lunes 01 julio 2024

Wilkerson o el documental como ficción

por Germán Martínez Martínez

Una de las virtudes del Festival Internacional de Cine de la UNAM, FICUNAM, es dar seguimiento a la obra de sus invitados a través de los años. Así en 2018, se proyectó la retrospectiva del cineasta Travis Wilkerson y ahora, en 2024, se estrenó su documental A través de las tumbas sopla el viento (2024). En aquel momento escribí sobre lo político en su cine y describí que contenía por igual largometrajes de ficción con apariencia documental, filmes breves y documentales contemplativos. Persisten algunas características —el director, por ejemplo, conjuga naturaleza y arquitectura, en ocasiones presentando aquella a través de marcos de construcción humana— y A través de las tumbas sopla el viento también me lleva pensar que Wilkerson (1969, EUA) explora ahora el género documental como ficción o el uso flagrante de ficción en el cine que aparenta abordar directamente la realidad política y social.

La película fue rodada en blanco y negro en la ciudad de Split, en Croacia, añadiendo algún metraje de archivo a color. En mi perspectiva Wilkerson tomó esta decisión para evadir el color croata —de un encanto indeseable para su visión cinemática— y para mejor capturar la intensidad de las sombras producto del intenso sol mediterráneo. A través de las tumbas sopla el viento refiere la percepción de la estancia de Wilkerson y su familia en Split tanto a través de introspección como de minuciosas narraciones históricas y de la entrevista con un supuesto detective, quien —según el director— “encarnaría el estado actual de la vida en Croacia”. Ivan Perić es mostrado como un estrambótico detective de homicidios en quien parecen confluir la ineptitud personal y la imposibilidad burocrática para siquiera avanzar en sus tareas en una nación ineficiente y probablemente corrupta. Un país en que los Wilkerson terminan su estancia —partiendo a China— y sólo entonces reciben noticias sobre su trámite de visa que, de ser expedida, consignaría que ha caducado. Perić, en fin, declara que se convirtió en detective porque le gustaba ese género de películas y porque “estaban contratando” para tales labores.

Ivan Perić interpreta a un detective de homicidios del mismo nombre.

En unas ruinas romanas, el detective narra uno de sus casos: un turista habría pasado mucho tiempo tomándose autorretratos —“selfies”— en la cumbre de una estructura arquitectónica y quizá, por desesperación ante su tontería, habría sido empujado por un local a su muerte. Sin embargo, Perić —de quien se usa su nombre real— es, en realidad, un personaje plenamente involucrado en la producción audiovisual incluyendo la escritura de guiones —como el de este documental coescrito con Wilkerson—, la dirección, la producción y hasta la actuación, como en este filme. Perić es ficción en un desarrollo de temas que preocupan al director por lo que descubre en Croacia. El jefe del personaje Perić basa su carrera política hacia el parlamento en denunciar los “uhljeb”, que Wilkerson explica como burócratas parasitarios y flojos; aunque en el uso cotidiano en Croacia, la denominación apunta a que sus puestos fueron conseguidos por influencias partidarias o familiares a pesar de carecer de cualidades para ellos. Al director claramente lo ocupa un fenómeno que no describe como populismo de derecha, pero que muestra rasgos de serlo, al describir estrategias de mentira oportunista que explotan agravios reales o percibidos por muchos miembros de una sociedad.

El personaje Perić es el transmisor —por vía verbal— de una tensión referida en A través de las tumbas sopla el viento: la existente entre los turistas, fuente y destino de la actividad económica de Split, y los locales, víctimas de los excesos y grosería de los fuereños (orinan en las fuentes…). No se trata, sin embargo, de un documental explicativo, pues la atención a la forma es permanente: hay una eficiente generación de ritmo audiovisual al pasar de ciertas cadencias musicales y ruido —en ocasiones generado por los turistas— al silencio. “Todos odian a los turistas”, afirma Perić. Plantear esto por medio de un personaje ficticio es tomar un riesgo que Wilkerson resuelve con una dosis de humor —que incluye incidentes como la desaparición de una lanza y la aparición de hombres en disfraz de soldados romanos— al lado de las cuestiones sociales. El director no opera en el vacío sino desde la tradición cinematográfica. Hay cortinillas —creación de Erin Wilkerson— que cabría describir como imágenes de cine experimental; además en un intertexto inicial —probablemente desapercibido por la mayoría del público— el director alude a la “ola negra yugoslava” (“black wave”), movimiento fílmico de los sesenta y setenta con orientación crítica y humor negro sobre la sociedad y el gobierno del país.

