Las mujeres tienen también una visión machista

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Entrevista a Dione Anguiano

¿Cuando eras niña, soñabas hacer política?

Fíjate que sí. Me parece que esta parte de mí es una vocación. Aunque me confundía. Entendía que la carrera de Derecho, era defender a la gente, y desde chica dije “yo voy a estudiar Derecho”. Éramos seis hermanas, yo soy la tercera de las seis, vivíamos en Jesús Carranza, ahí en Tepito, y el tema es siempre defenderte. Entonces desde ahí tomé la vocación de la defensa.

¿Qué ha significado para ti ser mujer en la política?

Bueno mira… Me parece que ser política es una condición de conciencia, a diferencia de lo que dicen los políticos. Me parece que es una condición que deberíamos desarrollar. Para mí ser política como mujer es ponerme metas y ascender en espacios por mis capacidades (y a lo mejor por mi necedad); he llegado a todos los espacios que me he propuesto y simplemente trabajando con la gente.

¿No ha sido más difícil por ser mujer?

Siempre es difícil para las mujeres por nuestra condición, no podemos decir que eso no se da. Nosotras siempre tenemos que demostrar, ése es el tema. Yo nunca he ejercido esa condición de la mujer de debilidad. Estoy convencida de que las mujeres somos más fuertes, en todos los sentidos, y lo hago vivir y lo hago sentir.

¿Cómo has enfrentado la misoginia?

Soy una mujer de principios. Al hombre que quiere ser cortés conmigo le digo: “A ver, es usted muy galán, pero aquí no hay”, y trato de decirlo en las condiciones en que me encuentre, sea el hombre que sea. En los niveles que sea, soy muy directa, eso me ha ayudado. Tienen que manejarlo con mucha sutileza; te puedo decir que ningún hombre a mi edad (voy a cumplir 53) me ha hecho una proposición indecorosa. Una sabe cuando te están queriendo cortejar y cuando quieren otras cosas.

Pero esa no es la única expresión de la misoginia. También se excluye a la mujer, por ejemplo.

Las mujeres vivimos en ciertas condiciones pero creo que por mi formación me he sobrepuesto a eso. Inclusive tengo estilos fuertes hacia los hombres. Cuando veo alguna actitud hacia la mujer, la defiendo. Inclusive me consideran una mujer muy rebelde, sectaria. Me llegaron a decir marimacha. Esas cosas viví, pero me importaban poco, nunca me interesaron. Nunca me ha gustado que me caractericen por mi guapura, que la tengo.

¿Qué significa para ti ser de izquierda?

A mí me parece que el principio de izquierda tiene que ser la justicia y la otra parte es la equidad. Por eso me considero una mujer de izquierda, porque siempre trato de ser justa en mis acciones. Que a la gente se le dé lo que le corresponde. Ese es el principio y es buscar esta equidad.

Por eso, la lucha de las mujeres es de izquierda: buscamos la justicia, que nos den lo que nos corresponde, no pedimos más. Por ser seres humanos, por ser mujeres, que también generamos producción, generamos hijos, generamos vida, somos realmente el alma de una sociedad: la mujer. En ese sentido, me parece que ser de izquierda es buscar la equidad.

¿Eres feminista?

Feminista, pero no contra los hombres. Estoy contra una visión machista y esa la pueden tener también las mujeres. He visto a mujeres que están en estratos altos y tratan mal a sus subordinadas. Quieren buscar la etiqueta del espacio de la mujer para ellas seguir en ese estatus. El principio fundamental de las mujeres tiene que ser que todas tengamos la misma condición de las que lucharon al inicio.

¿Qué le dirías al feminismo más recalcitrante y a los misóginos que critican al feminismo?

Son los dos polos, lo radical al extremo de no generar sociedad o comunidad. Son lo más errático que nos puede suceder en una sociedad.

¿Qué les dices a quienes festejaron tu clase del uso del preservativo, pero cuestionaron tu destreza?

Me falta más práctica (risas).

¿A qué mujeres no admiras?

No admiro a las mujeres que nos hacen sentir mal a las demás mujeres, que nos etiquetan, que creen que todas somos iguales. Pero son mujeres que tienen una historia detrás, que tienen una condición por la que reaccionan de esa manera. No me gustan las mujeres hipócritas o las mujeres que muestran su debilidad.

¿Y crees que la lencería está peleada con el feminismo?

Me parece que no. Feminismo no es quitarte ser bella, tu condición. Creo que el feminismo hoy así es, es la fuerza, y puede ser la fuerza de la belleza, la fuerza del reclamo de tus derechos, la fuerza de la atracción, la fuerza de la conciencia. Las mujeres podemos cambiar, ser atractivas y también defender nuestros derechos.

