Aunque la mayor parte de los usuarios no lo sabe, cuando navegan por Internet solo acceden al 5% de la información existente, el 95% restante permanece oculta en la deep web.
Para explicar ese fenómeno, los especialistas usan la metáfora del iceberg: en la superficie de la red están los datos que recogen Google y Yahoo! pero la información más importante (páginas protegidas por contraseñas, ficheros e imágenes multimedia, documentos científicos y sitios con protocolos diferentes al tradicional http) está bajo la superficie, donde los buscadores tradicionales no pueden hallarla.
Según Anand Rajaraman, cofundador de Kosmix, uno de los nuevos motores de búsqueda en Internet, “muchos usuarios piensan que cuando usan Google obtienen todas las páginas disponibles en la red, pero solo consiguen una pequeña fracción… honestamente, no sé qué fracción. Nadie puede saber realmente cuán grande es la deep web. Estimo que quinientas veces más grande que la web superficial”.
Para Michael K. Bergman, pionero de las investigaciones sobre la “Internet Profunda” con su artículo “The Deep Web: Surfacing Hidden Value” (2001), las búsquedas tradicionales solo recorren 0,03% del total de páginas disponibles: “buscar en Internet hoy es como usar una red en la superficie del océano: se puede atrapar gran cantidad de información, pero queda mucha más oculta en las profundidades”.
La principal puerta de acceso a este fascinante mundo secreto es The Onion Router (TOR), un programa creado en 1996 por el ejército norteamericano que puede descargarse en forma gratuita de la red e instalarse en cualquier computadora.
TOR permite acceder a la deep web, pero para navegar ahí es necesario conocer las direcciones de los sitios que se quiere visitar; al carecer de buscadores como la red tradicional, los links de las páginas y portales de la “Internet Profunda” se obtienen principalmente a través de la “Wikipedia oculta” (Hidden wiki), que funciona como un directorio de sitios recomendados.
La deep web cuenta con blogs políticos, portales de noticias alternativas, bibliotecas, hemerotecas y redes privadas de compañías internacionales, pero su principal atractivo son las inmensas bases de datos de universidades y centros de investigación de nivel mundial, como la Oficina de Inventos y Patentes de Estados Unidos, la NASA y la Biblioteca del Congreso de Norteamérica (que suma veintiséis millones de referencias).
En paralelo a este universo dedicado a guardar y compartir el conocimiento, la deep web tiene un lado oscuro al que la revista Time le dedicó, en noviembre de 2013, una elocuente nota de tapa titulada: “La red secreta: drogas, pornografía y asesinatos en línea”.
En la dark web, el visitante puede comprar desde documentos falsos y tarjetas de crédito robadas hasta armas, drogas y pornografía infantil. Allí, mercenarios y asesinos ofrecen sus servicios a través de descarados avisos:
“El mejor lugar donde poner tus problemas es una tumba”.
“Yo no sé nada de ti, tú no sabes nada de mí… yo haré mi mayor esfuerzo para que [el asesinato] se vea como un accidente o un suicidio”.
“Yo puedo ‘neutralizar’ al ex que odias, al acosador, al policía que te causa problemas, al abogado, al político… no importa la causa, puedo resolverlo por ti”.
“¡Soluciones a problemas comunes! Somos un grupo criminal organizado, integrado por soldados y mercenarios de la legión extranjera altamente capacitados, con experiencia militar. Realizamos trabajos en todo el mundo.
Si te preguntas por qué alguien necesita contratar un asesino online, te decimos: simplemente porque es anónimo… es de interés mutuo hacer todo anónimo… eso significa que nosotros no te conocemos y tú no nos conoces. Nosotros no podemos enviarte a prisión y tú no puedes enviarnos a prisión”.
Entrar a la dark web no siempre es seguro porque existen páginas montadas por estafadores profesionales cuyo único objetivo es robar información personal a los visitantes inexpertos para luego venderla al mejor postor: en febrero de este año, la compañía de seguridad informática Hold Segurity encontró veinte archivos que contenían trescientos sesenta millones de emails, con sus correspondientes claves, robados a usuarios inocentes por piratas informáticos; las empresas de correo “basura” (spam) pagan generosas cantidades por estas listas, especialmente cuando se trata de firmas importantes como Yahoo!, Microsoft, Google y AOL.
Según Andy Archibald, responsable de la Unidad Británica Contra el Ciberdelito (National Cyber Crime Unit), “los territorios criminales de Internet no son solo para vender droga, es donde tiene lugar el fraude, donde se discute el tráfico de personas y de bienes, donde se intercambian imágenes de abusos de niños y donde se compran y se venden armas de fuego”.
SilkRoad, el mercado negro online más popular de la deep web, contaba con un millón de usuarios cuando fue clausurada por el FBI en septiembre del 2013.
Este sitio permitía a los usuarios comprar y vender, de manera rápida y anónima, armas, pornografía y toda clase de drogas: desde marihuana y hachís hasta heroína, cocaína y éxtasis; su creador y administrador era un joven de apenas veintinueve años, sin antecedentes policiales, llamado Ross Ulbrich, que actuaba como intermediario en cada operación comercial, garantizando la seguridad y el anonimato de las partes implicadas: el comprador transfería el dinero a la tienda, quien lo guardaba hasta asegurarse que el pedido había sido entregado, solo en ese momento traspasaba el pago al vendedor tras descontar su comisión.
Según una investigación de la universidad Carnegie Mellon de Pensilvania, las ganancias del sitio superaban los 22 millones de dólares al año.
Un artículo de Adrian Chen, denunciando el portal en agosto del 2011 (“The Underground Website Where You Can Buy Any Drug Imaginable”) aumentó exponencialmente su popularidad (“me enviaban correos electrónicos pidiendo que les explicara cómo conectarse”, contó posteriormente el asombrado periodista), pero también generó un conflicto interno porque los vendedores de drogas se quejaron del aumento de traficantes de armas, obligando a Ulbricht a lanzar The Armory, un nuevo portal dedicado exclusivamente a la venta de material de guerra: desde pistolas automáticas a explosivos plásticos.
El artículo de Chen hizo que la atención de los grandes medios -de la revista Time al prestigioso diario británico The Guardian- se concentrara solo en el lado oscuro de la deep web, confundiendo una parte con el todo; la realidad, como señalan los expertos, es que, aplicado correctamente, el potencial de esta red secreta es inmenso, como quedó demostrado durante la revolución siria, cuando los videos de los enfrentamientos callejeros lograron evitar la censura oficial y llegar a los principales canales de noticias.
El buen o mal uso de la deep web depende, en última instancia, de los usuarios, como señaló Ezequiel Sallis, integrante de la Policía Metropolitana Argentina, al diario Perfil: “Navegar en la ‘deep web’ no es un delito. Es una herramienta. El delito depende de lo que cada uno haga en ella, como sucede en la internet habitual”.
Son los usuarios quienes, en última instancia, deben elegir qué hacer -o dejar de hacer- cuando descienden desde la superficie conocida de la Internet tradicional a las profundidades de la deep web, un lugar sin límites donde aguardan tesoros escondidos pero también peligros inimaginables y monstruos terribles.