febrero 22, 2025

El horizonte del Imer

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El director de etcétera es asesor del director general del Imer. Es decir, esta opinión es parcial y se refiere a los cambios de Héctor Villarreal Ordóñez en la barra informativa y de análisis del instituto. Alude particularmente a la supresión del programa Café Encuentros por las reacciones que causó en ciertos circuitos de la prensa durante agosto.

El titular del Imer está facultado para cambiar emisiones y relevar periodistas. Tiene el derecho y además la obligación. Revisar continuamente su oferta es la esencia misma de los medios para ampliar su cobertura y afianzar la función social a la que se debe, en este caso, el instituto.

No hay nada más natural que lo antedicho, aunque sea difícil su operación debido a la estructura de intereses y a las actitudes que tienen a los medios oficiales en la autocomplacencia, la inmovilidad y la intrascendencia. Dije medios oficiales. En México no hay marco jurídico para los medios públicos. Más allá de escaramuzas, ésa debiera ser la discusión central, incluso sobre la base de que el gobierno federal carece de una política al respecto. Ojalá que el farragoso pasaje al que ahora me dedico acicate al análisis de esa razón de Estado encima de cualquier expectativa personal que la desdeñe.

Música de fondo

Al ser cancelado, Café Encuentros salió del anonimato. Eso ocurrió por las reacciones en la prensa, que fueron pocas pero insistentes. La mayoría provino del apoyo que pidieron los ex conductores, además de otras de quienes años atrás fueron despedidos del Imer y de quienes, recientemente, han querido rentar alguna estación.

La presión inició en esos espacios que difunden rumores, mensajes y chismes. En “Arsenal” de Excélsior y “Trascendió” de Milenio Diario (3 y 6 de agosto). En el primer caso, Francisco Garfias escribió que “alguno” de los ex conductores “está convencido de que la decisión fue tomada por la Secretaría de Gobernación por otro motivo: Ya no quieren más golpes ‘desde dentro'”. En el segundo, Milenio divulgó: “para no meterse en problemas, la nueva dirección del Imer parece tener como propósito ‘musicalizar’ sus estaciones”.

También en El Financiero, el 6 de agosto, Jorge Meléndez Preciado dijo: “un medio que antes fue plural y abierto parece que va de mal en peor. Algunos dicen que vienen cambios también en la 660 con tal de privatizar las frecuencias. ¿Será?”. Ese día en Milenio Diario Claudia Segura cuestionó: “¿Por qué será que los directores del Instituto Mexicano de la Radio están agarrando la mala costumbrita de entrar en funciones y a los pocos meses hacer la pregunta del chino ‘¿coopelas o te vas?'”. Y enseguida menciona que “José Buendía, María Elena Cantú, Miguel ángel Arroyo, José Javier Romero, Alán Arias Marín y Teresa Jiménez” ya no estarán en Horizonte 108. Más allá del endeble soporte de su pregunta, la columnista escribió mal el nombre de los ex conductores, mencionó algunos que no participaron en el programa y también se equivocó al citar a José Buendía, que no está inconforme y quien, más aún, participa sin percepción alguna en el Consejo Ciudadano del instituto. Once días después, Claudia Segura elogió el “gran Consejo” integrado por Villarreal para definir y evaluar la programación de la radio ciudadana.

Se dice que…

Estas formas “periodísticas” están entre lo más deplorable: “parece tener” o “algunos dicen” para inventar cualquier cosa sin registrar la opinión del otro ni verificar datos. Y como la idea era presionar, las reacciones soslayaron la explicación de Héctor Villarreal dada el 9 de agosto a la audiencia del Imer, en Café Encuentros conducido ese día por Alan Arias y José María Rodríguez. En esa ocasión, Villarreal afirmó que busca afianzar la pluralidad y lograr más impacto en la sociedad. La medición de las audiencias en un medio público, continuó, no tiene el mismo fin que en el privado, como erróneamente se dijo, y subrayó: en éste prevalece el criterio comercial y, en contraste, el Imer busca consolidar la función social a la que se debe. En tal sentido informó que Café Encuentros estaba en los últimos lugares de la audiencia en México.