¿Cómo te involucraste en política?

Desde chica pensé en esto. Yo iba en una secundaria en Belisario Domínguez, en una escuela de puras mujeres. Cuando entré al CCH Oriente, dije de aquí soy. El participar en él me abrió la posibilidad de entrar a la política. Inmediatamente empiezo a trabajar con una organización, la UPOME (Unión por la Organización Estudiantil). El tema era también organizar a más jóvenes y era sacar representantes en cada grupo. Me iba muy bien porque me comprometí. Sentía una gran responsabilidad. Después me sumé al movimiento obrero, al frente contra la represión y también al comité de El Salvador. Eran los años 80, yo soy generación 81 y todas estas causas te iban llevando. Eso era lo mío, dije, eso es lo mío.

¿Qué es lo más difícil de gobernar una delegación como Iztapalapa?

Son los grupos, realmente, lo que más detona. Yo hablo mucho con la gente de la corresponsabilidad. El gran problema de una delegación o de una sociedad son las relaciones entre individuos, entre ciudadanos: es lo que te genera más problemas, unos quieren una cosa y otros no, hay ese choque. La autoridad tiene que construir una relación en donde todos estos intereses puedan ser. Entonces al ciudadano lo empiezas a enfrentar y lo empiezas a hacer ver que los cambios vienen de todos, no hay ni varita mágica ni gobernante que haga los cambios solo, ni hay dinero que alcance. Por eso cuando yo decido competir por la delegación, hablo de un lema que traje inclusive para gobernar: “¡Con el poder de la gente!”, así se pueden cambiar las cosas.

¿Tu discurso feminista te ha causado problemas en el partido, en la vida, en la delegación?

Ni los hombres ni las mujeres se van a atrever a enfrentarme, ¡siempre lo digo! Atrás sí me ha generado muchos problemas, cuando hablan atrás de una, pero hasta la fecha no ha habido quien me confronte y me haga callarme.

¿Qué opinan los hombres de Iztapalapa de tus eventos feministas?

Eso tiene que ver con la condición de conciencia. Seguramente la clase política también se debe haber reído pero te reitero que nadie me puede criticar de frente. Me decía un amigo que es político “Oye, me dicen que saque la reunión con la delegada” y respondo: “Diles que sí, que les pongo el condón para que dejen de estar infectando a tanta mujer” (risas). La que saca el tema soy yo, porque no hice nada inadecuado. Fue una feria donde eran varios stands, y en uno era “No hay fiesta sin globos”, entonces el tema era conocer las infecciones de transmisión sexual. Pusimos música y había que decirles “Cuando tú vas a una fiesta, ¿cuántas relaciones has tenido?”, “No, pues 2 ó 3”, “Ahora, esos con los que tuviste sexo… ¿qué supiste de ellos? Hay muchos jóvenes con los que te puedes acostar que pueden tener distintas infecciones…” y empezamos a manejarlo. También pusimos el condón femenino y no sabían que existía un condón femenino.

Los jóvenes no ven hipocresía, no ven una doble moral. No estamos afectando a nadie. Y lo ven tan natural que al final se acercaron unos jóvenes y me dijeron “Oye, delegada, pero lo que nosotros queremos saber es, aquí en la delegación Iztapalapa, quién nos ayuda a atender el tema de las infecciones de transmisión sexual”, porque cuando les dimos los síntomas, tú veías las caras de los chavos… Yo he hecho el experimento de entregar condones y les digo a los jóvenes “¿Dónde se pone?”. Se empiezan a poner nerviosos, se ríen, hacen una señal con el dedo, pero no pueden decir “en el pene”. O sea, hay un prejuicio, una moral, una educación que lo único que ha generado es que sintamos que la relación sexual no debe ser placentera, que la relación sexual no tiene por qué hablarse.

Mientras más natural sea y mientras más hablemos de ello, más quitaremos ese tabú de las partes sexuales del cuerpo y menos problemas tendremos de niñas embarazadas. Me parece muy grave la cifra que vi de 17 mil jovencitas embarazadas. A veces eso me puede generar más reacción que poner un condón con la boca. Me genera más el tema de la violencia, que es tan grave. Jovencitas que son abusadas por los padrastros, por los padres, por los abuelos y que callan, y que cuando hablo de estos temas con ellas, se hace el silencio en la reunión.

¿A quién se le ocurrió este evento del 14 de febrero con todos esos…?

A mí.

¿Cómo se te ocurrió?

