Los números cero de los diarios tienen su magia. Están llamados a una circulación mínima porque se realizan e imprimen como pruebas antes del debut. Es más, solo pasan de mano en mano y de editores que suelen estar muy nerviosos.
Así ocurrió con el diario Libération, de París, que estaba fuera de circulación el 10 de mayo de 1981, el día en que François Mitterrand ganó la elección presidencial francesa. El Partido Socialista llegaba al Elíseo.
En la redacción trabajaban en la reformulación de la publicación, que tenían planeado relanzar en septiembre, pero el triunfo de la izquierda aceleraría todos los pasos.
Hicieron un ensayo justo el día de las votaciones y salió mal. En los hechos no habrían podido salir a las calles, pero algo quedó de ese esfuerzo.
El número cero, fechado el 11 de mayo, tenía la siguiente cabeza: “Finalmente, la aventura” y una fotografía, a plana completa, del triunfador de la contienda.
Libération volvería a los puestos de venta el día 13, e iniciaría una verdadera revolución en los lectores. Los editores se subieron a una ola, en la que también eran protagonistas, para narrar al poder desde el contra poder del periodismo.
De esto hace 40 años. Mitterrand estuvo 14 años en la presidencia y resistió dos cohabitaciones con la derecha. Recuerdo que ese 10 de mayo, en la casa en la Ciudad de México estábamos escuchado la radio francesa por onda corta.
Todo ello tenía un alto grado de emoción, porque estaba triunfando un socialista y lo hacía con la posibilidad de marcar una época, como lo hizo, para bien y para mal.
En las distintas transmisiones los analistas hacían pronósticos sobre lo que le podía deparar a Francia. Se equivocaron los que pensaron que aquello sería un caos o una sucesión de malas decisiones. Mitterrand era mucho más inteligente que sus críticos y tenía un temperamento que le impedía la precipitación.
Después de todo, cargaba sobre sus hombros con las derrotas de la izquierda en el siglo XX, que no había estado en el poder sino por breves periodos y que les costaba trabajar en unidad. Mitterrand estaba dispuesto a hacer lo que fuera para evitar un descalabro y así ocurrió, aunque en medio de no pocas tormentas. Con el tiempo, uno de los eslóganes de su campaña, se tornó en una descripción: la fuerza tranquila.
El director histórico de Libération; Serge July, señaló que “el panorama político y social cambiaría repentinamente con la llegada de la izquierda al poder. Políticamente el Partido Comunista colapsaría bajo Mitterrand.”
Todo este torbellino lo supieron ver y lo proyectaron en una publicación que, como el mandato de presidencial en los ochenta, fue y es toda una aventura.