(Los ex conductores inconformes enviaron a través de la Web la trascripción de aquel programa. Pero las palabras de Villarreal fueron mutiladas, como consta en el recuadro que usted puede revisar en el portal de etcétera.)

La explicación institucional dada ante los radioescuchas del instituto y luego expuesta a la revista Proceso el 12 de agosto, también fue desestimada por el comentarista de programas televisivos, álvaro Cueva, quien sentenció: “Para mí, fue censura” (Milenio Diario, 13/VIII/07). Ese día Reforma apuntó en “Templo Mayor”: “para colmo” de los problemas de Josefina Vázquez Mota, Villarreal “descabezó a su barra de comentaristas creando un nuevo conflicto”.

El domingo anterior, en su artículo de análisis publicado en Milenio Diario, Alan Arias dijo que Villarreal era “oportunista”, “conservador”, “burócrata”, “esquivo” y “huérfano intelectual” por lo que “parece ser expresión de una política regresiva respecto del pluralismo alcanzado en los medios públicos”. Resalto que nada de esto le dijo Arias a Villarreal durante su intercambio del 9 de agosto. Además, Arias omitió decir que ante el público del Imer y frente a él mismo, Villarreal se comprometió a ampliar la pluralidad en la barra informativa y de opinión, como ha ocurrido desde entonces a la fecha.

Hablando se entiende la gente

El más mínimo entorno de civilidad fue resquebrajado. La descalificación y las acusaciones de un pequeño circuito periodístico dieron la sensación de que los ex conductores eran, además de la única representación de la pluralidad, víctimas de una decisión autoritaria. Entre tales excesos hubo quien aseguró que esto era el fin de la radio pública. Fue Ricardo Alemán (con quien en años recientes he coincidido en buena parte de su análisis, en particular, sobre los medios de comunicación. En esta ocasión, no es así).

El 13 de agosto en El Universal señaló Alemán que el Imer “de plano se aleja por completo de su carácter público, y se orienta hacia una clara tendencia de concesión privada, en donde ‘su majestad el rating‘ es el que manda, y en aras de la ‘sustentabilidad financiera’ se tiran a la basura principios fundamentales de toda institución del Estado, como la autonomía financiera y la independencia política”. Luego comentó que “el propio Villarreal se encargó de dejar claro hacia dónde va el Imer (Proceso número 1606 de la semana que corre), cuando en entrevista periodística dijo que la idea es que el Imer dependa lo menos posible del dinero público y lo más posible de los patrocinios privados. En pocas palabras, una privatización en los hechos”.

Al día siguiente, El Universal publicó una carta donde Villarreal desmintió cualquier supuesto intento de privatizar al Imer. Argumentó que “la sustentabilidad financiera de un medio de comunicación de servicio público no atenta contra su autonomía. Al contrario, la fortalece. Al igual que los servicios de radio pública en otros países, advirtió, el Imer procura diversificar sus ingresos para dar mayor certidumbre a su autonomía financiera, editorial y de gestión”.




Villarreal también aclaró que “la optimización de recursos y la búsqueda de mayores audiencias no son criterios ‘puramente comerciales’ […] constituyen imperativos para cualquier modelo radiofónico y procurarlos es [su] obligación pues utilizar recursos de los ciudadanos en programas cuya calidad o contenido no trasciendan, no se justifica”. Luego advirtió: “Un Estado democrático debe enfrentar la responsabilidad de garantizar los recursos indispensables para la operación de una plataforma de comunicación de servicio público”.

