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Ruedas de prensa donde los que preguntan no son prensa. Esta innovación recuerda a algunas confecciones mexicanas como las carnitas veganas o las quesadillas sin queso. Podemos llamarlas como lo que son o seguir con los eufemismos, pero su naturaleza no cambia por ponerles una etiqueta distinta.

Eufemismo es una palabra curiosa, es una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante” (DRAE, 2019). Es decir bonito lo que por naturaleza es feo. La finalidad del eufemismo se encuentra entre la cortesía y la hipocresía. Decimos carnitas veganas para no referirlas como sustituto de soya de frituras de cerdo, aceptamos la quesadilla sin queso para no denominarla taco doblado y llamamos conferencia de prensa a un acto de propaganda.

La aceptación del presidente López de un hecho evidente, que sus conferencias mañaneras tienen a gente que no es periodista y que son afines a él, fue acompañada de la derivación paretiana que tramposamente intenta subestimar la gravedad de la situación: el muy mexicano “¿qué tiene?”.

¿Qué tiene? No les damos línea. ¿Qué tiene? Todos pueden participar. ¿Qué tiene? Antes sólo les daban boletines, hoy su líder les habla diario. El tu quoque, tan común en los que no pueden asumir sus faltas, se mezcla con otras falacias vulgares. Para rematar, la expresión gemela del “tengo otros datos” hace su aparición: “no somos iguales”. Decir que “no me vengan aquí con que es lo mismo, porque eso sí calienta” es, al mismo tiempo, argumentación fraudulenta y amenaza: no soy lo mismo porque yo lo digo y, si me lo dicen, me enojo, con todo lo que eso implica.

La realidad es que una conferencia de prensa donde concurren tanto periodistas de verdad como paleros del régimen, es un acto que vulnera uno de los principios fundamentales del derecho a la información: el de veracidad. La presencia de propagandistas distorsiona la comunicación, el ejercicio de informar al público se deforma, para volverse un acto mercadológico. Claro que “sí tiene” que haya paleros, lo recibido en las pantallas deja de tener credibilidad, es similar a las opiniones pagadas que sostienen que un producto es bueno. Y sí: el presidente es un producto que se vende en las mañaneras, con publicidad engañosa.

Alguien podrá aducir, con justificada razón, que la opinión pública no se forma con el solo acto de hacer conferencias matutinas, por más que sean cinco días a la semana. Cierto, el problema de este asunto es el insulto a la inteligencia del público, la intención de verle la cara, de engañarlo. Tiene razón López: no son lo mismo, son peores.

Autor

  • Óscar Constantino Gutierrez

    Doctor en Derecho por la Universidad San Pablo CEU de Madrid y catedrático universitario. Consultor en políticas públicas, contratos, Derecho Constitucional, Derecho de la Información y Derecho Administrativo.

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