El matrimonio infantil o precoz es una práctica muy común a nivel mundial. Estas uniones entre menores de edad, o cuando uno de los contrayentes lo es, afecta principalmente a las niñas. Según datos de la UNESCO difundidos durante la conmemoración del “Día Internacional de la Niña” 2016, cada 7 segundos una niña menor de 15 años contrae matrimonio.
De acuerdo con mediciones de 2015, el Fondo para las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) señaló que 700 millones de mujeres se unieron legalmente antes de cumplir la mayoría de edad, mientras que en los países pobres la cifra rebasó los 60 millones. De acuerdo con ONU Mujeres, diariamente se registran 39 mil matrimonios infantiles (según información del 7 de marzo de 2013). Dos años más tarde, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) respaldó estos cálculos y advirtió que, de continuar con esta tendencia, más de 14 millones de niñas y adolescentes se casarán cada año. Se prevé que para 2030 el número aumente a 16.5 millones de menores de edad y a 18 millones para 2050.
Los países africanos encabezan la lista (Níger es el primero), luego el continente asiático (tan sólo India re-porta 26.6 millones), seguido por Latinoamérica; Nicaragua, Brasil y México registran las tasas más altas de la región, Brasil con 2.9 millones y nuestro país con 1.2.
El 11 de octubre de este año “Día Internacional de la Niña 2017”, los organismos de Naciones Unidas (ONU Mujeres, UNFPA, UNICEF y la Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ONU-DH) señalaron que al menos una de cada cinco mujeres se casa antes de cumplir los 18 años.
De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA), de 2010 a 2015 se registraron 323 mil 860 matrimonios entre menores de edad. En 2010: 54 mil 806 niñas y adolescentes se casaron, es decir, el 82.38% del total de las uniones; para 2011 hubo una disminución y fueron 50 mil 947 mujeres menores de edad, lo que no bajó fue el porcentaje que llegó a 82.74; en el año siguiente 48 mil 259 niñas y adolescentes se unieron legalmente, aumentando a 83.23% la incidencia de mujeres en los matrimonios infantiles, en 2013 fueron 44 mil 963 las contrayentes, formando el 83.05% del total; en 2014 llegaron a 40 mil 443, es decir, el 83.78%, y en 2015: 30 mil 92 mujeres menores de 18 años contrajeron matrimonio, éste es el año con el mayor porcentaje registrado al llegar al 85.11.
Este organismo señala en sus reportes de 2015 que 4 de cada 5 niñas y adolescentes menores de 15 años se casaron con hombres mayores de 17, pero el 4.4% lo hizo con un esposo que rebasa los 30 años de edad. Así pues, 9 de cada 10 mujeres de 15 a 17 años contrajeron matrimonio con hombres mayores de 17 y el 3.5% se casó con hombres mayores de 30. Datos de las “Estadísticas vitales sobre nupcialidad 2015” realizadas por el INEGI reflejan que las mujeres menores de 15 años se casan 30 veces más que los hombres de esta edad, y que la incidencia entre las adolescentes de 15 a 17 años es 6 veces mayor que en los varones.
Pero no es sólo este ciclo de matrimonios precoces lo que aumenta consistentemente, sino que también es el círculo de pobreza el que se perpetúa con estas prácticas, en las familias de origen (mayoritariamente sin recursos) las carencias económicas son un factor determinante para que las niñas y adolescentes se casen y formen otra familia, pues los propios padres no pueden solventar su manutención. En otros casos, en comunidades alejadas, estas “tradiciones” no sólo son necesarias sino que benefician a los progenitores, pues las niñas son concebidas como una mercancía que se volverá redituable al consolidarse estas uniones. Pero para la gran mayoría de niñas y adolescentes el matrimonio significa salir de un hogar pobre para entrar a otro.
El SIPINNA reportó que en 2015, estas nuevas familias que no viven de forma independiente y deben recurrir a los padres de alguno (ya sea que estén casados o no), en más del 20% de los casos no tienen servicios básicos (agua, luz y drenaje), además 40% de las construcciones que habitan no son resistentes y presentan un riesgo constante, más del 35% viven hacinados; por último, alrededor del 7% sufre insuficiencia alimentaria.
