marzo 9, 2025

Compartir

Si escribo “Regina Inés Barbosa Govea” es muy probable que no sepan de quién hablo, ni lo sabrán aunque agregue que nació en Río de Janeiro, Brasil, el 11 de enero de 1944. Pueden hacer una representación, eso sí, cuando diga que su cuerpo, a los 18 años, honró a las Amazonas. No sólo por su figura suntuosa y su radiante sonrisa sino porque danzó como aquellas guerreras. De hecho, lo hizo desde mucho antes cuando era niña y, junto a sus hermandas Beth y Mimi, formó “Las hermanas Montes” con cierto éxito en la televisión y el cabaret Coopeco de aquel país.

Aquel grupo llegó a México en 1976 para actuar en el Hotel Sheraton pero Mimi enfermó y regresó a tierras cariocas, lo que poco tiempo después también haría Beth al enterarse del deceso de su padre, el músico Milsiño Govea Pereyra. Entonces Regina, a los 32 años, ya como solista, tuvo la suerte de que la prensa la llamara “vedette” aunque no cantara, la naturaleza no le concedió esa virtud. Se abrió paso por su belleza imponente y su cadencia a ritmos de samba, bossa nova, tropical y moderna y esa natural simpatía para convivir con los clientes, mediante los artilugios que comprendía la ficha, como se decía en aquellos tiempos.

Seguimos en 1976 pero ya no hablo de Regina sino de Gina aunque advierto que es la misma. Ahora trabaja en el centro nocturno “La Ronda” y baila en el programa de tv “Vamos a cantar”, conducido por el cantante César Costa. Mirarla de frente era presenciar un milagro y mirarla detrás hacía imposible no rezar. Ella lo sabía y, orgullosa, ostentaba los glúteos circunspectos y aguzaba la mirada para ubicar al mejor y más generoso bebedor de champagne. Las fotografías la captan brindando, con la copa en lo alto y festiva, sabedora de su triunfo. Los aplausos que escucha en el cabaret Macumbi, en 1977, son atronadores y estos se multiplican en 1978, en miles de hogares que miran “La carabina de Ambrosio” el programa cómico más visto en la historia de la televisión. La bailarina es parte del elenco con César Costa, Alejandro Suárez, Beto “El Boticario”, Xavier López “Chabelo” y la exvedette Judith Velasco Herrera.

El Canal 2 de Televisa catapulta a la frondosa bailarina, estalla en pedazos las fichas y entre nubarrones de hielo seco hace surgir a la amazona frente a las multitudes. ¡Es Gina Montes! y no importa que la selección mexicana de futbol hubiera quedado en los últimos lugares en la competencia mundial de la especialidad. Vamos, no importa la crisis económica que avanza como gangrena en el país. Importa que una diosa enfundada en un leotardo negro transparente y botas de tacón alto del mismo color, mueve la cadera y las piernas siguiendo los acordes de la banda francesa de Eurodisco/Cosmic. La canción y el grupo se llama Quartz y el espectáculo es imponente y dura tan sólo 15 segundos.

Gina es una pantera de melena negra, así como se lee. Frunce la boca como si estuviera recibiendo los besos que le envían desde cualquier latitud y luego levanta los brazos, primero uno y luego otro, como si subiera una escalera rumbo al cielo. Su imagen brilla en la pantalla de cristal.

La “vedette” aparece otra vez, ahora para acompañar unos segundos a César Costa (quien poco después fue sustituido por el también cantante Gualberto Castro) hasta que los interrumpe Beto “El Boticario”, un mago que, para su siguiente truco, le pide a Gina que le asista. Cuando Beto le daba las gracias en inglés ella respondía, brillante, “Denankiu”, ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!” y salía de escena moviendo la cola.

La Carabina de Ambrosio terminó en 1987 pero Gina Montes dejó de participar dos años antes debido a que se embarazó tras sostener una relación con Carlos Macías, uno de los músicos que acompañaban a César Costa. Desapareció del firmamento, intempestivamente, en medio de muchos decires que incluso la relacionaron con Arturo Durazo Moreno, uno de los emblemas de la policía más corrupta y violenta en la historia de nuestro país.

Regina Inés Barbosa Govea ha concedido varias entrevistas para aclarar que radica en Nueva York y que su hija nació el 18 de abril de 1987; se llama Judith Teresa Macías. Dice que se casó con el cubano Rolando Márquez y que, al sufrir un accidente en el que casi pierde un pie, dejó de bailar y emprendió distintas actividades para procurarse el sustento. Ahora es una señora obesa, con los ojos desorbitados y la sonrisa forzada. Es decir, Gina Montes poco a poco la abandonó para habitar en los recuerdos de cientos de miles que hoy la miramos nostálgicos y, todavía, ilusionados.

Autor