No es una ocurrencia. He vivido en Iztapalapa, llegué a los 9 años; es simplemente tu vivencia. Viví y fui a la escuela con compañeros que hoy están muertos, compañeros que hoy están enfermos, compañeros que pasaron estas situaciones, gente que no supo en su momento esta parte de la sexualidad, pero la otra: lo que te cuentan las mamás, o sea, las mamás de los jóvenes estos que les pasa, que no saben a dónde ir, y hay tanta falta de educación y tanta falta de conexión entre la mamá, el papá y los hijos, que los gobiernos estamos para eso, apoyar a las familias, para orientar y educar. Las he hecho durante toda mi vida.

Fui diputada en el 2000; entonces hice un trabajo, fui la primera que decía “A ver, el 29 de julio me acuerdo perfecto que es el día del trabajo doméstico”, invité a todas las mujeres a que no hiciéramos quehacer ese día, o sea, que no hiciéramos limpieza para visibilizarnos, para que viéramos qué tan importante somos, porque a la mujer le dices “¿Qué haces?”, “No pues yo no trabajo”, y entonces cuando les empiezas a decir “¿No trabajas, eh?”, empiezan a pensar. Entonces hice un trabajo con una asociación que se llamaba “brigada callejera”, que empezamos a trabajar todo el sexoservicio en ese tiempo y a invitar a las mujeres a que utilizaran el condón en sus relaciones, e hicimos la presentación del condón femenino, y también fui cuestionada en ese tiempo porque llevamos una muñeca de estas inflables y teníamos que decir cómo se ponía el condón femenino; también salió en los medios. Empezamos a hacer los Papanicolau, por ejemplo, en las colonias. Si una persona que está en este nivel de gobierno habla las cosas de manera natural y no frívola o morbosa, y además en el lugar adecuado, me parece que los jóvenes entienden la importancia de utilizar el condón.

¿Si no te hubieras dedicado a la política qué otra profesión habrías escogido?

Bueno, desde chica dije “yo quiero ser abogada”, y eso estudié, pero nunca litigué me metí directamente a la política. Me gustaba mucho el basquetbol a los 16 y también me hubiera gustado el baile. Me fascina bailar, pero de este baile donde te puedes doblar, ser flexible, la danza, pero también me gusta la salsa, la bachata, la cumbia toda esta parte que traemos aquí en México.

¿Y a qué dedicas tus tiempos libres?

A bailar (risas). Pero realmente, ahorita, con esta parte de la delegación, son muy poquitos tiempos libres. Tengo dos hijos que ya viven por su cuenta. Me llevo muy bien con mis hijos porque platicamos, pero la delegación también absorbe todo el tiempo. Te podría decir que trabajo de domingo a domingo. Mis tiempos libres los dedico por ejemplo a ir al danzón aquí, los domingos. Se forman los señores aquí, porque cuando viene la delegada, pues quieren bailar con la delegada, y entonces tengo una fila de señores (risas). Pero además, a esa edad, lo que me da más gusto es que las señoras me dicen quiero que baile con mi marido. Fui ayer a los carnavales, podría decir el domingo voy a descansar, pero he bailado en los carnavales, me meto ahí, estoy oyendo a la gente, la observo; la gente me ve y es otra condición, me gusta mucho oír hablar a la gente, platicar con la gente.

¿A quiénes respetas del PRI?

A quiénes respeto… Pues ahorita, a nadie, no hay nadie.

¿Y del PAN?

Pues tampoco.

¿Cuál fue el último libro que leíste?

Déjame decirte que ya tengo como dos años que no leo libros, simplemente hojeo, pero leí un libro de Ikram Antaki, me parece que era una mujer también muy difícil todo mundo opinaba mal de ella, decía “yo tengo problemas hasta con mi sombra”, decía que la gente le molestaba, pero me parece que son de esas mujeres con las que yo hubiera podido hacer buena conexión, porque aunque yo soy sociable con la gente, insisto, hay un círculo donde yo no entro, no soy muy dada a hacer reuniones, a salir mucho y platicar de los demás, no, mi trabajo ha sido con la gente, y entonces el libro este de El pueblo que no quería crecer tiene que ver mucho con esta idiosincrasia que tenemos, esta doble moral, esta situación de “probrecitos”, de no entender que en el momento en que vives en una sociedad delegas una parte de tu responsabilidad, pero que también debe de haber corresponsabilidad. Lo leí antes de entrar a la delegación y me identifiqué, y eso es lo que platico con la gente. Tampoco me siento como una gobernante, siento esto como una responsabilidad más que como un asunto de llegar a un estatus y entonces ya no tener el contacto con la gente.

 

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