Una papa caliente para Aurelio Nuño

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Aurelio Nuño nació el día de la Virgen de Guadalupe, pero tiene índole de agnóstico. Sin embargo, como aspiró a la candidatura presidencial del PRI, desde su puesto como secretario de Educación, se apegó a la superstición de no atraer a la mala suerte palpando una pequeña escultura de su despacho.

Se trata de una Minerva colocada allí por el primer titular de Educación de México, José Vasconcelos, quien la compró en una tiendita cercana al edificio. Cuenta la leyenda que todo secretario que la toca deja de serlo, y que muchos de los que quisieron serlo y la tocaron… nunca lo fueron.

El aparente agnóstico Aurelio no la tocó nunca… pensando en la candidatura. No tocó a la Minerva, pero tampoco le tocó la candidatura presidencial. Sin embargo, el más joven de los aspirantes, el más ganoso, resultó muy humilde y se sumó ayer a seguir construyendo… para que le toque un día.

Aurelio abandonó la SEP para coordinar la campaña de José Antonio Meade rumbo a la elección presidencial del 1 de julio de 2018. Y, la verdad, Meade no podía contar con mejor mascarón de proa, porque el proceso electoral será el más sucio de la historia, el de más guerra de lodo…

Y, como secretario de Educación, Aurelio Nuño demostró ser un peleador durísimo, que frenó la insurgencia urbana de la CNTE y la redujo a escenificar esporádicos conatos de bronca, sólo en Oaxaca, durante la pelea que le echó para implementar la Reforma Educativa.

Con Meade dedicado a articular una campaña de políticas muy pensadas para enfrentar la campaña de ocurrencias populistas y el avivamiento del resentimiento de muchos mexicanos que ya hace AMLO, Aurelio Nuño será un capitán fajador, una punta de lanza, como lo fue contra la CNTE.

Una mano dura que demostró al asumir, cuando la CNTE lo caló con un “paro nacional” que el flamante secretario redujo a que apenas cuatro por ciento de los 207 mil 682 planteles del país cerrara. Y, de paso, bajó 50 por ciento los salarios de los cabecillas que no daban clases por “hacer política”.

Es, Aurelio Nuño, todo lo echado para adelante que debe ser un operador de campaña: siendo jefe del gabinete, cuando Los Pinos vivía en 2014 la crisis de credibilidad conocida como “El otoño del descontento”, advirtió que no vamos a ceder aunque la plaza pública “pida sangre y espectáculo”.

Dijo que serían “las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”. Bueno, desde hoy lleva la campaña de un ciudadano institucional allí donde lo hubiese, como Meade: cuatro veces secretario de Estado con dos gobiernos diferentes.

Y ahora tiene que hacer ganar al candidato de las instituciones.


Este artículo fue publicado en La Razón el 7 de diciembre de 2017, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.

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