Los héroes mediáticos. Encumbrados y olvidados

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Las dudas sobre la veracidad del “trancazo informativo” de The Guardian comenzaron a surgir cuando Emma Coronel, esposa de Joaquín Guzmán Loera, desconoció a Rosa Isela como hija de su marido y se incrementaron cuando ésta aseguró el 9 de marzo en entrevista con Adela Micha para Grupo Imagen Multimedia, que ella nunca concedió ninguna entrevista al periódico británico, sino que sólo sostuvo un diálogo informal con el reportero José Luis Montenegro, el cual se distorsionó para difamarla. Y aunque no especificó en qué consistieron las difamaciones en su contra, la solidez periodística de la primicia de The Guardian se resquebrajaba.


Esto se hizo más evidente cuando en el mismo espacio de Adela Micha, José Luis Montenegro, admitió que no verificó fehacientemente la identidad de Rosa Isela ni sus declaraciones. Argumentó que para él fue suficiente prueba de identidad el acta de nacimiento que su entrevistada le mostró y en cuanto a sus denuncias, el reportero alegó que era tarea de las autoridades mexicanas corroborar si eran o no verídicas.


Casi un mes después, el 1 de abril, La Jornada publica que de acuerdo con fuentes de inteligencia del gobierno federal así como según la DEA y la CIA, el verdadero nombre de la presunta hija de “El Chapo” entrevistada por The Guardian, es Rosa Isela González Ortiz. Mientras que Rosa Isela Guzmán Ortiz no existe en base de datos y sistemas de fuentes cerradas con relación al 23 de noviembre de 1976, fecha de su supuesta acta de nacimiento. Asimismo indica que el documento que Rosa Isela exhibió ante The Guardian fue tramitado el 19 de agosto de 2015 en Tijuana, Baja California, poco más de un mes después de que Guzmán Loera se fugara del penal del Altiplano.


Con esta revelación, tan tronante como sus denuncias iniciales ante el rotativo inglés, citado y sobrevalorado por muchos medios mexicanos, se acabó el estrellato que éstos construyeron a lo largo de casi tres semanas alrededor de Rosa Isela Guzmán, quien dejó de ser la heroína que evidenció las relaciones del narco con el poder.


El espía que expía sus culpas


El 31 de marzo de 2016, a través de su cuenta de Twitter, la politóloga Denise Dresser lanzó la voz de alerta al recomendar ampliamente la lectura de una gran bomba informativa presentada por la revista Bloomberg Businessweek. Se trataba de una amplia entrevista con Andrés Sepúlveda, un hacker que actualmente purga una condena de diez años en una cárcel de Colombia por espionaje y conspiración para delinquir en contra del gobierno de aquel país, cargos que se le fincaron tras la contienda electoral de 2014 en la que resultó electo el actual presidente, Juan Manuel Santos.


En la entrevista, Sepúlveda refiere haber trabajado por varios años con el consultor Juan José Rendón y narra que de la mano de éste participó en diversas campañas políticas en América Latina en las cuales se recurría al espionaje y al hackeo de las cuentas de correo y redes sociales de los adversarios de quienes los contrataban, con el fin de influir en el resultado.


En el caso de la campaña presidencial de 2012 en México, Sepúlveda dijo haber encabezado un equipo de seis hackers que robaron estrategias de campaña, manipularon redes sociales para crear falsos sentimientos de entusiasmo y escarnio e instaló spyware en sedes de campaña de la oposición, todo con el fin de ayudar a Peña Nieto a obtener la victoria. Sin embargo, el entrevistado acepta que no hay pruebas de sus revelaciones porque parte de la estrategia era, precisamente, destruir las evidencias una vez que se lograba el objetivo, sin embargo proporcionó algunas cuentas de correo que, según él, muestran las conversaciones entre él y Juan José Rendón sobre los progresos del hackeo.


Bloomberg admite que no hay una certeza contundente sobre las revelaciones de su entrevistado, sólo hace referencia a un análisis llevado a cabo por una empresa de seguridad informática independiente que indica que los correos examinados parecen ser auténticos, pero otros detalles no pudieron ser verificados. Asimismo alude al testimonio de una persona que trabajó en la campaña en México y que pidió mantener su nombre en reserva por temor a su seguridad, la cual confirma en gran parte la versión de Sepúlveda. Los realizadores establecen que éste decidió hablar por primera vez de sus actividades ilícitas con la esperanza de convencer al público de que se ha rehabilitado y obtener respaldo para la reducción de su condena.


Pese al endeble sustento de las declaraciones de Sepúlveda, éstas fueron bien acogidas por medios como La Jornada, Aristegui Noticias y Proceso, que en todo momento han puesto en entredicho la victoria electoral de Peña Nieto y para ellos, el hacker se convirtió en una especie de héroe que les venía a confirmar lo que siempre han sostenido: que el triunfo del actual Presidente no fue legítimo. Para Dresser, lo dicho por Sepúlveda, es “una historia que debería motivar investigaciones, comisiones, juicios y probablemente una destitución si México fuera una democracia funcional”, según escribió en Proceso el 3 de abril pasado.


A pesar de que sus confesiones tenían todo lo necesario para un escándalo mediático de larga duración, la fama del hacker Sepúlveda sólo duró unos días al igual que el interés de la prensa militante de México en él debido a la entrada triunfal de otro escándalo más prometedor: los Papeles de Panamá.


Encumbrados y olvidados


La creciente desconfianza de la ciudadanía en la clase política en México, es reflejo de los enormes vacíos de comunicación y conducción por parte de quienes gobiernan al país, los cuales son llenados por liderazgos emergentes y figuras efímeras alimentadas desde los medios convencionales y los alternativos como las redes sociales.


Movidos por su propio protagonismo, esos medios dieron a Daniel Blázquez y a Adán Cortés la oportunidad de conocer la fama gracias a los gestos de incorrección política que mostraron al interpelar al presidente e interrumpir la ceremonia del Nobel de la Paz, respectivamente. En esa misma tesitura, convirtieron en víctimas a personajes tan cuestionables como la supuesta hija de “El Chapo” Guzmán y el hacker Andrés Sepúlveda.


Pero así como antes los encumbraron y los transformaron en ídolos por “exhibir” al poder de distintas maneras, en cuanto un nuevo escándalo apareció en su radar los regresaron de nuevo al anonimato. Si hoy cualquiera de ellos quisiera un espacio en esos medios que ayer les aplaudieron, seguramente les preguntarán: “¿Y tú quién eres”. Es el destino de los héroes mediáticos.

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