El farsante mayor, también conocido como presidente de la república, regresó de hacer su show –y el ridículo- en Chile y Colombia e hizo su show –y el ridículo- en el “grito de independencia”.
Es ridículo que él, precisamente él, “grite” en favor o en contra de tantas cosas:
1. “¡Viva la libertad!”. Pero no la libertad de expresión crítica. Ya veo a los zopencos de siempre: “no hay libertad pero bien que lo critican”… No se dijo que ya no existiera libertad de expresión, que existe pero no gracias a él, sino que no le gusta; son dos hechos: que la libertad de expresión no la creó este presidente y que este presidente desea e intenta que no se use críticamente esa libertad. Le gusta –la ama- la libertad de expresión para que lo elogien. Y es obvio que le gustaría mucho que muriera la libertad política de los opositores, libertad que implica votar con credencial del INE contra su partido, votar en el Congreso contra sus propuestas de leyes, votar en la esfera pública con la razón contra sus farsas y descalificaciones. Usar nuestra libertad es lo que él odia, no quiere la libertad de los no obradoristas, aunque tampoco la de los obradoristas: a ellos los quiere leales como mascotas y en eso no hay libertad.
2. “¡Viva la igualdad!”. Pero su gobierno conserva la desigualdad socioeconómica de antes, la de siempre, la del neoliberalismo no morenista y la del PRI hegemónico (en esas etapas mexicanas la desigualdad real fue casi la misma, enorme). Recordemos que, aunque la gran mayoría de medios repitieron la mentira oficial de que había reducido la pobreza, la pobreza no se redujo. La desigualdad tampoco. Gracias al “gigante de la izquierda” (jajaja), como lo llamó mentirosa y mercantilmente El País en un tuit, en 4 años de su gobierno se logró que haya 30 millones de personas más con carencia de acceso a servicios de salud. De 16.2% de la población en 2018 a 39.1% en 2022, según el Coneval. Es un resultado desigualitario producto de una política desigualitaria: su política de austeridad en el sector Salud. Grita que viva la igualdad y es otro de sus asesinos. ¿Quiere que viva la igualdad política? Tampoco, pues implica en un sentido tanto menor desigualdad socioeconómica como en otro sentido la libertad política que odia. ¿Igualdad ante la ley? No, por lo anterior y porque el uso faccioso de la ley caracteriza a este gobierno. Recordemos que es este gobierno el que demandó penalmente a legisladores de oposición por votar en contra de una propuesta del ejecutivo –y luego escupen la palabra “fascistas” a diestra y siniestra.
3. “¡Viva la justicia!”. Dado el punto 2, no hay justicia social aunque lo grite a todo pulmón. ¿Justicia judicial? Es casi ocioso decir que AMLO odia a Norma Piña y que quiere no que el poder Judicial mejore sino que se someta. Poder Judicial sometido al presidente y su partido, se llamen como se llamen, no es justicia. Hay que ser fanático para creer que es distinto.
4. “¡Viva la democracia!”. Pero no en las “consultas populares” ni en las elecciones “normales”, es decir, que muera el INE. Eso es lo que de veras quiere el presidente y también lo ha gritado de muchas formas.
5. “¡Que muera la corrupción!”. Entonces debería matarla en su gobierno, señor. ¿Dónde está Ignacio Ovalle? “Creo” que sigue “ganando” dinero en su gobierno… Le recuerdo un caso entre varios: Segalmex. Avísele a sus funcionarios que su grito anticorrupción es sincero y serio, porque muchos actúan como si ellos tampoco le creyeran.
6. “¡Que muera la avaricia!”. No vi “el grito” en vivo porque ni me interesa mucho de por sí –ya sé, fanáticos, soy un traidor- y menos me interesa ver un show aun más barato. Lo vi al otro día como una noticia más de lo político cotidiano, y esa parte del espectáculo patriotero sí me hizo reír. ¡Que muera la avaricia! Dígale a Ovalle, a Bartlett (según Jorge Zepeda, ignorante de la verdadera historia de Bartlett, al parecer hay otra señora que tiene dinero… lo que me sigue haciendo reír), a Zoé Robledo, a Andrea Chávez, a Rocío Nahle, a Carlos Lomelí, a otros más cercanos.
7. “¡Que mueran el racismo y la discriminación!”. Pero, señor presidente, su política migratoria le hace el juego a esas prácticas a ambos lados de la frontera norte. Griten lo que griten sus palafreneros, chambelanes, lacayos, mayordomos y pajes, toda la corte miercolina o vilchesca de su palacio, usted no ha hecho nada concreto y eficaz contra el racismo y la discriminación. Nada. Puro grito…
8. “¡Que viva el amor!”. Gritado con gran impulso, el del odio que siente por todo crítico y opositor. El amor más grande de AMLO es por AMLO. El amor que quiere, por el que grita, para el que grita, es el amor a López Obrador.
9. “¡Que vivan nuestros hermanos migrantes!”. Es insultante. Sólo hace unos meses en Tijuana murieron decenas. Murieron por culpa de su política migratoria, presidente. Y sus niños gritones los culparon a ellos, a los migrantes maltratados y encerrados. Otra pregunta: ¿dónde está Francisco Garduño? Memoria: https://etcetera.com.mx/opinion/migrantes-quemados-fue-el-estado/
10. “¡Que vivan los indígenas!”. Pero no hace nada contra el paramilitarismo que los ataca en Chiapas. Y los ignora para seguir construyendo un tren ecocida. Yo no soy seguidor del subcomandante Marcos ni él es el único representante indígena, pero, caray, por algo Marcos lo rechaza a usted. Es más: Marcos fue uno de los pocos que mucho antes del 2018 entendió quién es López Obrador.
La hipocresía es común en la política mexicana, pero no hay un presidente más hipócrita que AMLO desde Luis Echeverría. No hay nadie que haya gobernado con más hipocresía en todo este siglo mal gobernado. El quinto “grito” del presidente de cuarta demuestra que su hipocresía está viva. El gran hipócrita vivito y gritando.
Se equivoca al creer que sus porquerías mediáticas y farsas públicas le darán el lugar que quiere en la historia, esas cosas las publican hoy los medios interesados (de Televisa al trapo más trapeado) pero no son lo que admirarán los historiadores. Si no todos son Salmerón, señor, ni crea que la mayoría serán como él o Taibo. La historia oficial la escriben los vencedores, sí, pero la no oficial la escribiremos muchos –historiadores, economistas, periodistas, politólogos- que usted odia simplemente porque nunca lo amamos. Y tuvimos, tenemos razón.