La reacción obradorista a la marcha en defensa del INE está basada en la abyección y la mentira. Abyectamente repiten mentiras como “fue una marcha de la ultraderecha”. Si eso hubiera sido, José Woldenberg no habría estado ahí. Los obradoristas y algunos antiobradoristas no saben u olvidan que Woldenberg es un hombre de izquierda, no sólo un demócrata y experto electoral. Yo tampoco habría asistido. ¿Hubo derechas en la marcha? Claro, como las hay en el obradorismo, empezando por el presidente que –entre muchas otras cosas- habla de la familia como en la “mañanera” del 24 de octubre… Pero no sólo hubo derechas y la marcha no fue para defender a ninguna de ellas, fue una manifestación suficientemente plural para (genuinamente en la mayoría de casos) defender al INE como fundamento democrático.
Otra mentira oficial: que la oligarquía defiende al INE. Esto lo refuta oligárquicamente TVAzteca: Ricardo Salinas Pliego defendió, a través de Javier Alatorre y un reporterito mercenario, la reforma electoral presidencialista: vea este “reportaje”. Es absolutamente claro, ahí está parte de la oligarquía –Salinas Pliego y TVAzteca- no defendiendo al INE y atacando al presidente sino atacando al INE y defendiendo la iniciativa del poder. Una parte de la oligarquía está con AMLO y él con ella; lo demás es propaganda. Pero los fanáticos son ciegos e ignorantes por definición. Aunque por lo mismo creen ser lo contrario y van por ahí afirmando “el INE no deja de ser autónomo ni desaparecerá”, “no regresaremos al pasado”. Para ellos, analistas improvisados, auténticos repetidores del discurso gubernamental, si la ley no dice algo como “¡muerte al INE!” no pasa nada… Falso. Sobre la pérdida de autonomía de acuerdo con la iniciativa escribiré después, sobre el pasado conviene entender cómo era (evidentemente una mayoría actual no lo entiende) y cómo era lo mostraré aquí.
Durante el priato había elecciones pero no por eso había democracia. No la había porque las elecciones no eran verdaderamente tales o no eran democráticas. No lo eran porque un partido y sus gobiernos las controlaban. Priato es la hegemonía del PRI. Hegemonía de un partido no es democracia. Los priistas controlaban desde el gobierno federal la organización y la calificación de las elecciones, la creación del padrón y por tanto la credencialización, controlaban todo. En esos años destacó electoralmente –en el manejo autoritario y partidista del sistema electoral- un “patriota” llamado Manuel Bartlett. No había IFE sino otra CFE (Comisión Federal Electoral) dentro de la secretaría de Gobernación; ahí trabajó y dirigió por muchos años el licenciado Bartlett.
De 1970 a 1976, Manuel Bartlett fue secretario de la Comisión Federal Electoral porque era el director general de Gobierno de la Secretaría de Gobernación priista. Así lo establecía la ley. Era presidente de México un megalómano autoritario que se soñaba líder del “tercer mundo”, Luis Echeverría Álvarez. El secretario de Gobernación era Mario Moya Palencia. Así eran las credenciales de elector:
De 1982 a 1988 el mismo Bartlett fue presidente de la Comisión Federal Electoral porque era el secretario de Gobernación priista. Así lo establecía la ley. Era presidente de México un conservador económico de los que hoy llamamos neoliberales, Miguel de la Madrid Hurtado. En la elección federal del 88 “se cayó el sistema”, Carlos Salinas obtuvo la presidencia y Bartlett se fue con él, a formar parte de su gabinete, que los obradoristas también llaman neoliberal. Así eran las credenciales:
Esas credenciales de elector no sólo eran como eran por un problema de tecnología, no. Eran inseguras, falsificables, no confiables, sí gubernamentalmente convenientes, principalmente como consecuencia del sistema electoral. Repito, un sistema electoral no democrático. El atraso tecnológico ayudaba al autoritarismo del PRI. Si en los setentas y ochentas los priistas como Bartlett hubieran tenido la tecnología de hoy, la habrían usado a su favor, no a favor de la democracia (el avance tecnológico por sí mismo no crea regímenes democráticos, ni necesariamente evita su destrucción). Mi papá ya murió –de él eran las credenciales que muestro- y si hoy no puede “volver a votar” no sólo es por la situación tecnológica sino por el sistema electoral no priista que se basa en el INE y aprovecha de otro modo la tecnología. Si las reglas del sistema electoral se vuelven antidemocráticas o partidistas, la tecnología no resolvería ese problema o incluso podría usarse para no resolverlo. En el México real, credenciales de elector confiables y propias de la democracia requieren un sistema electoral democrático, no gobiernista ni controlado por un partido, y por tanto requieren un padrón electoral confiable.
Con programas económicos relativamente distintos en momentos distintos, el del PRI era un solo régimen político: el autoritarismo hiperpresidencialista de partido hegemónico. El pilar electoral de ese régimen era la inexistencia de un IFE o INE. Lo que había era esa Comisión Electoral gubernamental y partidista. Esa Comisión que operó Bartlett por 12 años. Si se aprueba la reforma que desea AMLO, hacia allá iremos…
Lo que López Obrador propone como el futuro es en realidad el pasado. El pasado priista y bartlettiano, el pasado antidemocrático y antipluralista, el pasado que en 2022 sigue defendiendo Bartlett. El “INEC” obradorista sólo sería un paso en esa dirección. Un puente para volver al futuro que no lo es.