Pero también deslindó: “Además de ese financiamiento público, la independencia, la calidad de los contenidos y el cumplimiento de la función social de mejores medios públicos en México exige la diversificación de sus fuentes de ingreso. Los medios públicos deben competir con eficacia, bajo reglas claras y mediante figuras como puede ser el patrocinio, por la captación de una parte de los recursos que los sectores público y privado invierten en comunicación. Así sucede con éxito en otros países democráticos. En México, a esta fórmula moderna se han opuesto igual que el señor Alemán algunas empresas concesionarias de radio y televisión que habitualmente rechazan todo lo que suene a competencia. Para el Imer, que cuenta con emisoras que operan bajo la figura de permiso y concesión, no sólo es legítimo, sino obligatorio generar ingresos propios para mejorar su oferta de servicio”. Y añadió finalmente:

“En ese trayecto naturalmente hay resistencias, y algunas de ellas se expresan a través de mentiras, insidias, calumnias o amagos […] El mayor peligro para la radiodifusión de servicio público es que algunos quieran apropiarse de sus espacios. La peor tragedia para las instituciones públicas y para quienes sirven en ellas, sería sucumbir a sus presiones y permitírselos.”

El 20 de agosto Ricardo Alemán rechazó que los críticos de Villarreal tengan intereses perversos o sean víctimas de éstos. Dijo que “los dos pilares de los medios públicos son la independencia política y la autonomía financiera” y que el directivo olvida referirse a la autonomía política; aseguró que la “amnesia” se debe a que su gestión está “muy lejos de ser una política de Estado”. Antes, Alemán informó: “Hoy sabemos que no consultó a nadie para llevar adelante su muy personal política de sustentabilidad financiera del Imer”.

En cambio, Ricardo Alemán soslayó que Villarreal sostiene como necesarias la “autonomía financiera, editorial y de gestión”, es decir, política, del Imer y luego se contradijo al decir que el director general del instituto “no consultó a nadie para llevar adelante su muy personal política” cuando sus decisiones fueron según sus facultades legales y en ejercicio de la autonomía del Imer.

¿De parte de quién?

Quién sabe cómo se generó este pequeño rebumbio. Más allá de las críticas genuinas que hubo, desconozco sus resortes y los entretelones que impidieron comprender las facultades del titular del Imer, como adujo Ernesto Villanueva en El Universal (18/VIII/07). No entiendo por qué cancelar Café Encuentros sea censura y, peor aún, el indicador de un maligno intento de privatizar al instituto. Nunca ha sido propósito de quien esto escribe revisar tales misterios. Son terrenos inexpugnables, fango, entre otras cosas, por su incapacidad para manifestarse en público.

Al debate constructivo no ayudan, al contrario, las acusaciones sin sustento y la ausencia de recursos periodísticos para confirmar o desmentir versiones antes de difundirlas. Esto sin dejar de mencionar a quienes cuestionaron genuinamente, con la solvencia ética de siempre, como sucedió con dos personas a las que respeto, Raúl Trejo Delarbre y Fernando Mejía Barquera. El primero escribió en Crónica el 16 de agosto:

“Sin ofrecer explicaciones al auditorio, esgrimiendo una peregrina concepción del rating y la competitividad que debe tener la radio considerada como pública y reproduciendo actitudes que han sido muy cuestionables en la radiodifusión comercial” el director del Imer “despidió repentinamente a los comentaristas del programa ‘Café Encuentros’ […]”.

El segundo publica en esta edición de etcétera, luego de reconocer la facultad que tiene Villarreal de remover a los colaboradores periodísticos:

“Como periodista no puedo estar de acuerdo en que a un colega se le cancele su tribuna de expresión; la única justificación que encontraría para que alguien sea retirado de su espacio periodístico es que faltara a la ética y lo utilizara, por ejemplo, para insultar o denostar a otros, realizar de manera deliberada afirmaciones falsas o promover delitos. Evidentemente, ninguno de los conductores de Café Encuentros estaba en ese caso.”

