El Estado, los medios y la influenza

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Dentro de los lugares comunes en los que suele incurrir el periodismo en general, y el mexicano muy en particular, se encuentra ese que busca la mejor floritura posible para subrayar que algo es histórico. Ahora, sin grandilocuencias puede decirse que desde el 23 de abril de 2009 nuestro país atraviesa por una de las situaciones más difíciles de su historia.

Hay razones que el Estado sólo entiende
Desde hace dos años, durante una plática off the record el director de esta revista supo de la preocupación de las autoridades sanitarias por la posibilidad de un brote de gripe aviar, como se decía en aquel entonces.

Incluso se decía que podía tener efectos devastadores y, hasta donde entiende, se llevaron a cabo las previsiones al respecto.

Pasado el tiempo, una mutación viral le dio un rostro distinto a la enfermedad y, claro está, modificó las previsiones que ya se tenían y que la revista Proceso reseñó puntualmente en su edición del 26 de abril. Esto, más allá de que en etcétera no coincidamos con los editores de ese hebdomadario cuando ellos consideran que el gobierno ha sido incompetente frente a este problema de salud. Al contrario, estamos convencidos de que el Estado mexicano ha operado con eficacia. Por supuesto que ello no obsta para considerar insuficiencias, pero creemos que éstas son mínimas a juzgar por la dimensión del virus y su carácter imprevisible, por eso también consideramos que es un exceso cuando la ya dicha publicación considera que el país es vulnerable; cuál no, habría que preguntar, frente a la mutación sin precedentes de ese virus.

En particular pensamos que la política de comunicación del gobierno federal ha sido expedita y franca. Esperamos que la afiance en los días que siguen con información puntual y tan periódica como lo exija el momento, por muy delicada que ésta sea, en beneficio de las políticas de salud. Al mismo tiempo, hay que reconocer la existencia de información que se resguarde por razones de Estado y ahí no queda más que confiar en el criterio de las autoridades. No creemos en un periodismo que no parta del respeto a esa definición central de cualquier Estado democrático.

La influenza de los medios
El primer registro fue en ocho columnas. Lo hizo Reforma el pasado 23 de abril: Golpea influenza al DF. No sabemos qué tanto orgullo de la primicia en este caso, que es como lo ostentó ese periódico al día siguiente, pero lo cierto es que ahí está el primer registro informativo del tema. En adelante, los medios de comunicación, insistimos, al menos hasta el día 27 en la tarde, fueron mesurados y tan precisos como la información que obtenían y tan quisquillosos como se debía, para preguntar a las autoridades por el estado de la cuestión.

Según los editores de etcétera entre los medios electrónicos sobresalen Televisa, Radio Fórmula y Radio Centro además de los servicios informativos del IMER y Radio Educación, y entre la prensa Reforma, Milenio y El Universal. Extraemos uno de los párrafos de ese periódico, correspondiente al 27 de abril porque pensamos que es una de las líneas editoriales más provechosas en estos momentos:

Deben saber quienes aún dudan del riesgo que corren, que esta enfermedad no es un invento gubernamental ni una exageración mediática; todas las autoridades de salud nacionales e internacionales las únicas capacitadas para afirmar que existe una epidemia coinciden en que sin la prevención adecuada el padecimiento cobrará más vidas.

Además, la página web de El Universal ha sido la más completa en cuanto a cobertura de las noticias y, en general, en la estructura informativa de la epidemia. Es el lugar donde más rápido se adecuan las notas y donde mejor información de contexto se proporciona. Aunque es evidente el esfuerzo de otros medios, es notoria su falta de recursos económicos como en Crónica y, entre las revistas, etcétera, o la ausencia de un profesionalismo aún más acucioso como en TV Azteca, Canal 28 y Excélsior.

En suma, es evidente que el Estado mexicano ha operado como tal y que los medios de comunicación han tenido una función social invaluable.

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