jueves 21 noviembre 2024

Las legiones de Internet

por Sergio Octavio Contreras

El concepto de legiones en Internet se ha vuelto popular para referirse a personas conectadas mediante la nueva tecnología que realizan en forma colectiva actividades comunicativas. Cuando alguien se refiere a dichas legiones por lo general las enmarca dentro de una movilización que se caracteriza por la repetición de formas simbólicas que son distribuidas durante un determinado periodo de tiempo. Además el concepto incuba comúnmente una connotación negativa: son personas que actúan bajo intereses irracionales y en la mayoría de las veces con base en información sin contexto. Hechos fortuitos, fanatismo, bulos, descalificación o posturas extremas forman por lo general parte del campo semántico del que se nutren las legiones. En el fondo se trata de un fenómeno con cierta predominancia en las redes sociales. Las legiones son posibles debido a la disponibilidad tecnológica y a la comunicación omnidireccional.

El término de legiones en la red tiene su origen en una entrevista que concedió hace un par de años el semiótico y escritor Umberto Eco al periódico La Stampa. Cuando el entrevistador le preguntó cuál era su opinión sobre el papel social que jugaban los nuevos espacios comunicativos como Facebook o Twitter, el autor de El Nombre de la Rosa contestó:

“Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”

Al comparar a Internet con el papel narcotizante de los viejos medios de difusión, Eco aseguró que en la era de la televisión se promovió al tonto del pueblo y ante lo cual los espectadores se sentían superiores, pero en el drama de Internet se promueve al tonto del pueblo como dueño de la verdad. La crítica de Eco se refiere a la hegemonía del postureo más que al discurso objetivo basado en hechos. Se trata de la exaltación emocional por encima de los límites racionales. Para el teórico italiano la penetración de las nuevas tecnologías de la comunicación ha hecho visible los problemas que arrastran sobre todo las nuevas generaciones: la mayoría de los jóvenes que utilizan la tecnología no lo hacen de forma crítica. Las afirmaciones de Eco se convirtieron en parte de su denuncia: su mensaje se volvió viral, fue enaltecido por partidarios y odiado por otros tantos.

En marzo de 2015, Eco afirmó a ABC y El País que la era de Internet trajo consigo un desconocimiento de las fuentes. En los medios tradicionales que predominaron durante el siglo XX las audiencias identificaban cuando una noticia había sido dada a conocer por una agencia informativa o por un diario. Había cierto nivel de credibilidad otorgado por la identificación de la fuente. Esto no ocurre con Internet: “si accedemos a una determinada página web podemos saber que está escrita por un loco, pero un chico no sabe si dice la verdad o si es mentira. Es un problema muy grave, que aún no está solucionado”. Según Eco la red vino a llenar el espacio del periodismo de chismes, pues los medios amarillistas difundían cierta información que en el fondo carecía de seriedad o bien, generaba desconfianza entre los lectores:

“con Internet ocurre al contrario, te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piense tan solo en el éxito que tiene en Internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas. Tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio”.

En agosto de dicho año, durante un discurso que pronunció en la Universidad de Turín bajo el título de “Internet, medios de comunicación social y periodismo”, Eco aseveró que las redes sociales tienen una parte positiva dentro de las libertades políticas pero también representan un riesgo para las propias libertades cuando se presentan como legiones:

“el fenómeno de Twitter es por una parte positivo, pensemos en China o en Erdogan. Hay quien llega a sostener que Auschwitz no habría sido posible con internet, porque la noticia se habría difundido viralmente. Pero por otra parte da derecho de palabra a legiones de idiotas”.

Dos décadas antes de la popularidad del concepto, Eco advirtió en el naciente uso social de la nueva tecnología sobre la falta de filtros para contener las enormes cantidades de información que se producirían. El 22 de junio de 1995, la revista Le Nouvel Observateur publicó una entrevista que Elisabeth Schemla le hizo a semiótico. El tema se centró en una sociedad conectada carente de eficientes sistemas de filtración y en sus individuos sin el tiempo suficiente para la reflexión sobre lo que se consume. La abundancia de datos equivale al ruido dentro del modelo de la comunicación tradicional de Shannon y Weaver:

“El poder político lo ha comprendido bien: la censura no se ejerce por la retención o la eliminación sino por la profusión. Hoy para destruir una novedad es suficiente con lanzar otra justo después. Lo que pasó durante la Guerra del Golfo es un ejemplo perfecto de esto. Pero podríamos evocar otros, en otros campos. Mientras toda la memoria humana esté en la computadora, ¿que pasará? Una bibliografía de 20 títulos es muy útil puesto que usted retiene finalmente tres obras que leerá. Pero, ¿qué hacer de una bibliografía de 10 mil títulos obtenidos apretando una sola tecla?”.

