Si alguna vez tuviera que relatar en el futuro el tiempo que vivimos hoy, diría que nos fuimos acostumbrando a la muerte y a la sorpresa. Probablemente la primera es antecedente. Por ello a nadie sorprende el anuncio que hiciera ayer el presidente López Obrador sobre estar contagiado de Covid-19.
En nuestro tiempo la verdad y la mentira son utensilios de la narrativa, sabemos que esta articulación que se forma entre veracidades y fantasías, tiene mayor o menor peso de quienes controlan la misma. Sabemos que hace tiempo el presidente lleva mano, esto podemos adjudicarlo a su pericia, al hartazgo de la ciudadanía sobre la desmesura de los hombres del poder y también a la necesidad de la esperanza. Esta última es un recurso peligroso, puede ser finita para el razonador e infinita en el fanático.
Lo cierto es que el anuncio sobre el contagio presidencial, inflama la división preexistente y agravada por el discurso mañanero. La división es compleja referente a este asunto, hay los que festejan que el mandatario se enferme como venganza por su indolencia ante la pandemia, su mal ejemplo y desestimación, su ironía que salpicó de estampitas milagrosas, declaraciones inadecuadas y la santificación de su sumo operario Hugo López-Gatell en un diagnóstico bizarro: “El presidente tiene inmunidad moral”. Así bajo prescripción médica recomendó no robar, no mentir… su multicitado mantra de inmunidad.
Otros lamentan el tema personal mas no así el institucional y a la inversa; y es que el evento no es simple cuando se unge a un personaje con el traje oficial del poder. Lo que se le desea a la persona ( las ruindades se mueven en lo público pero también en lo privado) quizás no se le desea a la figura. Es aquí donde surge la pregunta ¿Será que la terquedad de la persona comprometió a la figura? ¿Será que el servilismo y temor de los operarios no tuvieron el valor de ver a la figura en la persona ¿Se han olvidado de abstracciones, de posiciones y sirven lo que mande el patrón?
La pandemia que se colocó el presidente como anillo, hoy ¿le enferma? Se preguntan otros especulando un montaje para este great pretender que ha mantenido la popularidad a partir de frases ingeniosas, mientras todo cunde en el desastre. Los escépticos piensan que habiendo tenido acceso a vacunas con anticipación es difícil creer que no se la hubieran aplicado. De hecho historias no oficiales galoparon entre redes de una posible vacunación anticipada del mandatario.
Mi consideración no presume esperanza. No creo que el paciente enfermo se conmueva por empatía ante el dolor experimentado como lo hizo Boris Johnson y cambie su estrategia; no creo que de ser mentira saque de ello un gran provecho; sino todo lo contrario.
Me parece que el incidente es colofón de una pandemia muy mal atendida y de el populismo mercenario que vive al día. Si está enfermo repito lo aludido: los funcionarios a su alrededor no pudieron ni siquiera poner a salvo al presidente, no es extraño por ello ser ejemplo de desastre internacional. Si es mentira, se reafirma el cinismo y desvergüenza de estos vendedores de esperanza.
Esta última, respira despacio, pero tiene el rostro de la ciudadanía, de la oposición valiente, de un pueblo ni tan bueno ni tan malo que se irá vacunando contra las promesas fallidas.