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Como le pasó a muchos, el giro que Lynda Carter inventó para caracterizar la transformación de Diana Prince en la Mujer Maravilla en la serie de televisión de 1975, se quedó clavado en mi mente, lo mismo que esos hermosos ojos azules. “Fortaleza, belleza, inteligencia y compasión… [la Mujer Maravilla] era una especie de mujer ideal. Más como un arquetipo de la mujer”, así describía Lynda Carter al personaje que le dio fama y por el que se esforzó en eliminar todo indicio de camp para, en vez de eso, mostrar a una superheroína fuerte e inteligente. Ver a la Mujer Maravilla en la pantalla de televisión era una oportunidad temprana de admirar a una amazona con un par de piernas kilométricas, enfundada en un diminuto traje y atando delincuentes y criminales con su lazo de la verdad. ¿A quién más eso le recuerda los dibujos de poderosas dominatrices de Eric Stanton? Creo que muchos aprendimos a mirar las botas con otros ojos -ojos lascivos, pues- con esas imágenes. ¡Sácame la verdad, Mujer Maravilla! Lo mismo pasa con las transformaciones de los personajes femeninos de las caricaturas japonesas. En mi caso era Gigi quien despertaba mi emoción pues en esa transformación los niños ochenteros podíamos admirar un trasero adolescente. ¿Han visto que en el primer capítulo se transforma en doctora veterinaria? Vaya sufrimiento.


Las fijaciones sexuales de mi generación provienen de lo que veíamos en los cómics y la televisión. La Mujer Araña, con esa dulce voz que le ponía Sylvia Garcel y el atuendo rojo intenso con el que derrotaba a sus enemigos -”Aún sigo siendo la araña más rápida del Oeste”, exclamaba- también estaba presente en nuestras fantasías. Aún no entiendo por qué tanto escándalo por la portada que Milo Manara le dedicó este año a Spider- Woman, si desde siempre ha presumido ese traje ajustado. Lo que para él fue simplemente el dibujo de “una chica con un lindo trasero” para una buena parte del público, especialmente femenino, resultó ofensivo y grotesco. Pero es lo que uno esperaría de Manara. Y de la Mujer Araña. Cuando vi esa portada pensé que justamente complementaba los sueños que muchos tuvimos en nuestra niñez-juventud. ¿Es un objeto? Sí, como prácticamente todos los superhéroes, que suelen dibujarse con anatomías que no existen y en poses humanamente imposibles. Los últimos años he escuchado a muchas mujeres exclamar el clásico “¡Como lo traigas!” cuando ven una fotografía de Chris Hemsworth caracterizado como Thor, así que no me voy a detener en este tema de conservadores, sólo voy a decir que el segundo dibujo que hizo Manara, un regalo para Frank Cho, otro dibujante de cómics, vino a complementar el primero (búsquenlo en Google, comprenderán por qué se llama así mi texto, así como el fanart que hizo el monero regiomontano Polo Jasso, que sintetiza a la perfección la reacción que tuvimos muchos) y escandalizó aún más a las buenas conciencias.


Algunas preguntas fundamentales: ¿Warner hizo los shorts de Harley Quinn en los tráilers de Suicide Squad más chicos o más grandes? ¿Por qué Scarlett Johansson no tiene pezones en el tráiler de Ghost in the Shell? ¿Qué Elektra prende más, la de cara de puchero de Jennifer Garner o la cínica psicópata de Daredevil, la serie de Netflix? ¿A quién le va mejor la lycra, a Vampirella o a Tura Satana (y quién es más terrible)? ¿Los freaks and geeks prefieren a Linda Cardellini como Velma Dinkley o como Lindsay Weir? Si yo tuviera que escoger, las eligiría a todas. Pero mi sentido arácnido apunta hacia dos personajes: Little Annie Fanny, el personaje de Harvey Kurtzman y Will Elder y Rebecca, del Ghost World de Daniel Clowes. No serán superheroínas, pero yo sí quiero que me vengan a salvar.

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