En esta entrevista el pensador italiano da luz a ideas que luego definirían su crítica contras las legiones: los usuarios idiotas. Según Eco existen idiotas tanto frente a las computadoras como quienes portan Walkman mientras bailan y gritan en los conciertos de rock:

“¿son ellos más idiotas que esa gente de la Edad Media que se flagelaba? Las formas de destrucción de sí mismos cambian a través del tiempo. Y después, no hay que relacionarlo todo con ese idiota. Entre los que escuchan Walkman están aquellos que leen a Platón o se dedican a la investigación científica. En la sociedad de la cháchara como la nuestra, está el imbécil pero también está el mutante. Aquel que es capaz de vivir de manera interesante esta pluralidad de lenguajes contemporáneos”.

En extensos espacios virtuales se evapora el diálogo y la evidencia para ser sustituidos por la denuncia y la suposición. La irracionalidad colectiva funciona en detrimento de la razón. El poder de la irracionalidad se puede basar en las mismas pulsiones descontroladas o bien acudir a otras esferas donde no es necesaria la argumentación lógica para sostener lo que se afirma. Las creencias, como los mitos y los fetiches, son un poderoso combustible para el funcionamiento de los grupos en red. Las legiones de Internet han confirmado que la acción comunicativa habermasiana no es más que una utopía. En la red se puede observar una gran cantidad de asuntos que circulan como reproducción del interés de ciertos colectivos. Tal es el caso de la vida privada de famosos, el cuerpo y los desequilibrios emocionales de Kim Kardashian, las recetas para ser felices de los influencers, las actitudes de políticos para revelar complots, mafias en el poder y todo un universo de conspiración en su contra, las transmisiones en directo que muestran a jóvenes perdiendo la vida mientras se accidentan, la relación que existe entre el Popocatépetl y los platillos volares, la fotografía del bebé de la cantante Anahí disfrazado de RBD, el beso en la boca que Maluma le dio a su mamá, la doble de Selena Gomez que encendió las redes sociales, etcétera.

En la sociedad hiperconectada pareciera que frecuentemente el conocimiento no es tomado en consideración por los individuos para orientar sus intereses y opiniones sobre la información que se exhibe en los espacios mediáticos. Como bien apunta Revel (2007):

“Que nuestras opiniones, aunque sean desinteresadas, proceden de influencias diversas, entre las cuales el conocimiento del sujeto figura demasiado a menudo en último lugar, detrás de las creencias, el ambiente cultural, el azar, las apariencias, las pasiones, los prejuicios, el deseo de ver cómo la realidad se amolda a nuestros prejuicios y la pereza de espíritu, no es nada nuevo, desde el tiempo en que Platón nos enseñó la diferencia entre la opinión y la ciencia”.

La ceguera colectiva

En la concepción legionaria de Eco algunos aspectos permiten tener cierta orientación en una sociedad donde la información se ha vuelto sinónimo de ambigüedad. De hecho, toda información trasmitida a través de un medio contiene siempre la incertidumbre y su profusión generada por la nueva tecnología vuelve todavía más incierto aquello que no es claro.

La tecnología, la libertad del usuario, la irracionalidad grupal, la cultura de la no verificación y la opulencia informativa son aspectos sobre los que germinan las legiones en la red. En primer lugar este problema sucede porque existe un medio que lo hace posible. La tecnología faculta a las personas para adherirse a ciertos grupos por diversos motivos. En la red existen defensores del medio ambiente, racistas, liberales, aficionados a la tauromaquia, fanáticos del futbol, seguidores de youtubers, consumidores de narcocultura, lectores de diarios, machistas, feministas, etcétera. El aparato tecnológico funciona como un mediador entre los gustos que identifican a las personas dentro del espacio simbólico donde deviene la comunicación. El aparato como nueva tecnología ha dejado desde hace algunos años el papel de transmisor. La penetración tecnológica de dichos aparatos hace posible una mayor adhesión a las formas de existencia visibles. Es aquello que Bourdieu (1998) conceptualizó como los estilos de vida, o el enclasamiento a partir de disposiciones culturales. Quien concuerda con cierta ideología política intentará manifestar tal concordancia a través de la medicación tecnológica, lo mismo ocurre para quienes defienden los derechos de los animales o quienes pertenecen a movimientos en pro de la diversidad sexual. Al menos desde que se conceptualizó Internet 2.0, la red se ha convertido en un novedoso mecanismo para la codificación y decodificación de contenidos humanos.

