El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán (1963), es uno de los muchos gobernantes populistas que hay en el mundo y uno de los más destacados de Europa.
Es la cabeza del partido Fidesz-Unión Cívica Húngara que se funda en 1988 formado por jóvenes contrarios al régimen socialista bajo el dominio, en ese entonces, de la Unión Soviética (URSS).
Orbán, en 1998 gana por primera vez las elecciones, pero pierde las de 2002 y 2006. En 2010, 2014 y 2018 las vuelve a ganar. Lleva ya 11 años seguidos en el poder.
¿Qué lo hace tan fuerte y popular entre amplios sectores de la sociedad húngara? Su capacidad, para recoger el descontento social de la mayoría de la población de su país.
Eje articulador de su discurso es la historia de Hungría. El país, dice, a lo largo de los siglos ha estado dominado por potencias extranjeras. Ahora hay que defender la soberanía nacional tantas veces pisoteada.
Frente a esa realidad explota la idea de un nacionalismo primitivo y emocional con el que se identifican amplios sectores sociales. La “identidad nacional” está en juego.
Propone, entonces, la defensa de los valores cristianos de la sociedad húngara que están en peligro. Él es el “salvador” que se necesita. Nadie más puede realizar esa tarea.
En defensa de esos valores hay que rechazar la inmigración de las “hordas” de personas de cultura islámica porque atentan contra ellos.
Orbán solo habla a sus seguidores, que es el pueblo bueno, inteligente y trabajador. Los otros, los que no están con él, son enemigos de su proyecto y de Hungría.
En el gobierno de Fidesz-Unión Cívica Húngara no da lugar, para la discusión libre de las ideas. Todos los que no piensen como ellos son descalificados.
El “salvador” promete un futuro donde, a través de los cambios que él impulsa, habrá un mejor país en el que todos serán felices.
En torno a Orbán y su partido hay un grupo de “intelectuales orgánicos” que construyen y promueven ideas, una ideología, que pretende ser hegemónica.
Al primer ministro de Hungría, como a otros populistas, sean de izquierda o de derecha, lo único que le interesa es acrecentar al máximo su poder.
Para ello utiliza todos los recursos que están en sus manos, legales o ilegales, con objeto de ampliar los espacios bajo su control, para así afianzar su autoridad.
En Europa politólogos que estudian el caso de Obrán califican a su gobierno como “autoritario”, “fascista”, “Estado mafioso” o régimen “nacionalsocialista”.
Y señalan que su ascenso y permanencia en el poder se explica por la falta de tradición democrática en Hungría y también por su habilidad, para recoger la decepción ciudadana de gobiernos anteriores.
Twitter:@RubenAguilar