febrero 23, 2025

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Abran paso, por favor, porque nada de esto tiene que ver con las telecomunicaciones, la radiodifusión o la web, sino con cierta ciudad que un día amaneció inundada de mierda.

Quienes conocemos a Felipe Chao Ebergenyi sabemos que jamás perdona en la mesa al tequila y la cerveza, el sabor del tabaco y, así, sus exhalaciones evocadoras de los tiempos idos y su lucha, como él dice divertido, “contra los poderes fácticos” aparte de otras causas perdidas. Lo sabemos profesor y ocasionalmente articulista de etcétera. Conocemos su gusto por la música -en particular por cierto rock que nadie conoce- y también tenemos presente su mirada discreta que disfruta a la turgente belleza femenina así como su plática lúdica y sagaz. Incluso conocimos su encarcelamiento en el mundo de la burocracia, pero lo que no sabíamos es que el cabrón estuviera escribiendo una novela que ya se publicó.

Es probable que La perfecta de las nalgas frías sea resultado de la catarsis, una explosión emotiva, a veces desgarradora y otras festiva, que siempre nos conduce al terreno desolado de las utopias desenfrenadas. Si ese es, como creémos, el impulso de su escritura, entonces podemos entender que la urdimbre de sus escenas linden el delirio, la procacidad e incluso el cinismo. Por eso también, quizá, el lenguaje de Felipe Chao sea destemplado y directo, por ejemplo, al narrar la ficha necrofílica de una soñadora, el sentido de la vida de un bon vivant que es un canalla y, sobre todo, al describirse a sí mismo como un desencantado que halla en el sarcasmo una de sus principales fuentes ya no digamos de placer sino de sobreviviencia y esperanza.

Esta es una novela estrujante que festeja a la vida. Y así, lúdico y desenfadado, el autor nos hace disfrutar sus imprevistos, enfrentar sus tragedias y evadir buscarle razones o sentidos. Por eso es que el décimo cuarto sello de esta novela que sería el último, podría hacernos explotar en una sonora carcajada.

Felipe Chao Ebergenyi; La perfecta de las nalgas frías. Ediciones sin nombre, febrero de 2012, 149 pp.

 

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