El segundo punto es la expansión tecnológica. Existen una gran cantidad de estudios que han demostrado cómo las nuevas tecnologías de la comunicación han penetrado en la sociedad a un ritmo estrepitoso al grado de superar en tiempo de expansión a anteriores tecnologías. De acuerdo con el Instituto Global McKinsey la radio tardó 38 años en tener 50 millones de radioescuchas y la televisión 13 años. En los nuevos medios, tal cifra de usuarios fue alcanzada por el iPod en cuatro años, a Facebook le bastó un año y a Twitter tan sólo siete meses. De acuerdo con Internet World Stats (IWA) para junio de 2017 existían en el mundo tres mil 885 millones de seres humanos conectados a Internet, cifra que representa el 51.7% de la población. El nivel de crecimiento del uso tecnológico en la última década creció casi al mil por ciento. La región con mayor número de usuarios en la actualidad es Asia con mil 938 millones, Europa con 659 millones y América Latina con 404 millones. Por su parte la agencia We Are Social (wearesocial. com) en su reporte 2017 reveló que cuatro mil 917 millones de personas usan teléfono móvil, es decir, casi dos tercios de la población mundial, y más del 50% de la información que circula por Internet proviene de aparatos inalámbricos, como el teléfono inteligente o las tabletas electrónicas. En cuanto al número de personas que utilizan redes sociales casi tres mil millones de humanos se encuentran unidos a estos espacios. Cada año los científicos Chadd Callahan y Lori Lewis del proyecto Cumulus Media (www. cumulus.com) presentan una serie de infografías donde intentan visualizar lo que ocurre en un minuto en la red. Tan sólo en 60 segundos se registran en Google 3.5 millones de búsquedas, se colocan en Instagram más de 46 mil imágenes, casi un millón de internautas inician sesión en Facebook y a través de Netflix se consumen más de 70 mil horas de contenidos.

Otro aspecto sobre el cual se configuran las legiones de Internet es la libertad que posibilita la tecnología de la comunicación. Este punto está relacionado con el origen de la red: el conocimiento compartido. En las redes se pretende –y se exige además– que todo sea libre, no sólo las conductas de las personas que les permiten transmitir mensajes, sino también todos aquellos productos culturales que están disponibles. Discos, películas, libros y todo tipo de contenido simbólico es gratis porque está en Internet. ¿Por qué pagar por algo que está en un lugar que no tiene padre ni madre, en un lugar que es abierto para todos? En la red los usuarios pueden manifestar todo tipo de posturas e incluso doblar la personalidad real para aparentar lo que no se es. El derecho de libertad informativa se ha convertido en un serio problema para la misma libertad. No me refiero únicamente a la ficción que representan las redes sino a la libertad de pensamiento como mecanismo de superioridad sobre los otros. La intolerancia es un claro ejemplo. La red es un escenario de enfrentamientos entre grupos que creen poseer la verdad absoluta. Simpatizantes de políticos arremeten contra simpatizantes de otros políticos, aficionados de un determinado equipo de futbol se enfrentan contra aficionados del equipo contrario. Los linchamientos virtuales, el fanatismo y todo tipo de violencia simbólica son comunes en estos sitios donde todos tienen la libertad para agredir y denostar a quienes piensan diferente.

En la cultura legionaria la primera víctima siempre será la verdad. Las legiones por lo general son portadoras de la verdad. El concepto de verdad, comúnmente puede ser entendido como una afirmación basada en cierto conocimiento de hechos o causas. El problema con las legiones es que algunas veces portan la verdad basada en hechos no comprobados, en ficciones que sólo viven en la mente de los creyentes. En la cultura legionaria no es necesaria la evidencia física de lo que se afirma, basta con que los integrantes de las legiones lo crean para que la creencia supere cualquier duda sobre su falsedad. Un ejemplo de lo anterior ocurrió durante los últimos meses de 2014 con la desaparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa. A través de un mensaje que condensó la terrible historia, se construyó una verdad basada en una serie de suposiciones y denuncias emotivas: #FueElEstado. Lo mismo ocurrió en las protestas por el aumento de los combustibles a principios de 2017 con la circulación de historias falsas sobre enfrentamientos entre civiles y las fuerzas del orden, así como durante los días posteriores al sismo del 19 de septiembre con información que no encuadraba en la realidad. Habitamos la época de la posverdad donde es preferible vivir en una mentira que nos haga feliz que reconocer una verdad que nos haga sufrir.

