Se encienden focos rojos por todas partes. Y parece que nadie hace nada serio contra el problema. Por eso hay que llamar la atención sobre este problema gordo.
Cada vez es más evidente que el mayor peligro para México no son los narcos ni la violencia delictiva ni la corrupción generalizada. Nuestra némesis es la obesidad. Sí, nada más y nada menos que la obesidad. Hay mucha gente gorda, muy gorda.
Lo cierto es que en este momento no hay un punto de la república donde la gente esté padeciendo hambruna crónica, sin por ello negar que puede haber sitios con problemas de hambre y de miseria alimentaria, que los hay. Pero el problema grave es que la gente en su mayoría está comiendo mucho y mal, algo que, además, cada vez pasa mucho más mal. No sabemos comer.
Según datos duros: hoy día 7 de cada 10 personas adultas padecen de sobrepeso u obesidad mórbida. La obesidad infantil se ha triplicado en los últimos 30 años, uno de cada tres niños tiene graves problemas con su peso. Y todo empeora al llegar a la adolescencia. Se come y se come, se come a todas horas y mucho, en exceso, como nunca jamás había ocurrido. Somos uno de los países líderes en obesidad y diabetes. Sí, ni se dude, esto es una epidemia mundial, no hay país libre de problemas por el sobrepeso de sus habitantes; pero en México la situación es de extrema gravedad. Vivimos una epidemia de gordura mortal.
Es un mito que puede haber personas obesas saludables, no es verdad que la gente gorda es más feliz; cuando no padecen hipertensión ni diabetes u otras enfermedades propias de la gordura, quienes tienen sobrepeso están en mayor probabilidad de morir que las personas delgadas. También la obesidad es más propensa en un 20% a los ataques cardiacos o los accidentes cardiovasculares. La diabetes se ha convertido en la segunda causa de mortalidad en el país, por encima del cáncer y el sida, y muy pero muy por encima de las muertes por causa de la delincuencia.
Los tres poderes políticos de la nación tienen noticia de este problema enorme de salud pública nacional, no lo ignoran; pero todo lo que han hecho hasta ahora para tratar de resolverlo es cosa de dar risa. Nada entienden de nutrición y alimentación sana, todo lo deciden desde la histeria y la información “interesada”. Quienes ocuparán cargos clave en el gobierno de López Obrador no presentan perfiles capaces de entender lo serio y profundo de este problema, lo mismo vale para el poder legislativo y el judicial. Muchos de ellos creen que todo es culpa de los refrescos imperialistas y de la comida chatarra de los gringos, no pueden ver que la fruta y la comida órganica también causan obesidad, lo mismo que el mole y las garnachas.
De verdad no sabemos comer, como tampoco sabemos hacer bien muchas cosas que creemos que hacemos muy bien a diario. Nuestra idea de lo saludable como alimento se funda más que nada en el placer personal que nos causa lo que comemos, consideramos “bueno” y “saludable” todo lo que nos gusta, y declaramos “malo” y “enfermizo” lo que no nos gusta, y nos cuesta mucho trabajo tratar de salir de tal auto-engaño. Los médicos nos prohiben comer lo que dicen los manualitos que no se debe comer, pero casi nunca se preocupan por ver si ese consejo es correcto o si debe ser igual para toda la gente. En forma más religiosa que científica se prohibe comer cerdo o chile, lo mismo que tomar café o beber vino, y del mismo modo mágico se recomienda beber diario dos litros de agua.
No es solución volvernos incluyentes con la gente gorda y tratar de presentarles como personas sanas y normales, serán iguales a todos en el alma, pero en el cuerpo su diferencia no sólo es un conflicto para ellos. Ya nos están saliendo muy caras en gasto público las personas que padecen enfermedades por culpa de la obesidad crónica, si no tomamos medidas serias para resolver el problema, pronto se irá todo el dinero de los impuestos en atender gente enferma de diabetes, más pronto bajará la edad de muerte probable, tendremos niños infartados y con cuentapasos, ya no se diga con diálisis.
De gordos limpios y tragones siempre están llenos los panteones. El problema al que nos enfrentamos es que muy pronto no habrá panteones suficientes para tantos gordos muertos y tampoco habrá mucha gente sana para poder enterrarlos a todos.
Buen provecho.