seguridad fronteriza y a albergar en su territorio a los solicitantes de asilo y refugio que quisieran ingresar a los países de la Europa comunitaria, a cambio de apoyos económicos y la promesa de que se acelerarían las gestiones de Bruselas para acelerar el ingreso de Ankara a la Unión Europea.

En estos momentos, diversos intelectuales y medios de comunicación turcos se preguntan si la membresía en la Unión Europea sigue siendo la principal prioridad para Turquía. 65 años de espera es muchísimo tiempo, y pareciera que mientras que otros países europeos pudieron usar el picaporte, Turquía se quedó estancada, o bien, la estancaron. Imagine el lector si México hubiera tenido que esperar 50 años antes de que Estados Unidos le dijera: “eres elegible, pero no estás listo para suscribir el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)” o su versión renovada del TMEC. Por ello cada vez con más frecuencia se escucha la propuesta de que Turquía debe retirar definitivamente su solicitud de membresía en la Unión Europea, porque algunos consideran que tal vez una acción de ese tipo haría despertar a Bruselas y la llevaría a revalorar la importancia de Ankara como socio comunitario. Sin embargo, ninguna autoridad gubernamental turca parece entusiasmada con cancelar el proceso de adhesión, aun cuando éste se encuentra completamente estancado y las negociaciones de facto están suspendidas.

En 2018 inició la suspensión de las negociaciones entre Bruselas y Ankara debido a lo que en la Europa comunitaria se consideran crecientes restricciones a la libertad de prensa, el control del poder ejecutivo sobre el poder judicial (¿suena familiar?), y la reducida supervisión civil sobre las fuerzas armadas turcas. Hacia 2019, las negociaciones fueron suspendidas definitivamente por el Parlamento Europeo ante las operaciones militares turcas en Siria. Suecia y Finlandia interrumpieron la venta de armas a Ankara a manera de represalia por la participación turca en la contienda. Con todo, un guiño turco a la Europa comunitaria, ha sido el proceso encaminado a normalizar las relaciones diplomáticas con Armenia a partir de 2022. Un contencioso es el genocidio armenio, que la Unión Europea ha mencionado como un suceso que Ankara debe reconocer y que Turquía no acepta no acepta como tal. Asimismo, Turquía dio el visto bueno en el seno de la OTAN para el ingreso de Finlandia y Suecia, no obstante las tensiones bilaterales con cada una de esas naciones.

La solicitud de Turquía para ingresar a los BRICS +

Una Europa comunitaria que exige mucho y otorga poco, en especial tratándose de un país con seis décadas y media de solicitar su incorporación a es espacio geoeconómico, no debería esperar que Turquía espere pacientemente que las cosas cambien. Incluso en el tema de la exención de visas, que prometía ser un mecanismo de distensión entre Ankara y Bruselas, también está pendiente. Es en este tenor que se puede ubicar la decisión de Ankara de solicitar formalmente la adhesión a los BRICS +, algo ue ha venido mencionando desde empantanar las negociaciones con Bruselas. La noticia de que finalmente solicita de manera formal su incorporación al grupo BRICS + fue dada a conocer tras una visita del ministro de asuntos exteriores turco a la RP China y Rusia en junio pasado, recordando que el país eslavo albergará la cumbre de los BRICS + el próximo mes de octubre en la ciudad de Kazán.

Turquía parece estar cómoda con el grupo BRICS +. Para empezar, la política exterior de Erdogan ha buscado tener una proyección empática y normalizar los vínculos con países con los que ha tenido fuertes tensiones, como lo muestra el caso de Armenia, pero también los acercamientos sostenidos con Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Arabia Saudita.

Erdogan pertenece al Partido Justicia y Desarrollo (AKP) que ayudó a cofundar en 2001 y que ha gobernado ininterrumpidamente desde 2002 con una orientación conservadora de derecha, con algunos componentes ultraderechistas, euroescéptico, nacionalista y que postula igualmente el neootomanismo o imperialismo turco a la usanza del antiguo Imperio Otomano. En este sentido, Erdogan y el AKP parecen estar más cómodos cerca de Rusia y la RP China, que son regímenes fuertes, poco democráticos y que, por lo mismo, no tienen en la mira denostar ni al AKP como tampoco a Erdogan por políticas que fortalecen a su régimen. Además hay una veintena de países que han hecho sendas solicitudes para incorporarse a los BRICS + lo que da cuenta del interés que despierta el grupo en la comunidad internacional.

Erdogan, no obstante que Turquía pertenece a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha decidió no sancionar a Rusia ante la invasión de Ucrania. Lo que es más: ha propuesto acercamientos y hasta un plan de paz entre Rusia y Ucrania. Turquía y el régimen saudí han gestionado intercambios de prisioneros rusos y ucranianos.