En la sociedad de las legiones el territorio donde se distribuye la comunicación siempre debe ser abierto. La tendencia filosófica hacia lo abierto parece imponerse a través de políticas globales de grupos dominantes, principalmente económicos. Hoy en día se exige a los gobiernos que la información pública sea abierta, que sus políticas públicas sean abiertas, que los medios abran sus puertas a las voces que nunca han tenido voz, que los espacios sociales sean abiertos a los cuales todos puedan acceder y opinar. El problema de la sociedad abierta es que tal apertura deriva en el caos debido a la falta de mecanismos de regulación. Se abre tanto que se liquida lo privado hacia lo público. En la sociedad abierta se carecen de filtros efectivos para discernir sobre la gran cantidad de información que se genera. En los espacios simbólicos es muy probable que las mentiras tengan cierta credibilidad. La abundancia de datos generada por la apertura trae consigo un problema mayor: la desinformación. En este aspecto Eco tiene toda la razón. Los nuevos mecanismos de censura no corresponden a la sociedad cerrada, sino a la sociedad abierta. La amenaza directa contra quien comunica o el cierre de medios no son efectivos en la era de la apertura. La abundancia de información se ha convertido en una barrera para que las personas se informen. Es imposible informarse por completo. Un hashtag o un meme son significados que tienden a suprimir el proceso reflexivo de los hechos.

Las noticias falsas encuentran un terreno fértil en los grupos sociales que viven en la inmediatez, no hay tiempo para la reflexión pues todo se desborda con el frenado.El imperio de las noticias falsas se mantiene gracias a una de las características de las legiones: el desconocimiento de las fuentes de información. Eco advierte muy bien este problema al hacer un comparativo entre la rigurosidad –al menos en teoría– de los medios tradicionales y la información de dudosa procedencia emanada desde la individualidad. Lo cierto es que en hechos que llaman la atención de los internautas existe una mezcla de fuentes con cierta validez y fuentes carentes de seriedad. Los cibernautas ahora compiten con los medios por la primicia e incluso se ha llegado a conceptualizar sobre un periodismo ciudadano. En esta confusión de datos que circulan de varias fuentes y hacia todos los sentidos es posible instalar la certidumbre a partir de las mentiras. Lo ocurrido en las elecciones de EU 2016 reflejó las modernas estrategias: la manipulación de percepciones como herramientas de intención del voto. Las noticias falsas estaban escritas como noticias, respondían a las preguntas básicas del periodismo, tenían una redacción coherente, incluían en algunos casos fotografías y datos para alcanzar una mayor veracidad. En México y en gran parte de las democracias actuales se contratan a ejércitos de robots para imponer o desaparecer un tema de la agenda de las redes, para acabar con el contrario o para exaltar a alguien.

Cierre

Las legiones de idiotas reflejan a una sociedad en plena ceguera. En la actualidad es tan probable que un ciego guíe a otro ciego como lo era antes de la llegada de la cultura mediática. La poca durabilidad de los nuevos medios hace que aquello que se comunica sea aún más incierto que lo escrito en ma-teriales más durables. Sobre el papel la tinta es más durable que un mensaje en Twitter. La nueva tecnología no ha liberado a la humanidad de sus fetiches y creencias, en ciertos casos ha vuelto más estrechos los márgenes de la misma libertad. La intolerancia, el fanatismo, el linchamiento, la información falsa, la corrupción de las cifras o la manipulación de las percepciones han convertido a Internet en un lugar donde se debe dudar de todo. Los datos serios e institucionales adquieren menos relevancia que el comentario disparatado de un político. Aquella célebre frase de Marx para explicar el cambio tecnológico de la revolución industrial adquiere una gran vigencia en nuestra era hipercomunicada: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”.


Referencias:

Bourdieu, P. (1998). La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madri: Taurus.
Revel, J. (2007). El conocimiento inútil. Madrid: Austral.

Autor

  • Sergio Octavio Contreras

    Doctor en Ciencia Política. Comunicólogo y master en sociedad de la información por la @UOCuniversitat. Profesor universitario. Consultor y conferencista en redes sociodigitales. Twitter: @Ciberpensador

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