La solidaridad masiva y mundial que se generó a favor de Francia a raíz de los ataques terroristas del pasado viernes 13 de noviembre, levantó una corriente de comentarios adversos en las redes sociales; algunos, incluso, cargados de odio y desprecio hacia lo que Francia representa, en nuestro mundo global, al lado del resto de los países que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Sí, estamos hablando de las famosas redes sociales, ese novedoso laboratorio del ciberespacio. Hay que decir que las olas de opinión a contracorriente no son fenómenos nuevos. Se suelen presentar cuando se mediatizan sucesos trágicos o escandalosos que tocan las fibras más sensibles de las sociedades actuales, sobre todo de aquellas que experimentan agudas divisiones y/o confrontaciones. Las opiniones se dividen de inmediato y chocan entre ellas. Algunas se emiten con matices, pero otras se divulgan con lujo de brutalidad y rabia. Y todo esto es inevitable porque forma parte de la naturaleza humana tanto como de los fenómenos de masas. Hay que acostumbrarnos a ello, de alguna manera.
Sin embargo, vale la pena analizar algo de lo acontecido en las redes, porque gran parte de los “comentarios críticos” derraman exceso de estulticia y sinrazón.
Por motivos de espacio, tomaré sólo uno de los comentarios más típicos de la contracorriente: “Hacen tanto escándalo por Francia, pero no lo hicieron por (y colocan aquí su tragedia predilecta)”.
Nada más soez y ruin que querer establecer un ranking de la tragedia humana, de la violación a los derechos humanos o de las acciones de violencia que dañan a las sociedades. Es fácilmente demostrable que, casi siempre,las personas que rechazan la violencia a través de las redes sociales, lo hacen con respecto a todo tipo de violencia: hacia las personas, hacia los animales, hacia la naturaleza, etc. Excepciones aparte, en cuanto se sube a las redes sociales una noticia relativa a un acto injustificado de violencia, llueven expresiones de descalificación con respecto al acto y de solidaridad con respecto a la víctima. ¿Por qué Francia debería ser la excepción?
Se equivocan, por tanto, quienes sostienen que las expresiones de denuncia y de solidaridad son “muy diferenciadas”. Al contrario: son muy consistentes, aunque tales expresiones puedan tomar distintas formas, según los gustos y las preferencias personales (un “like”, una “bandera de fondo”, una “imagen alusiva”, un “pensamiento propio”, una “fotografía”, etc.). Así, pues, ese tipo de “análisis” que vemos en las redes resulta parcial, tendencioso y perverso. Las “observaciones” y los “comentarios” que llegan a esas “conclusiones” llevan otros propósitos.
Hay quienes pretenden establecer “escalas” y “comparaciones” porque ésta es la forma que tienen para llamar la atención hacia sus propias causas y sus inconfesables costras. Si logran minimizar la noticia que domina en elmainstream en un momento dado, han logrado su objetivo: poner su causa por encima de las otras. Así, pues, quienes de esta forma proceden no buscan realmente equidad informativa ni ánimo planetario de justicia, sino una dominación comunicativa con intencionalidad política: “Mi tragedia es más tragedia que la tuya… tu causa es menos causa que la mía”.
Ante estos “apocalípticos de lo mío” hay que decir que si algunas acciones de violencia, o algunas tragedias humanas, de pronto toman las primeras planas y las ocho columnas de los diarios, no es porque sean más importantes que otras, sino porque resultan paradigmáticas en un contexto específico, en un momento dado.
Eso explica por qué de tantos niños que han perdido la vida tratando de salir de Siria, Aylan Kurdi haya concentrado la atención de todo el mundo. No se trataba de un niño famoso. No se trataba de un niño del Primer Mundo. No se trataba de un niño genio. Aylan Kurdi sintetizó miles de tragedias similares ocurridas, ocurriendo y por ocurrir. Aylan nos dobló a todos, sacándonos de nuestra habitual zona de confort. Su muerte sacudió nuestras conciencias, quizá de momento, quizá sólo por hipocresía. Pero su muerte, habrá que decirlo, evitó la muerte de otros niños como él; niños que sí encontraron el refugio que no pudo conseguir Aylan.
Profesor UAM-Xochimilco y UPN-Ajusco