Las relaciones de Turquía con algunos de los BRICS + tienen puntos de confrontación. Por ejemplo, con India, Pakistán ha sido un tema contencioso toda vez que Ankara apoya a Islamabad en torno a las reclamaciones sobre Kashemira. Ambos son países que profesan el islam, lo que explicaría la empatía mutua. Asimismo, Turquía se ha opuesto a que India se incorpore al Grupo de Proveedores Nucleares -régimen nacido justamente en respuesta al ensayo nuclear con “fines pacíficos” que hizo India en 1974. India criticó la ofensiva turca en Siria.

Con la RP China un tema discordante es la problemática del Turkestán y la situación de los uigur en la provincia de Xinjiang si bien en fechas recientes Erdogan ha visitado y elogiado los campos de “reeducación” de los uigur en la provincia, señalando que no hay mejor lugar en el mundo donde se respeten los derechos humanos (sic). Ankara, por cierto, reconoce la política de una sola China y Beijing ha brindado apoyo a Turquía, por ejemplo, ante el devastador terremoto de 2023 y previamente en el otorgamiento de vacunas durante la pandemia del SARS-CoV2.

Con Rusia las relaciones han tenido altibajos, con problemas en el Cáucaso donde cada país apoya sus respectivos intereses lo que ha confrontado a Ankara con Moscú. Aun así, en el presente siglo el momento más tenso ocurrió en 2015 cuando un avión turco de combate F-16 derribó un avión ruso Su-24 en la disputa por el espacio aéreo en la frontera turco-siria. El presidente Putin deploró el hecho y señaló que lo sucedido era una puñalada en la espalda, advirtiendo graves consecuencias para las relaciones ruso-turcas. Rusia sancionó a Turquía imponiendo visas a los ciudadanos turcos que quisieran visitar el país eslavo; prohibió las importaciones de productos turcos; la iglesia ortodoxa rusa cambió la sede del Consejo Pan Ortodoxo que se habría llevado a cabo en Hagia Irene para celebrarlo en Grecia. También se introdujo una legislación en la Duma rusa para penalizar la negación del genocidio armenio.

El año siguiente tuvo lugar una cumbre entre Erdogan y Putin en San Petersburgo donde se calmaron los ánimos y las relaciones comenzaron a mejorar. Empero, el 19 de diciembre de 2016, el embajador de Rusia en Turquía, Andrei Karlov, fue asesinado por un policía vestido de civil que trabajaba en la galería donde se produjo el crimen. El asesinato del embajador Karlov aparentemente fue en protesta por el involucramiento de Rusia en la guerra civil en Siria. Ambos países, sin embargo, buscaron que el hecho no deteriorara las relaciones bilaterales. Hacia el 31 de mayo de 2017 la mayor parte de las sanciones que Rusia había impuesto a Turquía fueron desmanteladas. En ese año durante una visita de Putin a Ankara ambos países señalaron que deseaban colaborar para poner fin a la guerra civil en Siria. Sin embargo, en 2018 Rusia criticó el involucramiento turco en dicho conflicto. En el conflicto de Nagorno-Karabaj en que ha intervenido Turquía, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas pidió un cese al fuego en la zona, mismo que Erdogan criticó.

Con todo, son las acciones de Estados Unidos contra Turquía y Rusia lo que ha permitido acercamientos entre ambas naciones. Erdogan, por ejemplo, ha criticado que Biden califique a Putin de “asesino.” Las relaciones militares son importantes y en la medida en que Estados Unidos ha amenazado a Turquía con ya no venderle más aviones F-16, Erdogan se ha dirigido a Putin quien le ha ofrecido opciones de aviones de combate.

Con Brasil, las relaciones se caracterizan por la cooperación en asuntos militares, si bien en 2010, la participación de ambos fue importante para solventar la problemática del programa nuclear de Irán. De manera más reciente, en la medida en que Brasil reconoció el genocidio armenio, ello tensó las relaciones bilaterales en 2015. Empero para 2018 cuando se conmemoraron 160 años de relaciones diplomáticas entre Turquía y Brasil, las diferencias existentes entre los dos países pasaron a un segundo plano.

Con este telón de fondo, Turquía ha decidido acercarse a los BRICS +. Es posible que su admisión le permita tener relaciones más armónicas con los países descritos. También hay quien piensa que esta apuesta alejará a Turquía aun más de una posible membresía en la Unión Europea. Sin embargo, nada está escrito y podría ocurrir lo contrario. Turquía es un puente entre dos convulsos continentes y su importancia geopolítica es lo que le ha permitido navegar por aguas turbulentas a lo largo de la historia. Y tanto los BRICS + como la Europa comunitaria lo saben.

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