En la última medición registrada por este organismo (2015), los estados donde el matrimonio infantil tiene más presencia son: Guerrero con dos mil 910; el Estado de México en 2 mil 834 casos, Michoacán con dos mil 377, mientras que Chiapas registró mil 905 uniones y Coahuila mil 266.
El matrimonio precoz es considerado un tema de género pero también es una problemática que impacta sus derechos básicos, siendo el primero la libertad de decidir, pues al ser tan jóvenes no tienen legalmente la capacidad de consentir o no estas nuevas responsabilidades. UNICEF señala que este fenómeno asegura la docilidad de las jóvenes la obediencia al interior del hogar y por supuesto, la máxima fertilidad de la mujer, también está comprobado que al interior de los matrimonios infantiles se presenta un alto grado de violencia familiar.
Muchos autores señalan que esta situación violenta otros derechos fundamentales, como la educación. El “Censo de Población y Vivienda 2010” reportó que en México 9 de cada 10 mujeres menores de edad que dijeron vivir en unión libre o estar casadas ya no asiste a la escuela. Estudios de SIPINNA del 2013 señalan que las niñas que oscilan entre los 12 y 14 años y que tuvieron al menos un hijo, el 14% no tiene escolaridad o sólo unos años de primaria, mientras que las mujeres de 15 a 17 años sólo cursaron la educación básica en 31%; y es que esta educación trunca también tiene repercusiones a largo plazo: según datos del Banco Mundial (2017), el hecho de que las niñas abandonen la escuela a edades tan tempranas no sólo les resta oportunidades en su desarrollo económico, sino que se traduce en pérdidas anuales multimillonarias, ya que las menores perciben salarios muy bajos o se dedican al trabajo doméstico no remunerado.
Para las niñas en esta situación, los derechos sexuales y reproductivos son inexistentes, pues el ser madres es una obligación, un mandato social incuestionable donde las jóvenes se supeditan a su esposo. Información de SIPINNA revela que, en 2013, 8 mil 69 niñas de entre 10 y 14 años tuvieron descendencia, mientras que 161 mil 670 jóvenes de 15 a 17 años tuvieron un hijo o hija. Estas cifras reportan también que el 20% de las niñas de entre 10 y 14 años tuvieron a su primogénito con un varón menor de edad y en el 53% el padre era mayor de 18 años. En los casos de las adolescentes de 15 a 17 años, sólo en 12% el padre era de su misma edad, ya que en el 72% su pareja rebasó la mayoría de edad.
La salud es un derecho que tampoco les está garantizado, ya que los embarazos a edades tempranas aumentan de manera alarmante los índices de mortandad materna según la Organización Mundial de la Salud (reportes de 2013 y 2014). De hecho, la población más vulnerable son las adolescentes menores de 15 años, ya que las complicaciones resultantes del embarazo y el parto son de las principales causas de muerte entre las mujeres de 15 y 19 años; en los países en desarrollo 1 de cada 180 y en los países más pobres la proporción es de 1 por 54. La OMS establece que el 99% de la mortandad materna ocurre en los países en vías de desarrollo y señala también el alto riesgo de las niñas y jóvenes de contraer VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.
La ley tampoco parece estar del lado de estas jóvenes. ONU Mujeres subrayó hace unas semanas que el propio Código Civil Federal señala como edad mínima de los contrayentes 14 años en las niñas y 16 en los varones. También apuntó a seis entidades donde se aceptan dispensas para el matrimonio infantil: Baja California, Guanajuato, Nuevo León, Querétaro, Sonora y Chihuahua.
Así pues, el matrimonio infantil afecta todas las esferas en el desarrollo de las jóvenes, les impide ejercer plenamente sus derechos, desenvolverse profesional y económicamente, confinándolas desde edades muy cortas a funciones de cuidado y crianza que en la mayoría de los casos no decidieron, expulsándolas al mundo adulto sin educación formal o herramientas para salir del ciclo de pobreza que se perpetúa de una generación a otra, obligándolas a ser madres sin poder de decisión sobre su cuerpo o un plan de vida, haciéndolas víctimas silenciosas de la violencia intrafamiliar, poniendo su vida en riesgo con cada embarazo. El matrimonio infantil no tiene cabida en la sociedad, pues violenta todos los derechos y libertades de las niñas y adolescentes que cada año se suman.