El cineasta Travis Wilkerson dirigió A través de las tumbas sopla el viento.

El director recurre a la ficción asumiendo su responsabilidad y aparece, desde el inicio, en pantalla: se describe físicamente y consigna su edad de 54 años al momento de filmar su escena —declarando su intención de rodar un documental sobre el desmembramiento de Yugoslavia, pero terminando con lo que el público está por ver— asimismo refiere que se desempeñaba como profesor universitario en Split. Wilkerson introduce algunos intertextos más y es el narrador, pero sobre todo voz y pensamiento que conducen la cinta, permitiéndose incluso compartir que no sabe cómo representar cierto elemento dada su gravedad histórica. En contraste con intervenciones semejantes de Herzog —que parecen dispersas y sin consigna— las de Wilkerson son ordenadas y tienen objetivos ideológicos claros: sus relatos consignan la fundación y continuidad de la identidad nacional croata, identificando tal construcción social como de carácter fascista.

Un escenario clave de la película es un centro comercial abandonado, lleno de maleza; aunque en su inauguración en 1979 había sido punto de referencia y orgullo del régimen socialista yugoslavo. Hay un contraste audiovisual cuidadosamente diseñado que opera a favor del filme: por una parte, varios emplazamientos de la cámara tienden a la espectacularidad, pero al mismo tiempo abundan las tomas de charcos —que contienen reflejos por igual de cielo y edificios— así como de escombros y hormigas que consiguen escapar del lugar común y capturan una ciudad que está lejos del mundo desarrollado. Según el personaje Perić también hay algún hotel abandonado; aunque también dice que la ciudad vive, paradójicamente, del turismo (después del socialismo la economía croata ha dado un giro hacia los servicios, particularmente turísticos y registra altos ingresos). El simplismo puede llevar a pensar en privatizaciones fallidas —que sin duda habrán ocurrido— pero que no son explicación suficiente para el desarreglo social que Wilkerson nota. Las ruinas de A través de las tumbas sopla el viento son evidencia de contrastes en un país.

Los grafitis y las ruinas son elementos recurrentes en este documental.

Las tensiones por la reorientación social y económica son trasfondo permanente, pero si el personaje Perić se centra en el conflicto entre locales y turistas, el asunto que más preocupa al director es el mencionado giro fascista con que se encuentra. Es crucial distinguir entre lo que Wilkerson detecta como fascismo y la simpleza con la que en México se ha usado el término en los últimos años, despojándolo de contenido conceptual. En México no hay una fuerza política significativa con identidad de derecha, nombrar como tal a los partidos políticos tradicionales que hoy son la oposición es un facilismo, o recurso práctico, que poco tiene de analítico. El PAN en el gobierno se mostró como ejercicio de mediocridad, faltando incluso a sus planteamientos históricos; peor aún —en su permanente tensión entre cuadros de aspiraciones liberales y personajes de convicciones católicas— jamás se atrevió a asumir a plenitud la identidad conservadora. Con esto, por supuesto, no me refiero a la caricatura que expresan el presidente López y la presidenta electa Sheinbaum al hablar de “conservadores”, sino a una tradición política legítima y con respaldo entre muchos mexicanos, a pesar de la estigmatización que se le ha dedicado por más de un siglo (desde mi filosofía política liberal y libertaria tanto conservadores genuinos como diversos izquierdistas están igualmente equivocados en preceptos y propuestas). Dada esta situación resulta poco útil hablar de derechistas, de extrema derecha, fascistas o “fachos” —así como de un ignorante anhelo del surgimiento de una derecha— en México, pues rasgos distintivos de tales identidades son el nacionalismo, el tradicionalismo y la religiosidad que hoy, al menos en la cara nacionalista, son pregonados y convertidos en políticas públicas por el presidente López y resultan de factible continuidad. El conjunto de los políticos mexicanos infortunadamente cae en un consenso socialdemócrata, pantano del que es improbable la huida.