En realidad, Héctor Villarreal sí dio explicaciones al auditorio, en el programa ya citado durante 28 minutos y medio, y en la carta ya referida del 14 de agosto en El Universal. Así lo registró Gerardo Soriano en El Economista (16/VIII/07):

“En un hecho sin precedentes, Villarreal aceptó debatir públicamente con los conductores de Café Encuentros para explicar el porqué de la salida del aire de dicha emisión. ¿Cuándo se ha visto que un funcionario o un jefe en general les diga en la cara a sus subordinados las razones por las que los está corriendo, y además, por la radio?

“En el debate explicó las líneas a seguir de su proyecto radiofónico, que no parecen ser acciones para mandar al retrete a la radio pública; por ejemplo, informó que en la frecuencia de la XEB saldrá un programa dedicado a atender personas con discapacidad y que destinará una frecuencia a la programación de servicios en los rubros de salud, desarrollo social, educación, cultura y ecología. ¿Esto suena a una privatización? No lo creo.”

Más allá del peregrino adjetivo, creo que los argumentos del funcionario del Imer sobre la medición de audiencias y la competitividad son sólidos. Sobre lo dicho por Mejía Barquera registro la solidaridad, incluso de tipo gremial, que suele darse entre los periodistas pero no comparto la idea de que éstos sólo puedan ser despedidos por faltar a la ética. Ajustes en la estructura informativa y en el personal que la procesa y difunde forman parte de las tareas de cualquier directivo mientras, claro, cumpla con las normas legales del caso.

En sintonía

Los cambios en el Imer no son antesala de su privatización. Buscan optimizar recursos y aumentar audiencia. Como dejó claro el director general, fortalecer al instituto no se limita a esos aspectos, pero atenderlos es obligación legal, imperativo ético y condición esencial para su eficiente administración.

Los medios públicos más reconocidos en el mundo sustentan su quehacer en mejorar niveles de audiencia en tanto indicador de su función social y no como un dictado comercial. Radio Francia Internacional tiene diario, por ejemplo, 44 millones de oyentes. Con un presupuesto infinitamente menor pero con una estrategia que amplíe la generación de recursos y, ante todo, mejore la calidad en los contenidos, ¿es una villanía neoliberal querer que el Imer tenga al menos el 1% de la audiencia de Radio Francia Internacional?




Preocuparse por “el rating” significa constatar el compromiso de la función social y comprender que ésta no existe si no capta la atención ciudadana. Si la oferta no trasciende es dinero del contribuyente tirado a la basura y, en ese sentido, da lo mismo un millón de pesos que 40 mil. Con esa idea, puede haber razones profesionales y éticas para no contratar ni gratis a un periodista.

Los medios públicos reconocidos en el mundo diversifican su financiamiento. Actualmente algunas estaciones del Imer operan con permisos y otras mediante concesiones, razón por la cual no sólo es legítimo sino legal y necesario comercializar más. A esa óptica, como advirtió Villarreal, algunos medios privados se han opuesto.

Los cambios fortalecerán al instituto por la vía de ampliar y diversificar la oferta de comunicación. El Imer debe influir en el mejoramiento del análisis y el debate público y dejar de ser sólo constatación testimonial. El director no es administrador de una empresa privada. Está al frente de una institución de servicio público que pretende disputar audiencia a los medios privados pero no con chabacanerías, sino con contenidos de calidad y de interés público.

Ni la dilución de Café Encuentros es un acto censor ni los ex conductores representan la única pluralidad. En el espacio que antes ocupó el programa, de 9:00 a 9:30 am, desde el 13 al 24 de agosto, que es cuando este texto concluye, han participado, entre otros, Claudio Lomnitz, Julia Carabias, Lorenzo Meyer y Rafael Segovia o periodistas como Daniel Moreno, Pablo Hiriart y Raymundo Riva Palacio. No hay apología del gobierno federal sino la participación amplia de diversos actores políticos, Alejandro Encinas, Jesús Zambrano y Jesús Ortega, entre otros. Además, en ese periodo estuvieron en el noticiero Patricia Mercado y Francisco Labastida, así como los analistas Ernesto López Portillo, José Merino y María Amparo Casar, entre otros.

