La cháchara de todos los días aturde y envuelve con tanta intensidad que, por detenernos en los detalles, olvidamos los rasgos fundamentales de la situación del país. México experimenta retrocesos graves que el discurso oficial disimula con la cantinela de que las cosas están cambiando. En casi medio año al gobierno del presidente López Obrador lo definen, entre otros, los siguientes rasgos.
1. Concentración de poder en el Ejecutivo. La austeridad ha sido pretexto para centralizar decisiones de toda índole en la Presidencia de la República. Los delegados en cada estado replican ese método. La disciplinada hegemonía de Morena y la insuficiente determinación del resto de los partidos han convertido al Poder Legislativo, excepto en algunos momentos, en cámara de eco de las instrucciones dictadas en Palacio Nacional.
2. Difuminación o cancelación de contrapesos. El debilitamiento de los organismos autónomos y/o el empeño para controlarlos, el desdén y cuando es posible el desmantelamiento de organizaciones sociales, forman parte de la estrategia para que el gobierno deje de tener interlocutores incómodos.
3. El pueblo como coartada. Cuando el presidente se considera a sí mismo como vocero, intérprete, representante y protector del pueblo, construye un discurso autojustificatorio y, desde esa perspectiva, irrebatible. Ese discurso contrasta con una incómoda realidad: la desatención a los derechos de las madres que tenían a sus hijos en estancias infantiles, el desabasto de medicinas que afecta a enfermos crónicos, el despido de trabajadores del Estado, entre tantas otras inconsecuencias.
4. Adjudicación clientelar de recursos públicos. La institucionalidad del Estado es desplazada por militantes de Morena que levantan padrones de beneficiarios para la entrega de dinero. Las reglas de transparencia que han existido desde hace varios años quedan anuladas. Los cauces institucionales permiten despersonalizar y, de esa manera, formalizar y despolitizar la adjudicación de recursos públicos. Todo eso está desapareciendo en beneficio del clientelismo gubernamental.
5. Decisiones sin diagnósticos. Los grandes proyectos del gobierno —Aeropuerto en Santa Lucía, Tren Maya, Refinería en Dos Bocas— son resultado de caprichos y ocurrencias. No hay evaluaciones técnicas, realismo financiero, ni estimaciones de factibilidad en las decisiones para que el país cargue con esos inciertos proyectos. La improvisación y, literalmente, la esquizofrenia de las dos versiones del Plan Nacional de Desarrollo, confirman la ausencia de metas y de sentido común en decisiones fundamentales para el país.
6. Economía conservadora. El discurso de la transformación es refutado por las medidas, o la ausencia de ellas, para la economía. El gobierno desdeña la capacidad del Estado para redistribuir recursos y para construir infraestructura capaz de estimular el desarrollo. La reticencia a modificar la estructura del sistema tributario (en donde los más adinerados siguen pagando tasas de impuestos reducidas en comparación con otros países) y la decisión de empequeñecer el gasto público son calcadas de los recetarios más neoliberales.
7. Desprecio por el medio ambiente. Cuando en todo el mundo se multiplican los esfuerzos para desplegar energías limpias que reemplacen a los combustibles fósiles, en México, el gobierno privilegia la extracción de petróleo y carbón.
8. Militarización. La Guardia Nacional constituida en gran medida y sobre todo manejada por las Fuerzas Armadas y las crecientes atribuciones al Ejército que incluso construirá y manejará el aeropuerto en Santa Lucía, confieren un reforzado e inquietante protagonismo a los mandos militares.
9. Debilitamiento del orden jurídico. Cuando no puede modificar las leyes que limitan sus proyectos y la concentración de poder que quiere consolidar, el presidente López Obrador trata de eludir el orden jurídico. Ése era el propósito del memorándum para incumplir disposiciones en materia de educación.
10. Contracción del debate público. El Presidente descalifica a periodistas y medios de comunicación que mantienen posiciones críticas y, luego, sus adláteres en las redes sociodigitales despliegan campañas de intimidación y persecución. En numerosos medios hay una nueva autocensura. Habrá menor gasto en publicidad oficial pero se mantendrá la asignación discrecional de esos recursos. Algunos medios públicos trivializan la opinión crítica y privilegian a propagandistas del gobierno. Por otra parte, el laicismo pierde terreno y las posturas fundamentalistas se extienden en decisiones de la actual administración.
11. Desdén por el conocimiento y los expertos. Si la información estadística no se ajusta a sus deseos, el presidente la menosprecia. El diagnóstico especializado de químicos, biólogos, físicos, economistas, juristas, ingenieros, médicos, entre muchos otros profesionales, estudiosos y técnicos, es desestimado constantemente por el gobierno. No hay política científica o no se conocen sus propósitos. El menosprecio a las universidades se confirma en la improvisada creación de cien instituciones que llevarán ese nombre y que en realidad serán escuelas de conocimientos fragmentarios y dudosa seriedad.
12. Desprecio por la democracia. Para el licenciado López Obrador la democracia no es un contexto indispensable sino un instrumento desdeñable. Aunque ganó la presidencia gracias a las garantías que hemos construido para dar validez a las decisiones democráticas, le incomodan la pluralidad, los equilibrios políticos, la tolerancia, la deliberación pública y la diversidad social que son pilares de esa democracia.
13. Ideología conservadora. La Cuarta Transformación se ha querido equiparar con los cambios que construyeron la emancipación, la modernidad y las instituciones de la sociedad mexicana pero no impulsa un cambio similar. El proyecto de López Obrador no rompe con el viejo régimen político; al contrario, se respalda en él y en algunos casos lo solidifica. La 4T no es una aspiración de la sociedad mexicana sino la etiqueta retórica del grupo que quiere extenderse y mantenerse en el poder. La 4T no es de izquierda. Al contrario, algunos de sus rasgos —el propósito para someter a votación derechos esenciales de las personas, las implicaciones neoliberales de la economía, la despreocupación por el ambiente, la concepción convenenciera de la justicia, la actitud instrumental respecto de los derechos humanos, entre otros— son típicos de posiciones de derecha.
14. De espaldas al mundo. La lectura oblicua y ahistórica que el gobierno hace de la no intervención ha sido pretexto no para dejar de comprometerse sino, por omisión, para alinearse con algunas de las peores causas. En la práctica, al dejar de condenarlo como hace el resto del mundo, el gobierno mexicano respalda el autoritarismo de Maduro en Venezuela. Al mismo tiempo, López Obrador se alinea con Donald Trump al entorpecer y en algunos casos castigar el tránsito de migrantes centroamericanos.
15. A contracorriente de la historia mexicana. Si se cotejan sus acciones y propuestas para la economía, la organización de la sociedad, el reconocimiento de derechos o la democracia, entre otros campos de la vida pública, se puede constatar que la 4T no implica avances sino retrocesos. López Obrador no piensa en la construcción del futuro sino en el retorno a los años 60 del siglo pasado. Desarrollo estabilizador con estancamiento político, presidencialismo autoritario con sociedad adormecida: ésos son los ejes del régimen que reivindica el presidente. No se trata de un proyecto nacional sino de un proyecto personal. Por fortuna, la sociedad de hoy no es la de hace medio siglo.
Este artículo fue publicado en La Crónica de Hoy el 13 de mayo de 2019, agradecemos a Raúl Trejo Delarbre su autorización para publicarlo en nuestra página.