En Croacia, en cambio, según el relato de Wilkerson —no desapegado de otras interpretaciones plausibles— hablar de derecha fascista tiene múltiples fundamentos: lo que hoy conocemos como Croacia fue ocupado, en la Segunda Guerra Mundial, primero por Italia y después por los nazis, esto llevó a la conformación del Estado Independiente de Croacia, liderado por la Ustacha, organización nacionalista que había buscado la separación de la nación respecto de Yugoslavia —recurriendo incluso a actos terroristas— aun antes de la Segunda Guerra. El trasfondo ideológico y racista no explicado en el documental es que la identificación que se creó fue la de los croatas como católicos germanos, en oposición a los eslavos ortodoxos serbios. Además, como consigna A través de las tumbas sopla el viento, Croacia fue escenario de un campo de exterminio en que murieron, precisamente, serbios, judíos y gitanos (el documental aclara que ahí no se mataba de manera industrial, pero apunta que matar a cuchillo seguramente fue horror extremo). Al tiempo que reconoce antecedentes familiares racistas, Wilkerson se estremeció por la pasión nacionalista que encontró entre sus vecinos en Split —y por hechos como que gobernantes croatas recientes niegan atrocidades del pasado— la misma que todavía lleva a ciertos croatas, incluso en el exilio, a ver como héroes a quienes, en rigor, fueron criminales durante la guerra civil que puso fin a Yugoslavia al principio de los noventa del siglo XX.

A través de las tumbas sopla el viento se desarrolla en Split, Croacia.

Así como junto al desprecio por los turistas debe haber, por lo menos, gente dispuesta a actuar hipócritamente ante ellos; así también hay más que fascistas en Croacia y Wilkerson lo consigna. Por ejemplo, describe cómo un monumento constantemente manchado con grafitis nacionalistas es reiteradamente limpiado por otras personas. Pero, más que por equilibrio analítico —que no es prioridad de Wilkerson— A través de las tumbas sopla el viento es documental porque transmite de forma directa una serie de cuestiones sociales y subordina la ficción a ese objetivo. La reiteración de grafitis a cuadro consigna una realidad inescapable que puede plantear la pregunta de si algunas de sus manifestaciones son arte callejero o estilización del desvarío político de cierto segmento de la población, pues van desde reflejos de imbécil consumo de drogas hasta el apuntalamiento de un peligroso nacionalismo. Como en otras películas suyas, Wilkerson ofrece elementos que semejan dar una imagen amplia de lo que retrata. ¿Con escasos recursos pueden los espectadores conocer contrargumentos al del director para formar su propia opinión? ¿Es eso necesario?

Retóricamente, Wilkerson se pregunta cuántos fascistas son muchos. Crea una secuencia en que se da a la tarea de registrar pintas nacionalistas por un periodo específico. Las imágenes, en efecto, se multiplican para pesadumbre de cualquiera. Se las ve, en sucesión, en edificios, postes, zaguanes, puertas, escaleras, buzones… y en los juegos para niños en el parque. Sin embargo, el público está ante una falacia. Como aprende cualquier estudiante de antropología o sociología, la cantidad de grafitis no se corresponde con la de autores o es necesariamente muestra de apoyo colectivo a una causa, pues uno o pocos grafiteros pueden ser productores de una enorme cantidad de pintas; aunque su presencia pueda dar cuenta de una atmósfera social. Estamos ante un recurso cinemático clave de A través de las tumbas sopla el viento que es efectivo en sí mismo pero que no es riguroso si se trata de comprender la sociedad croata o la de Split. Más que el inventado personaje Perić, es en el discurso del director Wilkerson que está la ficción que sirve a la divulgación de una visión social y, principalmente, a la creación de una obra cinemática contundente.

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