Uno de los grandes logros de la reciente jornada electoral que vivimos los mexicanos el pasado 1º de julio fue, sin lugar a dudas, el porcentaje de participación electoral. De 75 millones 670 mil ciudadanos de la Lista Nominal para esta elección presidencial, la participación alcanzó el 63.14%, la más alta en las últimas elecciones de este tipo.
En la elección presidencial de 2000, en donde se dio la alternancia con el partido de Acción Nacional, la participación ciudadana fue de 37 millones 601 mil 618, lo que implicó 63.97% del total de la lista, y la abstención se situó en 36.03%, ambos con relación a la Lista Nominal que ese año fue de 58 millones 782 mil 737 personas.
En la elección presidencial de 2006, sin embargo, hubo una participación total de 41 millones 791 mil 322 personas, lo que significó 58.55% de los votantes registrados en la lista nominal, de 71 millones 374 mil 373. El abstencionismo se dio en 29 millones 583 mil 051 personas que no sufragaron, lo que se tradujo en 41.45% del total.
Las cifras de este año son resultado de un trabajo intenso por parte de ciudadanos e instituciones. En este sentido, podemos apreciar que los resultados obtenidos son indicio de una cultura cívica que cada vez adquiere mayor carta de naturalización en nuestro país.
Como organismo público autónomo, depositario de la función electoral del Estado mexicano en el ámbito federal, el IFE tiene entre sus atribuciones el manejo integral y directo de la política de educación cívica en el país. En este marco, con veinte años de experiencia trabajando, el IFE diseñó la Estrategia Nacional de Educación Cívica para el Desarrollo de la Cultura Política Democrática en México 2011-2015 (ENEC). La elaboración de esta estrategia tuvo como base un diagnóstico de necesidades en el país y como antecedente inmediato los aprendizajes derivados de la aplicación del Programa Estratégico para la Educación Cívica 2005-2010.
Del Programa Estratégico se ha conservado el enfoque orientado a la creación de redes de operación para la puesta en marcha de programas de educación cívica, con aliados estratégicos experimentados en el campo de la formación ciudadana. Por su alcance y complejidad, en un país tan extenso y diverso como lo es México, la ejecución de la ENEC requiere de la colaboración de otras instituciones públicas, de la participación de organizaciones de la sociedad civil e incluso de instituciones internacionales.
El objetivo principal de la ENEC estriba en formar ciudadanía. Este objetivo responde a un propósito mayor: construir una democracia de ciudadanía, donde el poder se distribuya, se regule socialmente y las decisiones públicas sean incluyentes. La posibilidad de acercarnos a dicho objetivo, requiere de la existencia de factores tales como la necesaria expansión de la comprensión de los valores y principios democráticos; la adquisición y ejercicio de las habilidades necesarias para una interacción eficaz y respetuosa entre ciudadanas y ciudadanos, y entre éstos y las organizaciones del poder público; y exige un mayor y mejor conocimiento del funcionamiento y sentido de las instituciones que constituyen un régimen democrático.
Una de las líneas estratégicas más importantes dentro del programa institucional de educación cívica que desarrolla el IFE, se orienta predominantemente a la promoción de la participación ciudadana. Se trata de la estrategia denominada “Educación en y para la participación”. Este enfoque implica que la población se informa, reflexiona, adquiere nuevo conocimiento y modifica disposiciones o actitudes, procesando sus experiencias previas de la vida cotidiana y de las prácticas democráticas o no, propias o ajenas mediante el empleo de medios educativos eficaces; ese nuevo conocimiento adquirido mediante el proceso reflexivo, sirve para aplicarlo en la vida familiar, comunitaria y social, resolviendo problemas prácticos.
Otras iniciativas que también buscaron promover la participación no solo de la población adulta sino también de los sectores infantil y juvenil en el proceso de diagnóstico y deliberación pública sobre los problemas que preocupan a la sociedad mexicana, fueron la Consulta Infantil y Juvenil, celebrada el pasado mes de abril, y cuyos resultados fueron entregados a los diversos partidos políticos contendientes en el proceso electoral que está por concluir, en aras de que puedan incorporarlos en su propia agenda y en sus propuestas de política pública.
Si la fuerza de un país radica en la participación de su gente, la construcción de una cultura de la participación depende de la fuerza del compromiso de todas las instituciones, tanto públicas como privadas, para fomentar la educación cívica. La jornada electoral concluyó, pero el enorme desafío de formar cada vez más y mejores ciudadanos apenas inicia. La educación cívica, por lo tanto, debe ser el eje rector de semejante reto.