Cuando el presidente de la república, licenciado Andrés Manuel López Obrador, le exige al Rey de España que se disculpe con los pueblos originarios mexicanos por los agravios cometidos durante el periodo histórico conocido como la conquista, aquél pierde de vista que España no existía como país unificado, como era el caso de Alemania e Italia, que se unificaron con Bismarck y Vittorio Emanuele hasta la segunda mitad del siglo XIX. La conquista en contra de los mexicas fue realizada por los reinos de Castilla y Aragón, cuyos reyes ni siquiera eran borbones, como es el caso de Felipe VI y por los señoríos tlaxcaltecas, por lo que surge la primera pregunta: quién debe disculparse, ¿los herederos, en caso de existir, de dichos reinos y señoríos y ante quién hacerlo, en el entendido que hoy en día, las familias de los condes de Miravalle-Moctezuma, descendientes del Huey Tlatoani, viven en Cáceres, España? Es claro que se sentirían tan halagados como sorprendidos con la visita de una delegación diplomática que se presentara de golpe a pedir perdón por los excesos causados hace 500 años a sus familiares y a su imperio extinto.
O sea, con la debida seriedad, el presidente mexicano ha hecho un ridículo espectacular en Europa y en México con semejantes pretensiones morales, sin embargo, no se ha tomado en cuenta un hecho digno de ser considerado en este vergonzoso entuerto diplomático protagonizado por el presidente mexicano que imita a Chávez, a Maduro y a Evo Morales… En Madrid, España, existe en el Parque del Retiro una estatua con la figura de Miguel Hidalgo y Costilla, el llamado padre de la Independencia de México, sin embargo, en nuestro país resulta punto menos que imposible honrar, o si no, recordar la memoria histórica de Hernán Cortés, quien sin duda fue el padre del mestizaje mexicano.
La enorme población desinformada, en su mayor parte marginada económicamente y resentida por los excesos cometidos por los españoles, ven con gran agrado el hecho de que López Obrador denuncie las brutalidades cometidas por los conquistadores hace 500 años, al fin y al cabo, una forma de hacer justicia aun cuando es un tanto extemporánea. En realidad, se sienten comprendidos, homenajeados, lo cual se traduce en nuevas posibilidades electorales para el partido en el poder, es decir, el presidente lucra con la ignorancia y con el rencor de cierto sector de la ciudadanía que en el fondo de su ser anhela la existencia de un indigenismo puro. ¿A dónde vamos los mexicanos arrancándonos las costras de la historia, en lugar de iniciar un proceso de reconciliación nacional a través de la escuela y de la academia? Se trata de una manipulación aviesa de la historia con propósitos electorales.
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