En Café Encuentros las mesas de análisis eran de 17 minutos en promedio, ahora son de 24 minutos y medio en ambos casos el formato comprende media hora . Anoto que de enero a junio de este año Alan Arias y José María Rodríguez tuvieron un solo invitado. Como radioescucha asentí con Arias en su reconocimiento a la política internacional del Presidente, más aún porque él es experto en el tema, aunque no coincido en su afirmación de que después de Irak nuestro país es donde más violencia hay en el mundo: eché de menos una opinión diferente. Pero sobre todo, como él reconoció ante los micrófonos del Imer el 9 de agosto, nunca hubo censura. Por eso Villarreal invitó a los espacios de reflexión a los ex conductores de Café Encuentros.

Además, quienes estuvieron ahí eran conductores y opinadores al mismo tiempo, es imposible sostener la ambivalencia. Pero la estructura del programa no sólo les impidió deslindar entre una y otra actividad, sino que los limitó para convocar a la participación de otros enfoques. Esto también se debió a la inadecuada coordinación de la dirección de noticias. Aunque me parece que se tardó, al adecuar esos espacios el Imer también asume su responsabilidad.

En otra sintonía

Más allá de estas desproporcionadas escaramuzas, el horizonte del Imer es lo que importa.

En su calidad de medios oficiales y mientras no adquieran otro estatus jurídico, Héctor Villarreal escribió que la función social de los medios públicos debe ir más allá de los postulados generales de la ley. Dijo que el instituto se distingue por atender temas de interés público con “énfasis en los requerimientos de sectores específicos o minoritarios que nunca podrán ser resueltos por una oferta de comunicación que persigue fines meramente mercantiles”. Advirtió que el Imer “debe tener un papel central en la promoción de la cultura, el apoyo a la educación y la preservación de la identidad y los valores nacionales y el fomen-to de la participación informada de los ciudadanos en el debate y las decisiones públicas”. Y señaló “la ausencia de una alternativa más fuerte y amplia de radiodifusión de servicio público contribuyó al crecimiento desordenado y desmedido de los consorcios mediáticos, cuya influencia excesiva en la vida pública ha sido factor para el deterioro de las instituciones del Estado y ha obstaculizado el asentamiento de los valores democráticos. […] los medios públicos deben tener como función primordial la de ser factor de equilibrio” (etcétera, junio de 2007).

Aquel ensayo lo puede usted revisar en la página Web junto con otros del autor que están en etcétera. Su más reciente postura fue en Milenio Diario, el 24 de agosto. Destaco que en éstos se halla la definición que deslinda a los medios públicos de ser instrumento de propaganda del gobierno y que los contenidos “deben aspirar a ser mejor reflejo de la diversidad”. El planteamiento alude a la independencia política, sin menoscabo de la obligación del Estado para proveer recursos a esos medios. Así lo escribió: “No puede haber verdaderos medios públicos que no cuenten con la autonomía de gestión e independencia”; “Un Estado democrático debe enfrentar la responsabilidad de garantizar los recursos indispensables para la plataforma de comunicación de servicio público” y, además, “la autonomía de gestión, la calidad de los contenidos y el cumplimiento de la función social de los medios requiere necesariamente de la diversificación de sus ingresos”. Aparte están los ajustes requeridos para estar en sintonía con el desarrollo de la tecnología digital.

Las medidas a que conducen esas reflexiones se han llevado a cabo durante la gestión del titular del Imer, desafortunadamente, no han merecido comentarios en la prensa. Esto no remite a un proyecto acabado. Más aún si reconocemos que limita el actual estatus jurídico, los escasos recursos y los problemas administrativos, además de las resistencias al cambio. No omito señalar que el trayecto es insuficiente. El camino del Imer también se ha construido a partir del intercambio de experiencias y de pareceres sobre el terreno poco explorado, en los hechos, que aviste el horizonte de los medios públicos.



Director de etcétera.
mlevario@etcetera-noticias.com


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