Antes que empiece la contienda definitiva para las elecciones políticas de este año en México. Revisemos una complicada cuestión ética normativa: el deber ser ideal de la prensa crítica. La opinión pública independiente.
El ideal utópico es practicar la acción comunicativa. Reconocer el contrato social como acto de habla; un producto de la razón pura, libre de mitos, magia y religión; un discurso humano, demasiado humano. No depender de las apariencias (“encuestas”) y el sentimentalismo (“me cae bien” o “me cae mal” o “todos contra el PRI”), buscar la lógica de las elecciones políticas democráticas como un hecho de palabras y administración pública. Democracia abierta, con absoluta libertad de expresión.
Lo esencial en política es saber buscar acuerdos, evitar la violencia y los enfrentamientos; se tienen diferencias, pero no enemigos. Hay que razonar, siempre tener que razonar con argumentos y conceptos claros, explicando las contradicciones o cambios de idea. Dialogar y debatir, no predicar ni pontificar. Imponer por acuerdo la fuerza racional de las verdades sometidas a crítica, evitar los dogmas y verdades absolutas.
De los candidatos, los partidos y quienes les apoyan y hacen propaganda y publicidad a su favor o en su contra, se desea primero que nada inteligibilidad, que se den a comprender con el otro y no sólo con uno mismo o sus simpatizantes.
También se desea que impere la voluntad de verdad, lo cierto para todos; evitar el engaño y la mentira; plantear en serio lo mejor para el bien público. Y resulta clave la necesaria rectitud o probidad de los participantes, realmente tienen que estar afuera de las sombras de la corrupción y el delito, afuera de la impunidad y el abuso de autoridad. Por eso se espera y desea que todo mundo diga lo que piensa. Porque las elecciones políticas son de base un acto de pensamiento, un hecho de palabras e ideas.
Hacer política es evitar la violencia. La acción comunicativa en política es la promesa de resolver con argumentos y enunciados los conflictos y las perturbaciones. Democracia deliberativa. Consensar las normas y reglas de comportamiento, porque se considera de principio que la sociedad es entendimiento, comprensión con palabras.
En lo concreto de los medios de la opinión pública, el periodismo crítico debe plantear su teoría o idea de sociedad, lo que entiende por tal y la democracia. Lo mismo debe presentar su teoría o idea de la historia social y de la misma opinión pública, sus formas de entender la realidad del tiempo y las mentalidades. Para generar un discurso que critique las ideologías y mitologías, es decir, las “verdades” y “normas” sociales impuestas sin discurso, por la fuerza y la ignorancia voluntaria, la enajenación colectiva que vuelve posibles la “guerra sucia” y las “Fake News” o paparruchas.
Porque la opinión pública crítica debe ejercer la crítica de la organización social en lo general y en sus infinitas particularidades, porque siempre todo puede ser mejorable, todo puede ser más democrático y efectivamente soberano y más libre. Razón para poder criticar todo, con tal que todo sea criticado de forma racional y pensando en la diversidad incluyente. Para así poder realizar la crítica del Estado, tanto la del gobierno como la de sus oposiciones, y en estas elecciones la crítica de los candidatos como ciudadanos y como discurso de administración pública.
Con tal práctica de la razón crítica comunicativa se produce desde la opinión un proyecto político de emancipación humana. En lo que aquí estamos. Se produce el auténtico aporte propio de la Opinión Pública como entidad política diferente del Estado y del Mercado. La posibilidad de pensar en común lo que sea mejor para todos, reconociendo que todos somos seres imperfectos con una infinita suma de diferencias y nunca un ser homogéneo en concreto para todos. Porque la ciudadanía soberana de la democracia es una unión en abstracto, un reconocimiento de la unidad de los diversos.